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Gonzalo Rojas - Revista de la Universidad de México - UNAM

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Volfi unió entonces sus <strong>de</strong>dos pulgaresa los índices, cerró aún más los ojos y se pu -so a improvisar sobre el pequeño piano <strong>de</strong>colores que Leopold había <strong>de</strong>positado a <strong>la</strong>oril<strong>la</strong> <strong>de</strong>l río.Una mariposa <strong>de</strong> colores cálidos le so -brevoló y se posó sobre su <strong>la</strong>rga cabellera.—¡Es el<strong>la</strong>, es el<strong>la</strong>! ¡Es Dalis! —danzabaAlejandra y le mostraba algunos acor<strong>de</strong>snuevos en el piano—. ¡Es el<strong>la</strong>! Y entonces<strong>la</strong> mariposa suavemente realizó una piruetallena <strong>de</strong> gracia y puso a palpitar sus a<strong>la</strong>ssobre <strong>la</strong> casaca carmesí <strong>de</strong> Volfi, exactamen -te junto a su corazón.Cliiiiiiickkkk, se escuchó el obturadory enseguida apareció sobre <strong>la</strong> mesita <strong>de</strong> no -che esa imagen impresa en papel fotográficoy al sonido <strong>de</strong>slizado digital siguió unalegre cántico conjunto <strong>de</strong> aves que cada ma -ñana revolotean sobre esa cabellera y esa ma -riposa, convertidas por gracia <strong>de</strong>l vuelo ensonrisas luminosas.—Vuelo, vuelo, ¡vuelo, Volfi, mira!,¡vuelo!—Hermanita pechugoncita, estamosvo <strong>la</strong>ndo. No nos ven ellos, pero parecenmuy animados con sus copas en <strong>la</strong>s manosy <strong>la</strong>s sonrisas en <strong>la</strong>s caras. Mira, ese re chon -chito <strong>de</strong> pelo <strong>la</strong>rgo que le dice cosas lindasen alemán a esa hermosa dama, se apellidaStockhausen. Me ha contado que escribe sumúsica mientras sueña y que mientras sue -ña, vue<strong>la</strong> y que ve a los <strong>de</strong>más exactamenteigual como lo vemos a él entre <strong>la</strong> multitud:en contrapicada.—¿Contrapicada, hermanito narigón?Eso no es contrapicada, estás tocando tu so -nata tirado en el piso, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l piano ytus manos sobre el tec<strong>la</strong>do más bien parecengarzas. El<strong>la</strong>s sí que vue<strong>la</strong>n, hermanitonalgoncito.—No son garzas. Es un colibrí. Bueno,son dos: izquierdo y <strong>de</strong>recho, izquierdo y<strong>de</strong>recho. Mira, uno <strong>de</strong> ellos se posó sobremi codo izquierdo, que por <strong>la</strong> posición <strong>de</strong>lpasaje que estoy tocando en el piano, que -dó exactamente a <strong>la</strong> izquierda <strong>de</strong> mi corazón.El colibrí se <strong>de</strong>sdob<strong>la</strong>: son ahora dos.Uno <strong>de</strong> ellos se posa sobre <strong>la</strong> palma extendida<strong>de</strong>l niño. P<strong>la</strong>tican <strong>la</strong>rgamente.Cliiiiiick, el chirrido electrónico <strong>de</strong> <strong>la</strong>cámara se convierte en <strong>la</strong> imagen <strong>de</strong>l colibrísobre <strong>la</strong> palma <strong>de</strong> <strong>la</strong> mano <strong>de</strong>l niño.De <strong>la</strong>nte <strong>de</strong> <strong>la</strong> fotografía impresa, Chabe<strong>la</strong>Wolfgang Ama<strong>de</strong>us Mozart y su hermana María-Anna, en dos retratos atribuidos a Prieto Antonio Lorenzoni, 1763observa con sus hermosos y mágicos ojosver <strong>de</strong>s y maúl<strong>la</strong>.—No te has dado cuenta, Volfi, peroCha be<strong>la</strong> ya enseñó a hab<strong>la</strong>r gato a mamiy papi.—Es que Chabe<strong>la</strong> hab<strong>la</strong> humano, hermanitamullidita.Chabe<strong>la</strong> c<strong>la</strong>va entonces <strong>la</strong> mirada en al -gún punto entre el techo y el piso <strong>de</strong> <strong>la</strong> estan -cia y <strong>la</strong> distancia se vuelve elástica: lejos-cer -ca, lejos-cerca, cada vez más cerca.