11.01.2015 Views

Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren

Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren

Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Las curvas eran tan cerradas que nos daba la impresión que las ruedas traseras podían quedar en<br />

cualquier momento en el aire. Los choferes eran expertos, conocían la ruta, sus manos jamás los<br />

traicionaban y además, decían ellos, la Virgen de Andacollo los acompañaba.<br />

A lo largo del camino rodeado de rocas y vegetación raquítica divisábamos los desmontes de<br />

viejas minas, junto a los ranchos de los pirquineros. Majadas de cabras trepaban los riscos. Todo<br />

aquello era muy novedoso para mí. Más tarde llegué a conocer la vida de esos mineros solitarios<br />

que transcurre en aquellas alturas explotando minerales de oro, plata y cobre, generalmente<br />

pobres, con sistemas rudimentarios heredados de la época colonial o de tiempos mucho más<br />

antiguos, como el maray, grandes morteros de piedra prehispánicos en los que se pulveriza el<br />

mineral extraído. Después trasladaban el producto, a lomo de burro o de mula, hasta las<br />

agencias de la famosa Caja de Crédito Minero.<br />

Después de una hora de viaje siempre subiendo y de pasar humeando la última curva, nuestro<br />

camión llegó a la cumbre del contrafuerte a más de mil metros sobre el nivel del mar y<br />

divisamos el pueblo de Andacollo, recostado en una quebrada de unos dos kilómetros y medio<br />

de largo. Parecía estar en el centro de un gran volcán dormido. A lo ancho, las casas rodeadas de<br />

árboles, no trepaban más de tres o cuatro cuadras por los faldeos. Cerros de variados colores lo<br />

circundan por los cuatro puntos cardinales. En ellos nacen riachuelos que convergen hacia la<br />

quebrada principal, la que atraviesa el pueblo y, después de un recorrido de muchos kilómetros,<br />

baja por el oriente hacia el valle de Elqui para desembocar en el río de ese nombre.<br />

Sobresalían entre el casucherío chato las torres de sus dos grandes iglesias -la vieja, más que<br />

centenaria, y la nueva, gigantesca, terminada en 1908-, situadas junto a la Plaza Videla. Los dos<br />

templos son el centro de las festividades que año tras año se realizan en diciembre, cuando<br />

llegan miles de peregrinos a la fiesta de "La Chinita", como llaman a la imagen de la Virgen.<br />

Luego de un corto descenso llegamos a la calle Urmeneta. la principal de Andacollo. Vimos<br />

enorme movimiento de gente. Eran más de diez mil los cesantes del salitre y de otras regiones<br />

del país que habían llegado tras el oro a Andacollo.<br />

A lo largo de varias cuadras, sorteando a los comerciantes ambulantes que voceaban sus<br />

mercancías, logramos por último llegar a la residencial donde nos esperaban nuestro familiares,<br />

entre ellos mi abuela postiza, la madre de mamá Sabina.Abrazos y besos y voces de bienvenida.<br />

Desembarcamos nuestros bultos y paquetes y cargados como equecos, partimos hacia el hogar<br />

que nos hospedaría. La mayor parte de las casas estaban llenas a reventar con los recién<br />

llegados, que se agregaban a las familias de los residentes. En muchas se improvisaban nuevas<br />

construcciones para recibir a los forasteros. Me llamó la atención la profusión de cabarets con<br />

nombres sugestivos. Altoparlantes atronaban con la música de moda. Predominaban los valses,<br />

los foxtrotes y los tangos de Gardel. Nos dijeron que en menos de un año se habían instalado<br />

decenas de esos establecimientos, pese a que Andacollo había sido declarado "zona seca".<br />

Detodos modos, los borrachos abundaban. Entre los valses populares de esos tiempos me<br />

acuerdo de uno muy sentimental, "Con un nudo en la garganta"; y otro, conocido hasta hoy, que<br />

viene del Altiplano boliviano: "Hay amores que matan".<br />

La casa de nuestros parientes, como casi todas, estaba construida con barro y churque, un<br />

arbusto sarmentoso que sujeta muy bien el barro. Las comodidades eran pocas: habitaciones con<br />

piso de tierra, un pozo negro y un gran lujo: un "baño de lluvia". Pero, había que ducharse con<br />

tres litros de agua, porque ésta se compraba a los "aguadores" que la acarreaban en latas<br />

parafineras a lomo de burro y la vendían casa por casa a ochenta centavos la carga de cuatro<br />

latas. El precio era alto.<br />

La comida que nos ofrecieron consistió en cebolla frita con tomate, un biftec y una taza de té.<br />

Era el plato más económico. La carne estaba a cuatro pesos el kilo, por diez centavos daban<br />

varias cebollas. El tomate costaba igual. El gramo de oro tenía entonces un precio de dieciocho<br />

pesos. Nos dijeron los parientes que una cuadrilla del tres obreros, en algo más de ocho horas,

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!