© Sophie Calleintenta, el feto nunca sale y el<strong>la</strong>, vencida por el peso <strong>de</strong>su vientre, flota boca abajo amenazando con reventar.Estoy exhausta. Llevo recorrido un <strong>la</strong>rgo camino du -rante esa noche. Las escenas siguen <strong>de</strong>splegándose sinque pueda <strong>de</strong>tener<strong>la</strong>s.Hay un hotel <strong>de</strong> aleros altos, parecido a una hacienda<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>rones pudriéndose bajo <strong>la</strong> luz cruda <strong>de</strong>l le -jano oeste. De pronto comienzo a gritar su nombre, elnombre <strong>de</strong> mi marido, aunque l<strong>la</strong>marlo así sea una inexactitudpropia <strong>de</strong> <strong>la</strong> costumbre y sus maneras <strong>de</strong> echarraíces en el lenguaje. Ya no es mi marido pues luego <strong>de</strong>seis años juntos <strong>de</strong>cidimos separarnos. Me cuesta traba -jo gritar, <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras salen espesas. “Ven, renté mi propiahabitación”, le indico. Mi marido llega, estamos hechosovillo uno <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l otro, entonces muerdo su espalday mi boca no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse porque tengo carameloen <strong>la</strong> <strong>de</strong>ntadura. “¿Sabes qué leí ayer?”, me in quie -re mientras intento <strong>de</strong>sencajar los dientes <strong>de</strong> su piel <strong>de</strong>papel para calcar. “Que una muchacha amaneció conun lunar negro en <strong>la</strong> mejil<strong>la</strong> y veinte días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong>aparición <strong>de</strong>l lunar, murió”. “¿Y por qué me lo cuentas?”,pregunto. “Para que tomes ciertas precauciones”,es su respuesta. Mi marido se aparta <strong>de</strong> mí, pren<strong>de</strong> uncigarro, mira al techo. Se vuelve <strong>de</strong> nuevo para apretarsu cuerpo contra el mío y me suelta al instante, en señal<strong>de</strong> rechazo. Se da <strong>la</strong> vuelta una y otra vez, el ansia le bulleen el interior, tiene insomnio.Todos los objetos atentan contra mí ahora, ahoraque vivo mis últimos días <strong>de</strong>l mes en el país, pues prontome iré a una is<strong>la</strong> en una tierra extranjera. Lo <strong>de</strong> <strong>la</strong> an -terior noche fue el colmo. Estaba en el auditorio <strong>de</strong> <strong>la</strong>sNaciones Unidas en Nueva York, al <strong>la</strong>do <strong>de</strong> un intérpreteruso que dirigía a un grupo <strong>de</strong> embajadores b<strong>la</strong>ncos,negros, marrones y amarillos. Veía sus bocas abrirsey cerrarse sin sonido, como si estuvieran en <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong><strong>de</strong> un cine y me <strong>de</strong>jaran so<strong>la</strong> en <strong>la</strong>s butacas, en medio <strong>de</strong>un enorme silencio. Afligida, quise alcanzarlos cuandose iban, pero me di cuenta <strong>de</strong> que me faltaba el tobillo.El tobillo y el pie <strong>de</strong>recho. A falta <strong>de</strong> <strong>de</strong>streza para ca mi -nar con el muñón, <strong>de</strong>cidí arrastrarme siguiendo <strong>la</strong>s som -bras y sus murmullos en distintas lenguas, entre <strong>la</strong>s cualespu<strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificar el acento golpeado, norteño, <strong>de</strong> alguienque hab<strong>la</strong>ba en español.Es muy fácil poner cosas en <strong>la</strong> memoria y <strong>de</strong>spuésolvidarnos <strong>de</strong> lo que enterramos ahí. Todos los días, to -das <strong>la</strong>s noches vamos <strong>de</strong>jando briznas <strong>de</strong> nosotros; estoy aquello se queda ahí, en <strong>la</strong>s almohadas. ¿Y adón<strong>de</strong> vanesas briznas? Diminutas, recónditas, comienzan a cre -cer orgánicamente en una parte que ignoramos, hastaque se convierten en otro hueso, en una suave prominencia,en un moretón súbito que aparece en el mentónsin que sepamos por qué.Qué bueno que creamos enten<strong>de</strong>r todo <strong>de</strong> nosotrosmismos y en realidad no sepamos más que lo que se aso -ma: <strong>la</strong> punta <strong>de</strong>l iceberg.No he podido <strong>de</strong>scansar