Aun no estoy muerto

dentro y fuera del escenario. Además, los dos somos baterías. Los baterías nos
mantenemos unidos.
A pesar de la inminente partida de Peter, la mayoría de los recuerdos que
tengo de esa gira son estupendos. Una gran parte del tiempo, a decir verdad,
estoy en el paraíso. Llevo auriculares para oírme cantar y tengo una
maravillosa mezcla de sonido. Es genial tocar algunas de esas piezas: The
Waiting Room suena fresca y diferente cada noche y Riding the Scree, un tema
de Tony para teclados, y Silent Sorrow in Empty Boats son piezas ambientales
que son una delicia.
A pesar de todo, la sensación general es la de un grupo que corre como
pollo sin cabeza. El álbum había salido en el Reino Unido el 18 de noviembre
de 1974 y la gira comenzó en Chicago dos días más tarde, por lo que ni
nuestros más fervientes seguidores han tenido tiempo para digerir cuatro caras
de conceptualismo progresivo ambiental. Es una enorme cantidad de música
para asimilarla de golpe en un concierto. De puertas adentro, todos estamos un
poco malhumorados ante esos inicios tan poco prometedores para una gira de
tal ambición, magnitud y coste.
Pero, benditos sean, nuestros seguidores dan lo mejor de sí. Para cuando los
noventa minutos tocan a su fin, con dos versiones de Peter sobre el escenario
para el número final, it. (una canción cuyo título va en minúscula, en cursiva y
lleva punto al final), todo el mundo ve doble. Es un éxito, pero no el éxito que
habríamos podido tener de ser la música más conocida y el argumento más
accesible.
La gira de The Lamb Lies Down on Broadway acaba convertida en un mito, a
lo que ayuda la comedia This Is Spinal Tap. Esta gira sería el material perfecto
para sus guionistas y actores. ¿Esa escena en la que una vaina gigantesca no se
abre y un músico queda atrapado? Lo he vivido, verme preso en el escenario,
con accesorios que no funcionan, junto a un guitarrista iracundo. Tal vez no
sea casualidad que Derek Smalls, el bajista del grupo ficticio Spinal Tap, sea
idéntico a Steve Hackett en esta época.
A veces tocamos en lugares a medio llenar. Peter tiene su propio camerino,
con maquillaje y un espejo, y los cuatro somos visitantes bienvenidos. No es
ninguna prima donna, pero hay un montón de ejecutivos de compañías
discográficas que se pasan por el camerino tras el concierto y exclaman:
«¡Qué gran espectáculo, Pete!».
A Tony, y también a mí, nos toca las narices ver cómo le lamen el culo. A
Peter lo consideran el glorioso arquitecto. Genesis corre el peligro de verse