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descargar - Instituto Nacional del Teatro

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frunce el corazón”, “te parte la cabeza” o “te<br />

hace bailar aunque no quieras” La música, como<br />

la serpiente <strong>del</strong> paraíso, parece reptar por debajo de<br />

las voluntades; se impone a ellas, insufla exaltación<br />

o congoja, movimiento o quietud, logra, como dicen<br />

los tangueros, que “se piante un lagrimón”. Por<br />

eso la iglesia, en la Edad Media, le temía. Y, por eso,<br />

la iglesia, en la Edad Media, fue incapaz de resistir<br />

sus encantos. La institución católica, apostólica y romana,<br />

tomando elementos que ya estaban presentes<br />

en numerosos ritos <strong>del</strong> pasado y de otras culturas,<br />

fue tal vez la primera organización verdaderamente<br />

consciente de las leyes <strong>del</strong> espectáculo. Vestuarios<br />

y escenografías impactantes eran el marco de esas<br />

historias que se contaban para inspirar piedad, amor<br />

al Dios, buenas costumbres y, sobre todo, sentido<br />

de pertenencia a una tribu en particular. La música<br />

era peligrosa, y toda la teoría medieval da cuenta<br />

de ese peligro y de la necesidad de no caer en “el<br />

placer sensual” que la música conllevaba, pero era,<br />

al mismo tiempo, un arma demasiado poderosa como<br />

para desestimarla. El nazismo y el estalinismo, mucho<br />

después, con su fe en que la música pudiera convertir<br />

a las poblaciones en buenos o malos nazis o en buenos<br />

o malos comunistas, partiría de la misma presunción.<br />

La letra –mucho más que con sangre (aunque también<br />

con sangre, desde luego)– con música entra.<br />

Una escena de suspenso, o de amor, o de exaltación<br />

heroica, no lo sería <strong>del</strong> todo sin la música. Hitchcock<br />

y Bernard Hermann lo sabían. Y lo sabían hasta el<br />

punto de ir en contra, como en Los pájaros, que<br />

no tuvo música sino, precisamente, montaje sonoro<br />

de sonidos producidos por aves. Que la música de<br />

Parque jurásico, escrita por John Williams, y la<br />

de Corazón valiente, de James Horner, partan<br />

exactamente <strong>del</strong> mismo tema –aunque en el segundo<br />

caso en versión seudocéltica– no hace otra cosa que<br />

reafirmar, eventualmente, que las leyes acerca de qué<br />

es lo que la música logra en los corazones, valientes<br />

o no, están lo suficientemente cristalizadas. Y que<br />

esas reglas, que forman parte de las maneras de<br />

concebir las representaciones teatrales desde los<br />

autos sacramentales de la Edad Media y que comenzaron<br />

a afianzarse en las culturas europeas durante<br />

el siglo XVII, con el surgimiento de la ópera –primero<br />

llamada favola in musica– implican un simbolismo<br />

cuyas fuentes ya nadie conoce pero cuyos efectos<br />

nadie discute. Melodías ascendentes o descendentes,<br />

texturas apretadas o aéreas, ritmos frenéticos,<br />

obsesivos o lánguidos, timbres “suaves” o “hirientes”<br />

y, desde ya, consonancias o disonancias, construyen<br />

sentido teatral, hoy, con los mismos fundamentos<br />

que hace ocho siglos aunque, claro, con una paleta<br />

de posibilidades algo mayor.<br />

II<br />

Las polémicas acerca de la autonomía de la música<br />

como lenguaje atraviesan gran parte de lo escrito<br />

acerca de ella a lo largo de más de diez siglos. Cuando<br />

San Agustín compara a los trovadores con “bestias”,<br />

negándoles entidad musical porque, como los pájaros,<br />

pueden cantar bellos sonidos pero no saben por qué<br />

lo hacen, cuando la pedagogía medieval considera<br />

a la música como ciencia y no como arte, en tanto<br />

no es el hacer música lo que caracteriza al músico<br />

sino el conocimiento de sus reglas, que reflejan el<br />

equilibrio y los sonidos –es decir la armonía– de<br />

las esferas en el cosmos, de lo que se trata es de la<br />

presentación de un problema en donde está en juego<br />

la posibilidad de una música teórica en contra –y por<br />

sobre– de la música práctica. Esa idea acerca de una<br />

música absolutamente pura sería central en toda la<br />

mitología acerca de la música, a través de distintas<br />

épocas y escuelas, pero, obviamente, nunca se plasmaría<br />

en la realidad más que como, precisamente,<br />

ideal. Resulta interesante recorrer algunas de las<br />

discusiones que sacudieron el ambiente musical a<br />

<strong>Teatro</strong> & Música<br />

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