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(Des)<br />

variaciones<br />

sobre un tema<br />

por Alejandro CRUZ<br />

Edgardo Rudnitzky<br />

Foto: Magdalena Viaggiani<br />

Empecemos por el principio: Edgardo Rudnitzky es un<br />

amigo. Por lo cual, cuando me propusieron hacerle una<br />

nota para que hablara sobre su trayectoria como artista<br />

sonoro y sobre su visión <strong>del</strong> asunto fue, en cierto sentido,<br />

como encauzar un diálogo con alguien que desde<br />

hace varios años vive en Berlín y a quien se lo extraña.<br />

Durante toda esta charla él iba de acá para allá entre<br />

glamorosas ciudades europeas y japonesas y, yo, de<br />

acá para allá entre destinos de cabotaje. Como telón<br />

de fondo, el gobierno nacional se la pasaba hablando<br />

de la distribución de la riqueza. Cosas que pasan.<br />

Su trayectoria lo ha transformado en una rara avis<br />

<strong>del</strong> panorama local. Tuvo el lujo de debutar junto a<br />

Augusto Fernandes haciendo hablar a cada uno de<br />

los recovecos de la sala. Después, y esto lo explica<br />

él mucho mejor que yo, la misma fortuna lo fue<br />

llevando a trabajar junto a artistas como Alejandro<br />

Tantanian, Ana Maria Stekelman, Albertina Carri<br />

y Jorge Macchi. O sea: supo tener, como ninguno,<br />

puentes con el teatro, con la danza, con el cine y con<br />

los artes visuales. Es más, ahora se me ocurre pensar<br />

(perdón Rudni), que la foto <strong>del</strong> trabajo Octopus, una<br />

pieza que presentó este año en Lisboa en el cual se ve<br />

una bandeja giradiscos con cuatro brazos, podría ser<br />

la síntesis de los puentes que él entabló entre otras<br />

disciplinas artísticas y la música.<br />

Como Rudni escribe casi como habla, apenas le tiro<br />

algunas preguntas básicas sobre su ruta transitada o<br />

cuándo sintió que tenía algo propio para decir, él, muy<br />

generosamente, “vomita” un largo texto en el cual<br />

hay chispas de su humor, de sus tildes y de su aguda<br />

capacidad asociativa que lo ha lleva a convertirse en<br />

una de las voces más autorizadas en lo suyo. Entonces,<br />

comienza él.<br />

Sobre un tal abuelo León y sobre la<br />

fortuna<br />

Me resulta difícil recordar hoy cómo empezó mi vida<br />

con la danza y el teatro. Creo que fue consecuencia de<br />

cosas diversas y, como siempre, de la insatisfacción.<br />

Te cuento cosas diversas: cuando tenía 13 años, un<br />

grabador de casete cayó en mis manos regalo de<br />

mi abuelo León. Con él hice de todo lo imaginable.<br />

Cosa que comencé a usar las máquinas Olivetti de<br />

sumar de mi papá (contador él) a manija, primero, y<br />

eléctricas, después. Las grababa sin fin y funcionaba<br />

todo como un loop. Convertía cualquier cosa en un<br />

generador de ruido o instrumento. Todo esto sucedía<br />

antes de comenzar a estudiar música seriamente y<br />

cuando todavía pensaba que sería ingeniero. Hasta<br />

ese momento, tocaba la guitarra y era mi única manera<br />

de relación formal con la música.<br />

16 CUADERNOS DE PICADERO

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