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34 May - Scherzo

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octuolidodUn bajo excepcionalEl público del Liceo es un públicoe mi nenie mente operístico, que en losaños que alcanza la memoria ha podidover representadas más de un centenarde óperas con intérpretes de lo másdiverso, de todas las cuerdas. Nunca habíalenido la oportunidad de ver en suescenario al bajo Samuel Ramey, y lológico hubiera sido que éste, en su recitalde presentación, hubiese dado unabuena muestra de lo que es su especialidad:Ea ópera, y, sobre todo, el repertoriohandeliano, mozartiano yrossiniano.Pero, tal como parece ser la tónicadesde hace algunos años, los cantantesdan actualmente recitales de todo, menosde lo que es su notoria especialidad,y así, Samuel Ramey se presentó en elLiceo para darnos, como lo hizo en Madridel año pasado, una variada muestrade Lieder, de Schubert, de cancionespopulares inglesas armonizadas porBritten, y de canciones de Charles Ivés,además de una breve introducción conun-aria de Hándel y una de Purcell. Sóloun aria verdiana, perdida en mediodel recital, recordó al público del Liceoque Samuel Ramey canta ópera.Afortunadamente, y tal como tambiénviene siendo costumbre en conciertosde este tipo, el verdadero recital vinocon los bises, en los que Ramey cantódos arias de Mozart («Non piú andrai»y «Fin ch'han dal vino») una de Gounod(la serenata de Méphisto ante la casade Marguen te), una de Boito («Eccoil mondo»), una de Rossini («La calunnia»)y dos canciones más: «Oíd manRiver», de Jerome Kern, y «OliverCromwell», de Britten, cuyas últimaspalabras sirvieron para recomendar alpúblico, que si queríamos más música,nos la cantáramos nosotros mismos.Ramey lució una voz bella, homogénea,de grato color, igual en toda la extensiónde su tesitura. Pero actualmente—ya lo noté en Madrid— sus intentospor mantener una «mezza voce» dancomo resultado una emisión manchadapor una desagradable carraspera. Encuanto la emisión se torna más fuerte,nada hay tan grato como su viril voz debajo, flexible, dotada de asombrosa agilidady de un timbre tan agradable comoimaginar se pueda. Tiene notasbajas de calidad excepcional —y lo demostróen «Oíd man River», que le valióuna de las grandes ovaciones de unanoche que se distinguió por los atronadoresaplausos que cerraron cada unade las «propinas». ¿Por qué, entonces,no plantear el recital desde la ópera sial fin y al cabo hay que acabar dandoesas siete propinas?Roger AlierEl piano románticoBarnlon*. Palau dt la Música Catalana. 10 de abril de 1989. Obras de Cari Philipp Emanuel Bach,Wolfgang Amadeus Mozart, Ludwig van Beeihoven. Roben Schumann y Frédéric Chopin. ChristianTacharías, piano.Chrislian ZachariasEl pianista Christian Zacharias nosofreció en su recital de 1BERCAMERAun extenso y variado programa: a lo largode su intervención pasó revista a unsignificativo grupo de autores clásicos(C. Ph. Emanuel Bach, Mozart y, comocompositor de paso, Beethoven) yrománticos (Schumann y Chopin).Contrariamente a los otros pianistasque han actuado en la temporada deIBERCAMERA de este curso, ChristianZacharias ha introducido en su programaalgunas composiciones que enmuy pocas ocasiones suben a los escenariosde las salas de conciertos. Estefue el caso de las dos obras que recreóde Cari Philipp Emanuel Bach: la Sonatanúm. 2, en la menor, Wg, 57 y elRondó en do menor.En cuanto a la primera parte, la másclásica, hay que señalar que el intérpreteno parecía encontrarse en su mejor momento,la recreación de la Fantasía endo menor, K. V, 475, por ejemplo, noresultó muy convincente. La última partede la obra (el Piú allegro) tuvo un caráctermás beethoveniano quemozartiano.No obstante, ya desde esta primeraparte pudimos apreciar la excelente capacidadde Christian Zacharias en destacarlas diferentes melodías deldiscurso musical. En las interpretacionesde Zacharias podemos oír, claramentediferenciados, la melodía delacompañamiento.Las cosas, sin embargo, cambiaronpor completo en la segunda parte;Christian Zacharias demostró que el repertorioromántico se acomoda mejora su personalidad musical e interpretativa.La recreación de las Fantasiestüche.op. 12, de Schumann resultósumamente interesante, sobre todo enlos tiempos lentos, en los que ChristianZacharias dejó sentado su dominio. Enesta composición del intérprete supocrear, de una forma muy convincente,los distintos ambientes que en ella se sugieren,destacándose especialmente, eneste sentido, la primera de las fantasías.Por otro lado, hay que señalar que lostiempos rápidos no estuvieron tan bienlogrados como los lentos.Tras su actuación, el pianista recibióuna gran ovación por parte de un públicoque, contrariamente a otros conciertosde IBERCAMERA, no llegó allenar el Palau.Xavier DaufiMussorgski en el LiceoIntercalado entre dos representaciones de Los maestros cantores, !a Orquestadel Liceo, bajo la batuta del joven maestro Edmon Colomer, dio elprimero de los dos conciertos previstos para esta temporada, basado totalmenteen obras de Mussorgski.Tal vez, fatigada por el considerable esfuerzo de una semana con (res representacionesde dicha ópera (jueves, domingo tarde y el día anterior), la Orquestaempezó interpretando Una noche en el Monte Pelado, con cierta apatíay falta de cohesión, dando un resultado aceptable en los pasajes más intensos,pero resultando desequilibrada y pobre en los más delicados.Boris Martinovic 1 interpretó a continuación el ciclo de cuatro cancionestitulado Cantos y danzas de la muerte, con lo que él, sin duda, debe creer quees contención y mesura, pero que al espectador le pareció reserva, engolamíentoy falta de sentido musical, dando unas versiones absolutamente carentes decalidad. El color de la voz es atractivo, pero cantando de ese modo los resultadosson poco menos que deplorables.Finalmente, en la segunda parte, la Orquesta tocó con brío la versión orquestalde los Cuadros para una explosión, en la que Edmon Colomer supoganarse a pulso los compactos aplausos con los que el público rubricó esteconcierto.Roger Alier<strong>Scherzo</strong> 21

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