octuolidodMadrid, 28 de marco. Sala Olimpia. Francesca oel infierno de ios enamorados. Libro: Luis Martínezde Metió. Música: Alfredo Aracil. OrquestoSinfónica de Madrid. Director: José Ramón EncinarDirección escénica: María Ruiz. Reparto: PalomaPérez Iñigo, Manuel Cid. [flaki Fresan. AnnaRicci.Francesca, ¿ópera o cantata?Liberada de ataduras, es decir, sin sumisióna ningún motivo operístico tradicional(Fausto, Fígaro), la (erceraópera del ciclo de autores jóvenes que,felizmente, varios organismos teatralesy musicales ponen en pie, una vez alaño, ha subido al escenario de la SalaOlimpia. Curiosamente no ha sido ningúntema actual el foco de inspiración,sino que ésta ha venido a través de laliteratura: la evocación de los personajesde Paolo y Francesca del Canto Vdel Infierno de la Divino Comedia deDante.Era lógico, pues, que Monteverdi llamasea las puertas de esta historia. Susombra se proyecta continuamente a lolargo de una partitura con intención reflexiva,aliento lírico y belleza sonora.Destacan algunos momentos: el prólogo,el arranque del segundo acto con elcanto de Francesca, acompañado de arpa(Ven dulce amigo) y el intermedioinstrumental entre los dos cuadros delsegundo acto, transcripción libre de unacanción de Miguel Martí Valenciano(Ay, del amor). La obra, no obstante,adolece de escasez de motivos musicales,falta de contraste y ausencia de tensióndramática. La puesta en escenaacentúa este estatismo, este aire de cantata—los actores prácticamente no semueven, actúan con partitura en mano,el desdoblamiento Dan te/ Paolo ni siquierase traduce en un cambio devestuario—, con lo que la sensación demonotonía acaba por aparecer. La escenografía,bien concebida en cuanto aaprovechamiento del volumen, no fue.especialmente sugerente ni esluvo a laaltura de los anteriores trabajos artísticosde Simón Suárez. La coreografía,aun suponiendo un punto de alivio enla austeridad escénica, fue gratuita, innecesaria.José Ramón Encinar, una vez más,desentrañó con precisión los valoresmusicales de la obra con una orquesta—19 instrumentistas— que sonó compactay delicada. Su versatilidad y entregaes digna de elogio.De los cantantes destacó la frescuray facilidad de Iñakí Fresan. Al restoprácticamente no se les entendió casinada, factor especialmente grave en unaPaloma Pérez Iñigo y Manuel Cid en Francesca.ópera cantada en español y sin acciónexterior. En cualquier caso, Paloma PérezIñigo salvó musicalmente con decorola difícil tesitura aguda en que supapel se mueve. Manuel Cid cometióMadrid. Icairo de La Zarzuela. Recital de José Carreras.Obras de Scarlatlt. Bellini, Stradella, Fauré.Duparc, Massenet, Tosli, Turina, Falla.Ginaslera. Guastavlno. Tala Nacho y Puccini. LorenzoBavaj, piano. & de abril.Lleno total en el teatro para escucharal tenor. El público acogió con entusiasmola aparición de Carreras y duranteel desarrollo del recital se escucharonvoces femeninas de sostén y ternura. Elcantante ya forma parte del olimpo mujerilnacional (y, seguro, universal).Nunca el recinto del teatro, el aforo, tuvotanta forma y receptividad de úteromaterno.En sus programas, Carreras dosificasabiamente los contenidos; las exigenciasestán medidas; la entrega, milimeirada.Un repertorio que resultacómodo para el cantante, física y vocalmente,pero inoportuno para el intérprete.Su voz sigue necesitandoexpansión operística: suena grande, potente,exteriorizada. Consecuencia deello, el instrumento corrió mejor en elrepertorio más afín con aquella órbita:las cuatro canciones de Tosti (en especial,Malia) y las tres de Puccini (las dosEl hijo pródigoimprecisiones en la utilización del falsetey Anna Ricci estuvo plana, inexpresiva.Juan Ángel Vela del Campojuveniles, Solé e amore y Menti alt'avvisocon temas que luego fueron paraBohéme y Manon Lescaut). Dio Carrerasun especial clima intimo y emocionalal Pieta, Signore, de Stradella, peroe! repertorio francés sonó disparatadoy el castellano, desigual (mejor Tur i naque Falla o los argentinos).Según la ortodoxia del canto, todo elrecital fue una suma de incorrecciones,desde los falsetes presentados como mediasvoces a los agudos tremolantes ocon burdas apoyaturas. Pero mucho tienede magia el intérprete para que estoparezca banal: quizás el fraseo envolvenie,el calor que desprende. Muy pocoslogran estar por encima del bien ydel mal. Carreras es uno de ellos.Cuatro propinas calmaron el deliriofinal de flores y bravos: dos napolitanas,un Obradors y, lo mejor de la noche,la romanza del tenor de Latabernera del puerto.El pianista italiano Lorenzo Bavaj siguió,disciplinado, el juego del cantante.F.E<strong>34</strong> <strong>Scherzo</strong>
