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Gonzalo Rojas - Revista de la Universidad de México - UNAM

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La Soledad<strong>de</strong>l LoboVerónica MurguíaLa escritora mexicana Verónica Murguía <strong>de</strong>dicó diez años a <strong>la</strong>preparación <strong>de</strong> su nueva nove<strong>la</strong>, Loba, con <strong>la</strong> que ha obtenido elmás prestigiado ga<strong>la</strong>rdón <strong>de</strong> literatura fantástica en lengua cas -tel<strong>la</strong>na, el Premio Gran Angu<strong>la</strong>r <strong>de</strong> Ediciones SM <strong>de</strong> España.Ofrecemos un fragmento <strong>de</strong> este libro como una muestra que ra -tifica los extraordinarios dones <strong>de</strong> imaginación y potencia estilística<strong>de</strong> <strong>la</strong> también autora <strong>de</strong> Auliya y El ángel <strong>de</strong> Nicolás.En el bosque rugía <strong>la</strong> tormenta. Semejante a un vasto ydoliente animal, <strong>la</strong> lluvia corría entre los árboles. Lasráfagas, cargadas <strong>de</strong> agua, <strong>de</strong>shojaban <strong>la</strong>s ramas y arran -caban puñados <strong>de</strong> maleza, alzándolos en turbios remolinos.Los nidos <strong>de</strong> los pájaros se <strong>de</strong>sleían bajo el chaparrón;los ciervos, empapados y temblorosos, buscabanrefugio en <strong>la</strong>s cuevas y su aliento dibujaba nubecil<strong>la</strong>s enel aire. Los troncos se encorvaban bajo <strong>la</strong> embestida pe -ro, al llegar al castillo, <strong>la</strong> tempestad se estrel<strong>la</strong>ba contra<strong>la</strong>s piedras y parecía <strong>de</strong>tenerse, <strong>de</strong>rrotada.El castillo estaba protegido por una mural<strong>la</strong> ro<strong>de</strong>adapor un foso lleno <strong>de</strong> <strong>la</strong> maleza que solía, en tiempos <strong>de</strong>lluvia, convertirse en lodazal. Esa noche, el barro, encres -pado por los goterones que caían con ruido <strong>de</strong> grava, su -bía como una sopa burbujeante en <strong>la</strong> que flotaban rastro -jos. Una torre <strong>de</strong> homenaje, robusta y carente <strong>de</strong> gracia,se alzaba en una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s esquinas. De lejos, iluminado porel fulgor intermitente <strong>de</strong> <strong>la</strong> tempestad, el edificio semejabaun <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado montón <strong>de</strong> peñascos oscurecidospor el agua que chorreaba por sus costados.El viejo cubil <strong>de</strong> los Lobos se l<strong>la</strong>maba Bento. Quieneslo construyeron tenían una i<strong>de</strong>a c<strong>la</strong>ra <strong>de</strong> cómo <strong>de</strong>bía serel lugar don<strong>de</strong> se colocara <strong>la</strong> primera piedra. Se necesita -ba una colina para ver <strong>de</strong> lejos a los enemigos; bosquesfrondosos con ma<strong>de</strong>ra para <strong>la</strong>s armas, <strong>la</strong>s cercas, <strong>la</strong> hogue -ra. La tierra <strong>de</strong>bía ofrecer caza para comer; agua dulcepa ra resistir los asedios y, por último, campesinos a quie -nes aterrorizar, para que alguien arara <strong>la</strong> tierra a cambio <strong>de</strong>protección. La belleza arquitectónica era lo que menosimportaba a los apresurados guerreros que lo levantaron.En una tierra llena <strong>de</strong> montañas, valles y ríos, en con -traron <strong>la</strong> colina. En <strong>la</strong>s <strong>la</strong><strong>de</strong>ras, pegadas como hongos enel tronco <strong>de</strong> un gran árbol, se arracimaban medio cen -tenar <strong>de</strong> chozas. En <strong>la</strong> cima, un ojo <strong>de</strong> agua miraba alcielo. Allí nacía un riachuelo he<strong>la</strong>do que daba <strong>de</strong> bebera los campesinos y regaba <strong>la</strong>s parce<strong>la</strong>s. El bosque lo en -volvía todo. Hubo ma<strong>de</strong>ra para los techos, <strong>la</strong>s flechas,<strong>la</strong>s <strong>la</strong>nzas y los escudos. Hubo para fabricar mesas, ca -mas y corrales. También encontraron ciervos, jabalíes,piaras <strong>de</strong> cerdos salvajes, liebres y, en los arroyos, pecesque relucían como dardos <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ta.Los guerreros trataron <strong>de</strong> convencer a los campesinos<strong>de</strong> que les convenía tener barones armados que losprotegieran. Los campesinos, cuyos bisabuelos habían lle -gado allí huyendo <strong>de</strong> una guerra o <strong>de</strong> otra, se encogie ron<strong>de</strong> hombros. No tenían necesidad <strong>de</strong> protección mien-62 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

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