como <strong>de</strong>bería, eso tambiénes cierto. La ambigüedad <strong>de</strong> estar mitad en <strong>la</strong> vigilia, mi -tad en <strong>la</strong> inconsciencia, <strong>de</strong> alguna manera justifica <strong>la</strong> na -turaleza <strong>de</strong> lo que he estado imaginando o recordando<strong>de</strong> vidas pasadas o futuras. De lo que ya aconteció y seniega a <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> mí, y <strong>de</strong> lo que está por venir yanticipa su cara. Acabo <strong>de</strong> renunciar a mi trabajo, <strong>de</strong> se -pararme <strong>de</strong> mi marido, <strong>de</strong> guardar mis pertenencias y<strong>de</strong> per<strong>de</strong>r otras, incluido el gran conge<strong>la</strong>dor que fue <strong>la</strong>dicha y el orgullo <strong>de</strong> mi etapa doméstica, y me entreten -go en preparar el próximo viaje. Uno no pue<strong>de</strong> echar to -do por <strong>la</strong> borda en medio <strong>de</strong> una tormenta, ¿o sí? No esgran cosa. Sólo estoy nerviosa y busco probar suerte enotro lugar. Ni siquiera he comprado mi pasaje. Ni si -quiera sé si <strong>la</strong>s personas que me rentarán una habitaciónen una is<strong>la</strong> muy lejos <strong>de</strong> aquí son <strong>la</strong>s que son. Es lógicoel recelo, mi precaria estabilidad. Soy <strong>de</strong> una nación don -<strong>de</strong> <strong>la</strong> duda es <strong>la</strong> norma, y los <strong>de</strong>sajustes interiores y <strong>la</strong>sconjeturas, una herencia genética.No he <strong>de</strong>scansado bien y tampoco ayuda el perro.Me alojo en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> un primo que toca elsaxofón en una banda y pocas veces vuelve. La mayor68 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO
parte <strong>de</strong> su tiempo está <strong>de</strong> gira en pueblos perdidos don -<strong>de</strong> <strong>la</strong> gente parece ida, como si estuviera viendo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>sí y no le gustara el paisaje y se echara a <strong>la</strong>s calles a bai<strong>la</strong>ral ritmo <strong>de</strong> los metales y <strong>la</strong>s tamboras a <strong>la</strong> menor oportunidad.Al <strong>la</strong>do vive una veterinaria que acaba <strong>de</strong> re -coger <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle a un perro <strong>de</strong>l tamaño y <strong>la</strong> apostura <strong>de</strong>una pantera negra. Se le ve asustado. Al principio creíque se <strong>de</strong>tendría pero luego <strong>de</strong> diez horas seguidas <strong>de</strong><strong>la</strong>drar me es imposible eludirlo. Confieso que <strong>la</strong> gentenunca fue mi especialidad. Tampoco <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas y losanimales. No me acuerdo por qué me voy. Sabía queiba a pasarme. Lloro y no puedo recordar <strong>la</strong>s razones.Supongo que eso es lo que me intriga <strong>de</strong>l perro que aúl<strong>la</strong>en el balcón contiguo. Tampoco sé sus razones. Me gus -taría contarle que su suerte es mejor que <strong>la</strong> <strong>de</strong> aquellosovejeros alemanes que eran adiestrados para llevar men -sajes, localizar heridos, o atacar a los conductores <strong>de</strong> losjeeps saltando sobre el coche en movimiento y tomandoa los enemigos por <strong>la</strong> cerviz. Sé que si le digo esto secalmaría un poco. En su revés, recuerdo lo que pasa enun re<strong>la</strong>to, aquél en el que un rey se propuso criar a un gru -po <strong>de</strong> recién nacidos a través <strong>de</strong> nodrizas que podíanamamantarlos pero no hab<strong>la</strong>rles, hasta que los reciénnacidos pudieran crear su propio idioma. Abandonadospor el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras, <strong>la</strong>s criaturas fueron mu -riendo una a una.Si hay <strong>de</strong>masiado contacto, <strong>la</strong> esencia <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas seestropea. Eso fue lo que <strong>de</strong>struyó mi matrimonio. Mimarido y yo hemos quedado en buenos términos, in -cluso me ha animado a escribir esto en un afán <strong>de</strong> ac<strong>la</strong>rarme.