actualidadCho-Liang-Lin: El inicio de una gran carreraSe llama Cho-Liang-Lin y es uno de los violinistas más consolidados de ¡as últimashornadas. Nació hace 29 años en una pequeña localidad de la inmensa RepúblicaPopular China y destacó desde niño, aunque nunca se hu consideradoa sí mismo como una suerte de fenómeno. Estudió en la Escuela Julliard con flamantesmaestros y siempre tuvo bien claro que quería enfrentarse al gran repertoriooccidental, sin complejos. En una de sus fugaces visitas a España recibióel Premio ¡merncional Reina Sofía, en 1977, y ahora regresa para ofrecer una pequeñagira de conciertos en nuestro país. Una de sus teorías favoritas es la quehace relación al sonido que el artista debe tratar de obtener. El mismo dice: «Unniño puede saber qué es un un buen sonido al escuhar un disco o a su profesor,pero duplicarlo le costará tiempo y trabaja y ahí entra el tálenla Yo sé que algunosno llegan a oírlo nunca».SCHERZO.—Usted era un niñocuando estudiaba en la Escuela Juilliardy me interesa saber cómo llevaba a cabosu estudia ¿Escuchaba a su maestraDorolhy De Lay y tratada deimitarla o le escuhaba tocar ella a Ustedhaciéndole diversas correcciones?¿Procuraba no analizarle o le sugería acada golpe de arco o cada digitación?CHO-L1ANG-L1N —Mis estudiosen Juilliard no eran exclusivamente violinísticos.Con la De Lay, mi principalprofesora, estudié iodo el repertorio deconciertos y sonatas, pero aparte estudiabateoría, historia y otras cosas. Tuvemucha suerte al poder contar con eladiestramiento de todo un RobenMann en música de cámara. Realmenteaprendí mucho de él. Volviendo aDorothy De Lay he de decirle que ellasiempre me analizaba mientras yo tocaba,pero no era una violinista de conciertoy no me mostraba demasiadosejemplos como han hecho Heifetz oMilnstein en sus clases. Simplemente tocabael final del Concierto de Mendelssohn,por ejemplo, y ella corregíadespués mis errores, mis golpes de arcoy me ofrecía su análisis de la música.S.—¿Se valía también de discos a lahora de estudiar?C.L.L.—Lo hice cuando era estudiante.Escuhé cientos de grabaciones peronunca intenté copiar o imitar literalmentelo Que oía, sino que retenía algunascosas que me gustaban y lasasimilaba a mi interpretación. Ahora escuhomuy pocas grabaciones de violínporque conozco todo el repertorio y sécomo quiero que estas piezas suenen sinnecesidad de oírselas a otros.S.—Tengo entendido que Usted ha sidoun niño prodigio, al menos esa es lafama que tiene. Menuhin, que tambiénlo fue. advierte que es peligroso por lainconsciencia con la que se hace música,sin pararse a mirar nunca debajo de¡as notas. ¿Opina lo mismo?C.L.L.—Sí, es un problema porquenormalmente tratas de avanzar demasiado,¡r muy lejos en poco tiempo y tequemas. Yo no tuve ese problema porque nunca me consideré un niño prodigiocomo Menuhim que sí era unfenómeno en sentido absoluto. TuveCho-Liunx-Lmsuerte al tener unos padres que me decíanque en la vida hay más cosas queel violirt, otras dimensiones que habíaque saber disfrutar y vivir plenamente.Estas ideas también eran compartidaspor mis profesores, quienes me animabana locar para mi propio regocijo, sinpensar en el éxito. Otros no han sido tanafortunados y por culpa de la prisa excesivacorren el riesgo de destruirse asi mismos al no seguir el proceso de maduraciónde una persona normal.S.—¿Cuántos concierrtos toca al año?C.L.L.—Aproximadamente, cientodiez o ciento veinte.S.~¿Cómo se siente psicológicamentealguien tan joven cuando tiene la vidaprogramada con años de antelación?C.L.L.—Es algo que funciona en variasdirecciones. A veces siento una granpresión, me ahogo al pensar que mi vidaestá planeada con dos años de antelacióny que dentro de doce meses tengoque tocar un buen Concierto de Brahmsen Londres, pongamos por caso. Porotro lado se da el problema del músicoal que nadie llama y cuando esto ocurrela sensación es aún peor. De momentome siento orgulloso de que mellamen, pese a saber que trabajo demasiado.S.—La parte puramente profesionalde su arte crea una cierta rutina...C.L.L.—Las ciudades son distintas,intento disfrutarlas; los hoteles no sontan distintos. Algo así me cansa.S.—De cara al concierto siente algu-na predilección especial por la mayoro menor tensión de las crines del arcoen relación con el tipo de sonido quedesea obtener, el uso o no de determinadosapoyos, almohadillas, etc.C.L.L.—No, mi mayor apoyo es dormirbastante, descansar lo suficiente.S.—¿Usa algún soporte para el instrumento?C.L.L.—Uso algo aquí —señala elhombro—, es una esponja, un apoyo.Su mayor o menor importancia dependede la configuración física de cadamúsico. Con un cuello corto no hayproblemas, pero con el cuello muy largoo los hombros caídos puede ser muyconveniente su uso.S—Usted, toca siempre con el Stradívariusque perteneció a Duskin. Hoyparece una moda el uso de estos afama-<strong>Scherzo</strong> 35
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