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237 - Scherzo

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ACTUALIDADALEMANIAACTUALIDADINTERNACIONAL40Piltrafas para VerdiVIOLETTA Y EL RUFIÁNKomische Oper. 23-XI-2008. Verdi, La traviata. Sinéad Mulhern, Timothy Richard, Aris Argiris.Director musical: Carl Saint Clair. Director de escena: Hans Neuenfels.Sinéad Mulhern y Timothy Richard en La traviata de Verdi en la Komische Oper de BerlínHans Neuenfels, el niñoterrible de la ópera, se haatrevido ahora con Latraviata. Por si hiciera faltaalgo a esta obra maestra,le ha añadido un personajemudo, encarnado porChristian Natter, una suertede rufián, un joven elegante,suave a pesar de sus mangasde cuero. En el primer preludioaparece vestido comopersonal de servicio y,durante la gran aria, atormentaa Violetta, demostrandoel poder que tiene sobreella. Ve en Alfredo a un rivalque le estropea la faena, lodesprecia y lo desafía a unduelo a cuchillo. La débil ymórbida Violetta tiene con élun vínculo ambiguo: es suboss pero también su protectory su compinche. ¿Acasosu gigolò? Todo lo estropea.En la fiesta de Flora le cortanel corazón y lo sirven enbandeja como trofeo en ladisputa de Alfredo y elBarón, que hunden sus uñasen la sangrienta piltrafa paraapoderársela. En el últimoacto aparece con una enormecabeza de animal, elpecho sangrante y dos grandestestículos colgando delBERLÍNpantalón, queriendo abrigara Violetta con un ampliomanto. Viendo que ella semuere y su negocio se frustra,se los corta, mientrassuena en la calle la algarabíadel carnaval parisién.La escenografía de ChristofHetzer es un espaciovacío y negro, con pisosespejeantes y un plafónmetálico, que hace juego conabundantes discos de metalcorroído, Dios sabe con quéfunción. El coro, vestidoestrafalariamente por ElinaSchnitzler, abunda en noviasblancas y negras, señorasencinta y un recién nacidotambién sanguinolento, amenizandolas fiestas como uncortejo fúnebre. El niño esacunado al ritmo del brindis,acaso significando que laprotagonista carece de familiay de hijos. El señor Germontes un caballero cojocon pezuñas y una cruz alcuello, al cual Violetta learranca la peluca, la cuelgade un gancho y le lava los¿pies? como una fulana.Sinéad Mulhern cantó elprimer acto con dificultadesde agudo y coloratura y lospasajes líricos con íntimaemoción. Hasta llegó a conmoveren el concertante, delbrazo del Barón, con unminivestido de plástico rojo,entre antorchas de duelo queiluminaban un catafalco querezaba “Soy una puta”. Alfinal, ese sarcófago de mármolfue su lecho de muertedonde recitó con autoridad,falló en los pianissimi peroafinó bien. Reapareció Germont,borracho perdido (yaen lo de Flora empuñabauna botella de aguardiente).Aris Argiris lo cantó conpotente y viril voz de barítonoque poco parecía la de unculpable. Timothy Richardfue un Alfredo de mediososcuros, impulsivo en lacabaletta, descolorido y chatoen lo demás. Carl SaintClair dirigió a la alemana,inexacto de ritmo e insensible.El coro (Robert Heimann)hizo lo que pudo,marcado como una comparsade marionetas. Hubo unúltimo instante, por fin, poético:un disco mostró la antiguaimagen de Violetta y elplafón se doró con la luz deun nuevo sol.Bernd HoppeMonika Rittershaus

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