“Vas a estar bien”, dijo <strong>la</strong> última ocasión, sosteníauna Carlsberg en <strong>la</strong> mano. Moví <strong>la</strong> cabeza como paraexpresarle que no lo podíamos saber, o que ya no teníaimportancia. Él tenía jeans y una camisa <strong>de</strong> frane<strong>la</strong> acuadros, creo que ese día nos dimos cuenta <strong>de</strong> que ha -bíamos comenzado a irnos hacia atrás en el tiempo. Seme cayó el contenedor <strong>de</strong> azúcar en <strong>la</strong> alfombra. Así sehabía caído alguna vez <strong>la</strong> sal y se había <strong>de</strong>scompuesto elváter y me había estal<strong>la</strong>do una f<strong>la</strong>ma <strong>de</strong>l calentador enel pelo y los p<strong>la</strong>tos se erigían como una escultura contrahechay sucia en <strong>la</strong> tarja. Se habían ido viniendo aba -jo muchas cosas sin que lo pudiéramos advertir. ¿Erancapaces los otros <strong>de</strong> mirar una sil<strong>la</strong> <strong>de</strong>sportil<strong>la</strong>da, un som -brero <strong>la</strong><strong>de</strong>ado en el perchero, y percibir a través <strong>de</strong> ellos<strong>la</strong> anomalía, el infinitesimal embrión <strong>de</strong> <strong>la</strong> catástrofeque habrá <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong>spués el curso <strong>de</strong> <strong>la</strong> historia?Me pareció increíble, por un instante, que aquél hubierasido el lugar don<strong>de</strong> pasamos seis años juntos.Por eso vine a escribir sobre los sueños recientes yagotadores. Imágenes que querría dibujar si tuviera ma -nos impresionistas, estoy segura <strong>de</strong> que <strong>de</strong> todas formaslos dibujos saldrían torcidos. Es muy histérico hacerloporque ni así consigo <strong>la</strong> paz. Yo sé que cuesta lo mismohacer todo el bien o todo el mal a través <strong>de</strong> una mismaacción. Me gustaría golpear al perro hasta que yo pu -diera esfumarme con él en sus ojos. Sólo pronuncio cá -l<strong>la</strong>te, no ves que me asustas. Sé que <strong>de</strong>bería acariciarlopero mi mano aún no se atreve a experimentar pequeñosactos <strong>de</strong> bondad. Me daría pánico sentir el agitadopulso <strong>la</strong>tiendo bajo su piel <strong>de</strong> nutria. Es un alivio li -brarme <strong>de</strong> sus aullidos, y sin embargo su sumisión aten -ta con llevarse todo aquello sobre lo cual quiero ponermi temor.Ésta es una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s razones por <strong>la</strong>s que no volveré acasarme. Volví al punto en el que no tengo nada físicosobre lo cual guarecerme, salvo un boleto <strong>de</strong> avión queaún no he comprado, y un cuarto en alquiler en unais<strong>la</strong> adon<strong>de</strong> llegaré por ferry. Habrá que cruzar. Ver e<strong>la</strong>gua con <strong>la</strong>s luces <strong>de</strong> <strong>la</strong> urbe reflejadas sobre su superficie.Y ya se sabe que en el mar el reloj sólo es un cuarzo enel fondo submarino. Habrá que aferrarse a lo incierto.Pero lo último que quiero ahora, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> años<strong>de</strong> expectativas fallidas, es seguridad. Más valdrá ser elsitio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cual se liberen <strong>la</strong>s flechas. Lo que quieroes salir, yo reventando en todas <strong>la</strong>s direcciones posibles,como si fuera un cohete que estal<strong>la</strong> en lo alto <strong>de</strong> <strong>la</strong> no -che, don<strong>de</strong> no pue<strong>de</strong> distinguirse en qué parte se abreel río y en cuál se extien<strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra. Estoy segura <strong>de</strong> queuna vez que llegue a <strong>la</strong> is<strong>la</strong> no sabré qué hacer, no sólomañana ni en cuatro meses, sino ningún día. Por el mo -mento limpiaré los restos <strong>de</strong> comida que yacen en <strong>la</strong>mesa, para volver a <strong>la</strong> normalidad. Porque <strong>la</strong> normalidadsiempre flota bajo una luz <strong>de</strong>clinante y ahí <strong>la</strong>s cosasmás trascen<strong>de</strong>ntes, como <strong>la</strong>s migajas, perecen sin el me -nor atributo.© Sophie CalleLLEGAR EN FERRY | 69
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