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libro espacios publicos - El Agora

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D. Vicherat: ¿Qué tienen en común la identidad, el espacio público y la democracia?precarización del sentido de pertenencia, y la agudización de lasinequidades estructurales respecto de la distribución del poder y los recursos.En consecuencia, la pérdida de un horizonte común, un espaciocomún, bajo el cual se desarrolle y proyecte la misma diversidad social.¿Qué concluir? Todos para uno y uno para todosLa amenaza que hoy afecta a las democracias probablemente no sederiva de la irrupción de golpes de Estado o guerras civiles, sino de lapérdida de confianza en la política como el campo donde se desarrollapor excelencia la acción humana. Si la vida pública se fragmenta y sereduce a su dimensión funcional, pierde su capacidad para aglutinar ymotivar acciones individuales en pos del bien colectivo, de un horizontecomún de desarrollo. Así, aquellos que están defraudados por el deveniractual de la política se inclinan por apoyar una «política de lo inmediato».Lo inmediato aparece como el principio de realidad bajo el cual se rige laacción política, y la representación el principio bajo el cual se manifiestala soberanía popular. Encuentro y reconocimiento son aspectos marginales,consecuencias deseables pero no propiciadas necesariamente por elmanejo de la contingencia y los mecanismos representativos.Así, si durante el siglo XX el problema fue la emergencia de regímenestotalitarios bajo la ilusión de la voluntad general y deseo de desarrollo,los desafíos que enfrenta el siglo XXI tienen que ver con las distintas formasque asume la privatización de la política. Tras el discurso que reducela política a la contingencia de los problemas cotidianos, hay ciertopaternalismo posmoderno que usa —y abusa— de la idea de libertad,vinculándola solo a la satisfacción y protección de los intereses y deseosindividuales, sin hacer referencia al mundo común creado y compartidopor una pluralidad diversa de hombres y mujeres, que requieren del reconocimientode otros aun en las esferas más privadas de la vida. Si bienes verdad que el derecho a la autenticidad ha pertenecido siempre a laesfera privada, el respeto por la diferencia y su legítimo reconocimientopierde sentido si no se produce en la arena pública. En otras palabras,aun la libertad individual es vacua si no se la garantiza en el espacio público.La política moderna se desarrolla bajo un movimiento dialéctico de laesfera privada sobre sí misma que reduce la política a las relaciones yredes establecidas por los grupos de poder, con la consecuencia de queellas se desvinculan de la vida cotidiana del cuerpo de ciudadanos dondeoriginalmente encuentran su fundamento y legitimidad. La privatizaciónde la política conduce inevitablemente a que los ciudadanos —hombres ymujeres— sean incapaces de reflejarse a sí mismos en lo colectivo y, portanto, pierdan la capacidad de reconocer a otros y, por ende, de ser reconocidospor otros. En resumen, se vive en una especie de moderno estadode naturaleza, que en las actuales sociedades trae como consecuencia sentimientosde pérdida de sentido, soledad y enajenación.65

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