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34 May - Scherzo

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ocluolidodMaríella DeviaEn una representación de ópera enViena siempre hay algo que compensasobradamente al espectador. En este casofue la Gilda de Mariella Devia. Lahe escuchado otras ocasiones este papely hace tiempo que me habían impresionadoel buen gusto de la cantante,la pureza de emisión y la dulzura de sucanto en la región aguda —la primeraoctava es algo opaca. Una vocalistade primer orden con una espléndida carrerapor delante, alejada, eso sí, de losecos del marketing.La última sesión tenia elementos altamenteemotivos. La Canción de laTierra de Mahler ofrecida en el Musikvereinpor una orquesta tan mahlerianacomo es la Filarmónica de Viena yun director que la conoce tan bien —laconsidera la obra de su vida— comoVáclav Neumann, quien ha anunciadoque piensa retirarse en breve de la direcciónde orquesta. Se trata de un directorde auténtica importancia, y comoWand, como Sanderling, es un directorun tanto secreto, cuya labor se desarrollaajena a la música de fondo de lasmultinacionales.Antes del plato fuene figuraba en elprograma La Segunda Sinfonía de Honeggerpara cuerda completa, con unaimportante intervención de la trompetasolista en el coral que anuncia el cierredel último movimiento. En losúltimos tiempos Honegger parece habercedido un tanto la primacía del«Grupo de los Tress» en favor de Milhaudy Poulenc, pero Neumann dirigióla sinfonía con auténtica pasión —casicon fervor—, y se ocupó tanio de laspartes melancólicas que ponen de relieveel patetismo de la página, como desus aspectos rítmicos.El gran momentoEl gran momento fue La Canción dela Tierra. La Filarmónica de Viena, comosiempre, espléndida. Es la orquestaque conviene a ia riqueza de una obranostálgica, morosa, obsesiva, que parecedesperezarse antes de decirnos el definitivoadiós. Una obra con infinitasaristas pero que conserva la unidadesencial del diamante.Además de una envolvente belleza sonorahubo en la lectura de Neumannequilibrio y contraste entre los númerosmeditativos y los más revueltos y entoda la visión del checo —cada vez másapolíneo—, dominaron la mesura y elafán contemplativo. Sólo se le puede pedirun poco más de fiereza, de sentidoamenazador, en la llamada de los trombonesdurante lo que Sopeña denominael «tránsito», ese pasaje fúnebre queantecede a las dos últimas estrofas delnúmero final, de gran significación dentrode la obra de Mahler.Neumann contaba con dos solistasvocales de desigual entidad. El digno tenorThomas Moser, voz sin ningúnatractivo ni atributo especial y la veteranay extraordinaria Christa Ludwíg.Esta mezzo es todavía hoy uno de losgrandes milagros de longevidad canorajunto a Sóderstrom, Kraus y quizátambién Rysanek. Tiene una vivenciacompleta de esta obra mahler i ana, suobra favorita, y la voz conserva una envidiableigualdad en toda la gama, pesea haber perdido ya buena parte deaquella pulpa bellísima, sin parangónninguno en su cuerda,Joaquín Martín de SagarmínagaEl impacto de un mundosobre el otroLondres: English Nalional Opera Loruion Col i«uní. 8-111-89. Brillen. The Tltrn oj ihe ScrewLa prueba de The Turrt of ¡he Screwes su capacidad para estremecernos noimporta cuántas veces la veamos y no importalo bien que conozcamos cómo sigue.Hace ya diez años desde que laproducción de Jonathan Miller para laEnglish National nos hizo movernosnerviosamente en nuestros asientos porvez primera, y mirar inquietos por encimadel hombro, cosa que todavía consigue,como demostró esta reposición.Las texturas orquestales de Brilten ylas frases fantasmales sugieren de unmodo u otro cosas a nuestro alcance ytambién fuera de él. Somos conscientesde vivir en dos mundos al mismotiempo, el áspero de los hechos y uno vagamenteindefinible. Fueron mágicamentecreados por Peter Robinson y suconjunto de cámara, perfectamente integrado.De manera similar, la producciónde Miller tiene una identidad dual,cuidadosamente preservada en la reposiciónde David Ritch. La impresión demaldad deslizándose hasta sofocar lainocencia funcionó como nunca, y lastensiones estallaron en la tragedia final.Los sencillos decorados y las suliles proyeccionesdel fondo de Rosemary Varcoefueron totalmente atmosféricos.Gillian Sullivan no está completamentepreparada para el papel de la institutriz,y de momento queda fuera desus posibilidades la pintura de las torturasinteriores de la mujer frente a losobrenatural. Pero su canto fue claro yla caracterización bien conseguidacuando se precisa expresar emocionesmás convencionales. Roben Tear, seguramenteel tenor británico más inteligente,lo mismo en términos musicalesque dramáticos, cantaba su Quint n.° 50en su cumpleaños n.° 50, acontecimientoque él subrayó con la más vivida realizacióndel personaje que uno puederecordar.La perdida, errabunda Miss Jessel deElizabeth Byrne tuvo una absorbente dimensiónde horror. Malcolm Green yEileen Hulse estuvieron excelentes comolos niños. De inmenso valor fue laMrs, Grose de Menai Davies, cuya comprensiónpenetrante de todas las implicacionesdel personaje recordó laproducción admirable de la Welsh National.Aquí se dio la impresión de unaamable mujer, llena de honestas intenciones,encarando un desafío cuya naturalezaha comprendido cabalmente.Su actuación fue ejemplar en la articulacióny en ia creación de una realidaddramática envuelta en misterio. De nuevo,el impacto de un mundo sobre elotro.K.L.<strong>Scherzo</strong> 15

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