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comenzar a trabajar rápidamente. Después de rendirel examen teórico-práctico, que aprobó, fue convocadapara hacerse cargo del CID que hoy comanda enla ex Casa de Gobierno. El ofrecimiento llegó despuésde 8 años de trabajo en Piedra Bola. “Dije que sí, inmediatamente,porque tenía que dejar la escuela, mishijos empezaban la secundaria y la única maestra queconocían era yo”, recuerda.Bibiana se había hecho cargo de la escuela de PiedraBola después de una serie de hechos que la llevarona tomar un lugar en esa zona, cuando sus hijos eranchicos. “Visitaba seguido la zona porque la familiade mi marido es de allá. Y así supe que en la escuelanecesitaban ayuda, porque había una escuela perosin docente. Entonces se formó una cooperadora,se peleó por tener un maestro, y yo les enseñaba alos chicos los fines de semana. Tiempo después meofrecieron presentar un proyecto para irme a trabajarallá. En ese momento, mi marido me apoyó porquetrabajaba en una fábrica de zapatillas, Fitalse, que cerró”,rememora Bibiana. Era el año 2002 y la crisis de laArgentina causaba estragos en todos lados.Con un trabajo seguro, la familia tuvo que mudarseal pueblo rural. “Fue todo un cambio para los chicos.Durante tres meses iba y venía entre Piedra Bola y laciudad hasta que en octubre del 2002 se firmó el decretode nombramiento y ahí se mudó toda la familia”,explica.Pasaron 8 años, y los chicos empezaron a crecer. Hastaque el mayor, Rodrigo (16) debió volver a la ciudadhace ya tres años para continuar con sus estudios. Yaquí comenzó otro momento difícil en la historia dela familia. “Fue muy sacrificado”, dice Bibiana, mientrasllora. “Y cuando salió esto (el cargo al frente del CID)volvimos a estar todos juntos”, se alegra enseguida.Cuando el año pasado aprobó el examen de la ULP paraser docente en los Centros de Inclusión Digital renacióla esperanza de volver a la ciudad. Y no por falta de vocacióncon el trabajo que realizaba en Piedra Bola sinopor la necesidad de que la familia volviera a estar unida.En febrero de 2009, su marido y sus dos hijos máschicos volvieron a la ciudad de La Punta, donde sereunieron con el mayor. Bibiana continuó residiendo52 |re that she was the director of a rural school in Piedra Bola, a smalltown located 105 km away from La Punta. When teachers’ trainingcourse began in 2006, she decided to attend the courses during theweekends. At the moment of selection, Bibiana was called and theyoffered her an intensive training course so that she could start workingright away. After the theoretical and practice exam, which shepassed, she was summoned to be in charge of the Center she nowleads at the former Government House. This offering arrived after 8years of working in Piedra Bola. “I immediately accepted because Ihad to leave the school, my children had to go to high school and theonly teacher they knew was me”, she remembers.Bibiana had accepted to become the director of the school in PiedraBola after a series of facts that forced her to move there when her childrenwere still little. “I often came to the area because my husband’sfamily lives there. And then I knew that they needed help at school,because there was a school but no teachers. Therefore, they created aParents Board which fought to get a teacher and meanwhile I taughtkids during the weekends. Later on, they offered me to present a projectto go and work there. At that time, my husband supported mebecause he worked in a tennis shoes company Fitalse, that had closeddown”, she remembers. It was the year 2002 and the Argentinean crisiswas wreaking havocs everywhere.Having a secure job, the family had to move to the rural town. “It wasa huge change for children. During the first three months I went comeand forth from Piedra Bola to the city until October 2002 when mydesignation decree was finally signed and sealed and just then thefamily moved to the town”, she explains.Eight years went by and children started to grow up. The eldest, Rodrigo(16) had to come back to the city 3 years ago to continue his highschool education. And that marked the beginning of another roughmoment in the family’s history. “It was a sacrifice” Bibiana affirms,while she cries. “And when this opportunity arose (the work at the
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