Aun no estoy muerto

granero viejo y agradable y aquí nos sentimos cómodos tocando,
improvisando y componiendo. Lo que de verdad va a poner a prueba a esta
formación experimental será la actuación en directo. O, para ser más precisos,
los viajes para ir a actuar. ¿Cómo van a combinar los elementos combustibles
del «nuevo» Genesis en el entorno cerrado de un coche familiar británico,
minúsculo y ruidoso?
Como nuestra ambición no se contenta con el rural Surrey, en los últimos
meses de 1970 nos encontramos dando conciertos por todo el país, viajando
en el Hillman Imp de Peter o el Mini Traveller de Mike. Pero incluso entonces
los viejos hábitos escolares persisten y pronto queda patente cuál es la
jerarquía. Como era de esperar, a mí me toca el lugar más bajo.
Ser el conductor te coloca en una posición de ventaja. Significa que estás al
mando y que puedes quedarte con todos los sellos de Green Shield que
obtenemos cuando repostamos en la gasolinera. Peter y Mike serán los
orgullosos propietarios de una vajilla de veinticuatro piezas mucho antes de
que yo siquiera eche un vistazo a un plato de postre.
Cuando Peter conduce, por lo general Tony se impone en la discusión
acerca de quién viaja en el asiento del pasajero. El resto nos apretujamos atrás,
forcejeando para hacernos hueco entre las guitarras eléctricas y acústicas.
Por un tiempo, «el resto» somos tres, pues hay otro guitarrista, Mick
Barnard. Después de la audición que Ronnie no pasó, seguimos adelante con
cuatro miembros, sin guitarrista, y Tony intenta valientemente tocar todas las
partes de guitarra en un piano eléctrico Hohner con un pedal de distorsión.
Entonces encontramos a Mick. Es buen tipo y buen guitarrista, pero no dura. El
recuerdo que me ha quedado de la breve estancia de Mick en Genesis no es su
forma de tocar ni nada musical, sino dejarlo siempre, después de cada
concierto, en el área de servicio Toddington Services, en la M1, cerca de
Dunstable, en Bedfordshire. No tengo ni idea de cómo llega a casa desde allí.
Por lo tanto, continúa la búsqueda de un guitarrista. Una semana, al leer el
Melody Maker nos encontramos el anuncio de Steve Hackett: «Un acordeonista
competente»[3], comienza, que es un astuto ardid para aparecer en primer
lugar en esa lista que va por orden alfabético, y a Peter le parece lo bastante
interesante como para indagar. Invitamos a Steve al nuevo apartamento de
Tony, en Earl’s Court, para que nos muestre de qué es capaz. Llega vestido de
negro de pies a cabeza, algo a lo que nos vamos a acostumbrar, y es un
personaje muy intenso. Steve, a todas luces gran admirador de Robert Fripp,
de King Crimson, nos impresiona no tanto por su técnica como por sus ideas.