—¿Qué ve Chabe<strong>la</strong> que nosotros no po -<strong>de</strong>mos ver, hermanito panzoncito?—Le l<strong>la</strong>man magia, Nannerl. Así nadamás: magia.El camino se bifurca. Más a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, enmedio <strong>de</strong>l bosque, en otras ocasiones quetransitaban este camino, siempre aparecíanpeligros acechantes. Presencias ominosasque, con <strong>la</strong> música acompasada <strong>de</strong>l casco <strong>de</strong>los caballos y los ronquidos <strong>de</strong> papi junto alni ño, se volvieron paisajes agradables.Don<strong>de</strong> habitaba el miedo ahora es unoasis don<strong>de</strong> flotan flores <strong>de</strong> loto, danza on -du<strong>la</strong>nte hacia arriba el humo <strong>de</strong>l inciensoy una parvada <strong>de</strong> aves completa un coro po -lifónico exultante y calmo.—Ave Verum Corpus. Así se l<strong>la</strong>ma, hermanitasonrientita.—¿Sabes, Volfi? De repente me ocurreque tengo <strong>la</strong> certeza <strong>de</strong> que estamos aquí,pero mi intuición me dicta que hay una di -mensión junto a nosotros que palpita, ¿note has preguntado, Volfi, por qué <strong>de</strong> re pen -te estamos en una ciudad y en un instanteimperceptible se l<strong>la</strong>ma <strong>de</strong> otra manera y hoyes pasado mañana?Sintió c<strong>la</strong>ramente Volfi cómo <strong>la</strong> sonrisa<strong>de</strong> <strong>la</strong> niña tenía <strong>la</strong> estructura exacta <strong>de</strong> loque acababa <strong>de</strong> escribir: el movimiento len -to <strong>de</strong> su Concierto 21 para piano. Se sintióflotar frente a esa sonrisa y cuando una fra -se musical, en esa atmósfera <strong>de</strong> paraíso, seconvertía en <strong>la</strong> siguiente, ya estaba p<strong>la</strong>ticandocon su hermana bajo <strong>la</strong>s aguas <strong>de</strong>lrío y en <strong>la</strong> siguiente frase tomaban un cafébajo el cielo <strong>de</strong> plumas <strong>de</strong> palomas <strong>de</strong> <strong>la</strong>p<strong>la</strong>za <strong>de</strong> San Marcos, en Venecia.—¿Qué hacemos aquí, Volfi, en plenocentro <strong>de</strong> Berlín?—Es que en <strong>la</strong> siguiente frase que es -cribí <strong>de</strong>l Concierto 21, retraté el momentoen el que abrimos <strong>la</strong> boca frente al asombro<strong>de</strong> los edificios que rascan el cielo y pueb<strong>la</strong>nahora <strong>la</strong> Potsdamer P<strong>la</strong>tz y exc<strong>la</strong>mamosjun tos, cuando <strong>de</strong>scubrimos el edificio queconstruyó mi amigo Renzo Piano: ¡esto no esuna ciudad, esto es una exposición <strong>de</strong>l arte<strong>de</strong> <strong>la</strong> arquitectura!, hermanita luminosita.Los edificios se recortan en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ci<strong>de</strong>z<strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer: el c<strong>la</strong>roscuro suena: MúsicaMasónica. Volfi camina sobre el puente <strong>de</strong>Carlos, en el corazón <strong>de</strong> Praga y mientrasva en dirección <strong>de</strong>l castillo se encuentra conun hombre f<strong>la</strong>co y amarillo, enfundadoen un traje muy oscuro: <strong>la</strong> justicia <strong>de</strong>beríaser para todos, <strong>la</strong>s puertas <strong>de</strong>l castillo <strong>de</strong> -berían estar abiertas siempre para todos, re -petía el hombrecillo mientras se quitaba yse ponía su sombrero bombín.Y seguía su camino.Volfi también siguió caminando. Se ha -lló <strong>de</strong> pronto en el interior <strong>de</strong> una sa<strong>la</strong> <strong>de</strong>redacción, se sentó frente al papel en b<strong>la</strong>n-RESEÑAS Y NOTAS | 105

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