Aun no estoy muerto

que, por fin, yo me guste de nuevo y recupere la confianza en mí mismo.
Es enero de 2013. Un año nuevo y, espero, un nuevo yo.
Me han puesto una medicación muy fuerte, que forma parte del proceso de
desintoxicación al que me obligan los médicos. Me tienen que hacer
comprender lo cerca que estoy de morir.
Tras recibir el alta del New York-Presbyterian, sigo viendo al doctor Kleber
con regularidad.
—Hay algo que puedo darte, Phil, pero no te lo puedo dar todavía. ¿Quieres
dejar de beber?
—Bueno, sí, ahora sí, de verdad.
Me explica cómo funciona el Antabuse, un medicamento que se receta a las
personas con alcoholismo crónico: bloquea una enzima que ayuda a
metabolizar el alcohol, lo que implica sufrir efectos secundarios muy
desagradables si se bebe mientras se toma esta medicina. En esencia, toma un
trago y vas a sufrir de inmediato un dolor de cabeza y unas náuseas
espantosos. Voy a tener que volver para que me haga análisis de sangre y
entonces, si no hay rastros de alcohol en la sangre, el doctor Kleber me podrá
dar el Antabuse, pero tiene que ser una enfermera quien lo administre.
—Vamos, puedes confiar en mí —digo.
—Confío en ti —responde él, quizá mintiendo—. En lo que no confío es en
la enfermedad.
Pero, una vez más, no doy mi brazo a torcer.
—No puedo hacerlo. —Con mi estilo de vida no puedo recibir a una
enfermera todos los días a las ocho de la mañana para darme una pastillita.
Necesito ser capaz de tomar el Antabuse por mi cuenta. Llegamos a un
acuerdo: a pesar de mis protestas por ser tratado como un bebé, Dana me lo da
cada día durante más o menos un mes.
Al final, cerca del Gran Final, el doctor Dutta me salva la vida. Me hace
comprender, sin dudas, de verdad, de una vez por todas, lo cerca que he estado
de la muerte. El páncreas no solo queda marcado, sino que muestra señales de
daños irreparables.
Eso es, al fin, un motivo más que aceptable para mí. Quiero ver a mis hijos
crecer, casarse, tener hijos. Quiero vivir.
Ha habido momentos luminosos en este periodo de mierda, como la gira de
Genesis Turn It On Again, mi álbum Going Back y los conciertos. Pero no ha
habido bastantes.
Y, tras dejar atrás todas esas tinieblas, tengo que dar las gracias a mis hijos,