Aun no estoy muerto

arreglamos para permanecer en posición vertical y ponemos al público en pie.
Esa media docena de conciertos son así: todos llenos, todos increíbles. Genesis
ha despegado, al fin. Por lo menos en Bélgica.
En nuestro país aún estamos tocando en locales como el Farx, un club
dentro de un pub en Potters Bar, y en otro Farx en Uxbridge Road, Southall.
Esta última es una de las poquísimas actuaciones a las que asiste mi padre, pues
está cerca de la casa de Barbara Speake, donde vive mi madre, y no queda lejos
de Hounslow, donde mi padre está pasando los últimos meses antes de la
mudanza definitiva a Weston-super-Mare.
Dicho esto, lo único que recuerdo de su presencia es que asistió. No
encuentro otros detalles; no recuerdo que me dijera: «Buen trabajo, hijo».
Quizá solo se quedó el tiempo justo para tomarse una cerveza amarga. Me
imagino que aún no ha cambiado de opinión respecto a que no voy a llegar a
nada. Es solo un pub y su hijo pequeño parece estar tocando en un grupo cuya
música le resulta muy poco musical. Por esta época no es nada raro que
toquemos canciones que aún no tienen letra, canciones que a todas luces están
inacabadas o que sin más Peter empiece a cantar sílabas al azar.
El público no parece advertirlo. ¿Tan extasiados están por nuestra
maravillosa música? ¿O es que están borrachos? Es probable que se deba a que
nuestro usado y abusado sistema de sonido está tan reventado que nadie es
capaz de discernir la letra. Pobre papá. No es de extrañar que casi nunca venga.
No es de extrañar que tema por el futuro de su hijo.
Al cabo del tiempo, a pesar de la incesante presión de dar conciertos, estas
canciones sin palabras (y algunas palabras incomprensibles), junto a algunos
pasajes musicales bastante nebulosos, se aglutinan para formar nuevas
canciones. Por fin estamos preparados para grabar mi primer álbum con el
grupo, lo que supone que el nuevo de la clase va a convertirse en miembro por
derecho propio de Genesis.
Irónicamente, este es también el momento en el que mis lazos de sangre se
estiran hasta el punto de ruptura. En junio, mi padre y mi madre por fin
deciden vender la casa de Hanworth Road. Pero aquí, en el verano de 1971, un
año después de mi incorporación a Genesis, la vida en grupo continúa
inexorable, absorbente, y levantamos campamento rumbo a Luxford House, en
Crowborough, East Sussex. Es la casa de alquiler de Strat, y también su
sugerencia: los grupos «que se lo montan en el campo», es decir, que
componen canciones lejos del mundanal ruido de la ciudad, es lo que se lleva.
Si está bien para Traffic y Led Zeppelin, está bien para Genesis.