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Los 39 escalones - John Buchan

Richard Hannay era joven, era rico y se aburría. Y cuando por puro aburrimiento escuchó la extraña historia que le contaba su vecino del piso de arriba, no se imaginó que acababa de meterse en una trampa infernal, y que debería desentrañar el misterio de los 39 escalones si quería salvar a Europa de una intriga siniestra y librarse él mismo de una muerte segura.

Richard Hannay era joven, era rico y se aburría. Y cuando por puro
aburrimiento escuchó la extraña historia que le contaba su vecino del piso de
arriba, no se imaginó que acababa de meterse en una trampa infernal, y que
debería desentrañar el misterio de los 39 escalones si quería salvar a Europa
de una intriga siniestra y librarse él mismo de una muerte segura.

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Esta evocación pareció trastornarle, y engulló un poco más de whisky.<br />

—Después vi a un hombre que paseaba por la calle delante de este edificio. Solía<br />

quedarme encerrado todo el día en mi habitación, y sólo me escabullía una o dos<br />

horas por la noche. Le observé un buen rato desde la ventana, y me pareció<br />

reconocerle… Entró y habló con el conserje… Cuando anoche volví de mi paseo<br />

encontré una tarjeta en mi buzón. Era del hombre al que menos deseo ver en este<br />

mundo.<br />

Creo que la expresión en los ojos de mi compañero y el terror de su cara<br />

terminaron de convencerme sobre su sinceridad. Mi propia voz se agudizó un poco<br />

cuando le pregunté qué hizo después.<br />

—Comprendí que estaba acorralado, y que sólo tenía una salida. Debía morirme.<br />

Si mis perseguidores me creían muerto volverían a desparecer.<br />

—¿Cómo se las compuso?<br />

—Dije a mi sirviente que me encontraba muy mal, y me las arreglé para tener<br />

aspecto de moribundo. No fue difícil, pues tengo experiencia en disfrazarme.<br />

Después me agencié un cadáver; en Londres siempre puedes conseguir un fiambre si<br />

sabes dónde buscarlo. Lo traje dentro de un baúl en el techo de un vehículo de cuatro<br />

ruedas, y tuvieron que ayudarme a subirlo a mi habitación. Era necesario acumular<br />

pruebas para la encuesta. Me metí en la cama y ordené a mi sirviente que me<br />

preparara un somnífero, y después le dije que se largara. Quería ir a buscar a un<br />

médico, pero yo maldije un poco y le confesé que no resistía las sanguijuelas. Cuando<br />

me quedé solo empecé a arreglar el cadáver. Era de mi estatura, y deduje que había<br />

muerto por beber demasiado, de modo que puse botellas por todas partes. La<br />

mandíbula era lo menos parecido, así que se la destrocé con un revólver. Supongo<br />

que mañana habrá alguien que jure haber oído un tiro, pero en mi piso no hay<br />

vecinos, y decidí correr el riesgo. Dejé el cadáver en la cama, vestido con mi pijama,<br />

con un revólver entre las sábanas y un considerable desorden alrededor. Después me<br />

puse un traje que había estado reservando para alguna emergencia. No me atreví a<br />

afeitarme por miedo a dejar pistas, y además habría sido absurdo que intentara llegar<br />

a la calle. Había estado pensando en usted durante todo el día, y llegué a la<br />

conclusión de que era mi única posibilidad. He estado mirando por la ventana hasta<br />

que le he visto llegar, y entonces he salido a su encuentro… Eso es todo, señor, ahora<br />

ya sabe casi tanto como yo sobre este asunto.<br />

Empezó a parpadear igual que un búho. Tembloroso a causa del nerviosismo,<br />

pero desesperadamente decidido. A estas alturas yo estaba convencido de que había<br />

sido sincero conmigo. Era una historia increíble, pero a lo largo de mi vida había oído<br />

muchos cuentos aparentemente falsos que después resultaron ciertos, y había<br />

adquirido la costumbre de juzgar al hombre en vez de la historia. Si hubiera querido<br />

introducirse en mi piso para después cortarme el cuello, habría escogido un cuento<br />

www.lectulandia.com - Página 11

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