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237 - Scherzo

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ENTREVISTAALEXANDRE THARAUD54cialista, los compositores suelen contactarme.Escucho siempre las obras queme envían porque me apasiona. Auncon la frustración de tener que decirque no, prácticamente siempre, porqueno tengo tiempo. Si no puedo hacertantos estrenos como yo quisiera, meimplico mucho. Los Homenajes a Couperinque estrené en el Théâtre de laVille, los toqué todo aquel verano ymás adelante por toda Europa.Vayamos a Erik Satie, otro compositor francés.Hay numerosas integrales y discos aisladospor todo el mundo. ¿Qué representapara usted este compositor? Algunos loconsideran un músico de segundo orden,mientras que Debussy lo ponía en un pináculo.¿Cuál es su punto de vista?Cuando se habla de Satie, la primeracuestión es justamente esa: ¿Dóndesituarlo? Para mí es un compositor indispensable,pues he tocado a muchoscompositores que, simplemente, nohubieran sido iguales sin Satie. Lo hefrecuentado desde la infancia —comomuchos pianistas, por otra parte—, tambiénestuvo muy próximo a una mujerque conocí muy bien, Madeleine Milhaud,a la que iba a ver muy a menudoa su casa. Y usted sabe que los últimosaños de su vida Satie almorzaba todoslos miércoles en casa de los Milhaud ypermanecía ante la chimenea, solo, todala tarde. Madeleine Milhaud fue a suapartamento inmediatamente despuésde su muerte. Ella me habló mucho deél. Por lo tanto, para mí Satie es, antesque nada, todo esto. Luego, es un grandísimocompositor, quizá un poco fuerade concurso, pues no realizó los mismosestudios musicales que otros compositoresde su tiempo. Elegió vivir —aunque fuera muy mundano— fuera delmundo, pues se sentía más cerca de lanaturaleza y de los animales que de losseres humanos. Sacar estos dos discoses para mí, ante todo, la ocasión dedecir: “Escuchemos a Satie sin a prioris,pero escuchémoslo”. Satie, que desaparecíay se escondía con tanta frecuencia,¿no juega todavía al escondite, casi unsiglo después de su muerte, con nosotros?Su música, si bien hay gente quelo considera su compositor favorito —aunque no conozca verdaderamente suobra—, su música sigue siendo unagran desconocida.¿En quién piensa cuando dice que muchoscompositores no hubieran existido sin él?En todo el Grupo de los Seis, enRavel, en Debussy… Este último le mostrógratitud, incluso le rindió homenajeal orquestar la primera Gymnopédie.¿En qué forma se presenta su disco Satie?Se trata de un álbum, porque noquería grabar una integral. Me parecióque una integral no rendiría servicio aSatie, que ha escrito una obra gigantescapara el piano. Una integral discográencontrarel coraje para abordarlo puesningún pianista lo había grabado desdehacía mucho. Con Couperin estaba enaguas conocidas. Y el discurso es diferente,Couperin está muy alejado deRameau. Su música es más íntima, másinterior; activa nuestra imaginación.A semejanza de la pieza a seis manos deCouperin, a usted le gusta compartir unmismo teclado con varios pianistas.Me gusta tocar con otros. Simplementeporque no nos vemos. Un conciertode varios pianistas es una manerade verse. Aunque nos telefoneamos,nada vale tanto como el contacto directo.Tener la ocasión de un concierto parados pianos, o a cuatro o seis manos, significaantes que nada poder verse, compartirla música juntos. También me gustala música de cámara, pero ya casi nola hago. El recital ha ganado la partida,aunque hubo un tiempo en el que prácticamenteno hacía más que eso.Usted se encargó de la programación deconciertos en la Biblioteca Nacional deFrancia. ¿Qué le atrae en la actividad deprogramador?Me gustaría dirigir un festival o crearuno. Eso me falta. Porque, antes de laBNF, había tenido otras experienciascomo programador. Me encantaba plantearencuentros con los músicos, con elpúblico, sorpresas. Pero ya llegará.Al contrario que Couperin y Rameau, Chopinatrae a todos los pianistas. La concurrenciaes considerable. ¿Qué le ha decididoa medirse con esa competencia?Chopin es el compositor que máshe trabajado desde mis estudios. Es elque más me gusta tocar. Me gustaría,por lo demás, publicar otro disco Chopinpróximamente.