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descargar - Instituto Nacional del Teatro

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Anhelos de integración<br />

Si bien la mirada moralizante supo predominar<br />

en autores como Martínez Cuitiño, los pioneros<br />

Weisbach y González Castillo o el ya citado García<br />

Velloso, en algunas oportunidades el punto de vista<br />

autoral trascendió las advertencias más agoreras –¡el<br />

mal <strong>del</strong> tango!– para internarse en el meollo de la<br />

popularidad <strong>del</strong> baile y la canción.<br />

Destinatario de duras críticas por su apetito comercial<br />

supuestamente desmedido, Alberto Vacarezza<br />

fue una referencia clave en el blanqueo <strong>del</strong> tango<br />

desde la enunciación teatral. En Tu cuna fue un<br />

conventillo (1920) descartó la descalificación<br />

ligera de la especie a cambio de una representación<br />

matizada de los conflictos sociales y culturales que<br />

sólo el tango, en tanto el resultado de una verdadero<br />

proceso de mestizaje, parecía estar en condición<br />

de superar. El elemento perturbador, el guapo “El<br />

Gallo”, era excluido <strong>del</strong> baile; así, el tango se redimía<br />

como expresión de los humildes. Los inmigrantes se<br />

integraban con los criollos, más allá de alguna burla<br />

propia de la macchietta de todo sainete. Italianos,<br />

españoles, judíos y nativos encontraban en el “final<br />

de fiesta” la instancia superadora de las diferencias.<br />

Y encontraban –o mejor dicho, ahí construían– una<br />

identidad. Algo similar sucedía en Romance de<br />

arrabal (1927), otro aporte de Vacarezza al consenso<br />

<strong>del</strong> tango.<br />

Más profunda fue la lectura que en su pieza El bandoneón<br />

(1926) José Antonio Saldías ensayó sobre<br />

la significación de la especie. Nada de milonguitas,<br />

guapos y proxenetas; nada de cabaret ni manteca<br />

al techo: Saldías introdujo la idea de que el tango<br />

era la representación sonora <strong>del</strong> desarraigo <strong>del</strong> inmigrante<br />

–especialmente el italiano–, su verdadera<br />

razón social. Por eso, el pasaje de una canzonetta a<br />

una milonga era en cierto modo natural. El personaje<br />

Crispín, un italiano aficionado al acordeón, descubría<br />

que la añoranza por el paese que había tenido que<br />

abandonar se reeditaba vívidamente en el barrio de<br />

la Boca. “Qué te parece que tocamo también<br />

la milonga Ma la milonga non e de Italia, me<br />

ha dicho Luigín. É qui mi importa. Tampoco<br />

nosotro estamo en Italia, caro fratello… En die<br />

día nosotro tocabamo la milonga… Fuimo a<br />

la ribera… La milonga le gustaba a todo ne la<br />

acordeone. Lloraba, sabe… Cantaba tresteza,<br />

acariciaba…”.<br />

Piezas como Juanito de la Ribera, Así se escriben<br />

los tangos, El cantar de los tangos y La<br />

muchachada <strong>del</strong> centro tocaron distintas facetas<br />

<strong>del</strong> entorno social de la música, siempre partiendo<br />

de la aceptación <strong>del</strong> tango como un genuino producto<br />

de la sociedad argentina. ¿Una obviedad No tanto,<br />

si pensamos en los textos denigratorios de Leopoldo<br />

Lugones y Carlos Ibarguren, oficiantes de aquel nacionalismo<br />

tan vigoroso en tiempos <strong>del</strong> Centenario.<br />

Incluso buena parte de los intelectuales liberales y<br />

socialistas era muy poco afecta a reconocer la legitimidad<br />

de aquello que valientemente había entonado<br />

Manuelita Poli: “Percanta que me amuraste, en<br />

lo mejor de mi vida…”<br />

Más tarde prosperarían la comedia musical –Francisco<br />

Canaro e Ivo Pelay fueron sus campeones– y<br />

el teatro de revistas. Ambos géneros lanzaron innumerables<br />

tangos al viento, pero ya sin el grado de<br />

conflictividad que podía percibirse en las décadas<br />

<strong>del</strong> ’10 y <strong>del</strong> ’20. La retórica nostálgica reemplazó<br />

al lamento desclasado; el barrio fue idealizado y<br />

“la mala vida” fue un deja vu neblinoso, apenas<br />

un cuco para las niñas que no querían irse a dormir<br />

temprano. En realidad, el tango abandonó los bordes<br />

geográficos y sociales para constituir el meollo de una<br />

cultura popular muy extendida e institucionalizada.<br />

Para entonces, la meditación sobre la naturaleza<br />

social y cultural <strong>del</strong> tango dejó su lugar a la fiesta<br />

insomne de las grandes orquestas y los cantores<br />

más celebrados.<br />

<strong>Teatro</strong> & Música<br />

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