¿Con qué programa?No sería una integral. Sería unaselección de preludios y valses. Pero porqué no grabar una integral de aquí adiez años, si el disco existe para entonces.Y no se graba un disco en funciónde la competencia. En el fondo, se haceporque nos lo pide el cuerpo. Es undeseo que viene de lejos y que debenexperimentar todos los pianistas. Es algoque nos llega del fondo de las entrañas,que tiene ganas de salir en algúnmomento y yo diría casi que no se tieneelección. Se puede hacer o no, y se eligenotras opciones si es imposible. Despuésuno se encierra durante varios días.El resultado de este encierro puede serbueno o malo pero, qué importa, elintérprete es el peor situado para juzgarloy, al final, es secundario. El disco es,ante todo, una necesidad vital.Entonces, ¿por qué no Beethoven?Ya llegará. Durante mucho tiempopensé: “¿Beethoven? No antes de cincuentaaños”. Por eso consagré mis primerosdiscos a compositores poco difundidos.Primero fueron Poulenc, Milhaud,Chabrier. Deseaba trabajar el disco,adquirir una experiencia discográficaantes de dedicarme al gran repertorio. Alprincipio me consagré a los franceses,deseaba una coherencia en mi discografía.Siempre me ha asustado el númerode discos que salen cada mes, casi cuatrocientos.Tenía la intención de labrarmemi pequeño camino, no para hacermecon un lugar o para que se hablarade mí. Yo quería crear para mí una discografía,escalonada a lo largo de todauna vida, hecha de diferentes piedraspero que tuviera coherencia, como ungran gesto. Por eso el inicio fue esta seriede discos de música francesa, con Rameau,Ravel, Chopin. Algo no del todo incoherentepues este último admiraba lamúsica barroca e influyó a los francesesde más adelante.En el plano contemporáneo, ¿le gusta trabajarcon los compositores? ¿Qué le aportatrabajar con ellos?Elegí no ser compositor, no tocarmis obras, no hablar de ellas. Poneresta actividad en un segundo plano esuna decisión importante en la vida. Porello, contactar con compositores contemporáneos,solicitarles encargos,estar lo más cerca posible de su trabajome compensa, de alguna forma, lanecesidad de crear. Creo que esta necesidadde estar presente en la creación,de acompañar a los compositores, deadquirir una responsabilidad hacia unrepertorio que me gusta y, finalmente,de estrenar una obra en público, valepor todos los conciertos del mundo. Esun momento de una gravedad, de unatensión gigantesca. Nunca daré a luz,salvo que lo permita la ciencia, pero esun poco comparable. Esto también valepara el disco, esa idea de alumbramientode un trabajo. Después, el discovive su vida y ya no nos pertenece.Pero el estreno de una obra, sea nuestrao de otro, es siempre un alumbramientoen directo y en público. En estemomento, por ejemplo, con GérardPesson hay una relación muy estrecha,pues trabajamos para una obra futura.Todavía no existe un encargo, peronuestro deseo de trabajar juntos es tanfuerte que hemos decidido vernos devez en cuando, comer juntos, enviarnose-mails, intercambiar ideas inclusoantes de saber cómo, qué dispositivo,cuál será la sustancia de la obra. Es lomismo que pasó con Thierry Pécou, ypor eso grabé y toqué numerosas obrasde él. Nuestra amistad suscitó el deseode trabajar conjuntamente, sin necesidadde un encargo, lo que es aún másinteresante.¿Cómo aborda a los compositores?Hoy se puede contactar muy fácilmentepor Internet, teléfono, etc. Alhaber tocado bastante música contemporánea,aunque menos que un espe-

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