20.04.2019 Views

Los 39 escalones - John Buchan

Richard Hannay era joven, era rico y se aburría. Y cuando por puro aburrimiento escuchó la extraña historia que le contaba su vecino del piso de arriba, no se imaginó que acababa de meterse en una trampa infernal, y que debería desentrañar el misterio de los 39 escalones si quería salvar a Europa de una intriga siniestra y librarse él mismo de una muerte segura.

Richard Hannay era joven, era rico y se aburría. Y cuando por puro
aburrimiento escuchó la extraña historia que le contaba su vecino del piso de
arriba, no se imaginó que acababa de meterse en una trampa infernal, y que
debería desentrañar el misterio de los 39 escalones si quería salvar a Europa
de una intriga siniestra y librarse él mismo de una muerte segura.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—¿Acaso se propone llevarnos a la comisaría de policía? —preguntó el gordo—.<br />

Quizá esto fuera lo mejor, pero supongo que no se contentará con la policía local.<br />

Tengo derecho a pedirle que nos enseñe la orden de arresto, pero no quiero formular<br />

ninguna calumnia contra usted. Sólo está cumpliendo con su deber. Sin embargo,<br />

admitirá que lo hace con mucha torpeza. ¿Puedo saber cuáles son sus intenciones?<br />

No había nada que hacer más que llamar a mis hombres y arrestarles, o bien<br />

confesar mi error y marcharme. Estaba hipnotizado por el lugar, por el aire de<br />

absoluta inocencia, no sólo inocencia, sino sincera estupefacción e inquietud en<br />

aquellos tres rostros.<br />

«Oh, Peter Pienaar», gemí interiormente, y en ese momento estuve a punto de<br />

maldecirme por tonto y pedirles perdón.<br />

—Mientras tanto, propongo que juguemos una partida de bridge —dijo el gordo<br />

—. Dará tiempo al señor Hannay para reflexionar, y nos distraeremos un rato.<br />

¿Quiere usted jugar, señor?<br />

Acepté como si se tratara de una invitación normal en el club. Todo aquel asunto<br />

me había hipnotizado. Fuimos al salón de fumar, donde había una mesa de juego, y<br />

me invitaron a fumar y beber. Ocupé mi lugar en la mesa como en un sueño. La<br />

ventana estaba abierta y la luna iluminaba los acantilados y el mar con una luz<br />

amarilla. La cabeza me daba vueltas. <strong>Los</strong> tres habían recobrado la compostura y<br />

charlaban con naturalidad de los temas que se oyen en cualquier club de golf. Yo<br />

debía destacar como un bicho raro, sentado entre ellos con el ceño fruncido y la<br />

mirada ausente.<br />

Mi pareja era el joven moreno. Soy un jugador de bridge bastante aceptable, pero<br />

creo que aquella noche no hice un buen papel. Vieron que habían logrado<br />

desconcertarme, y eso les confirió aún más seguridad en sí mismos. Yo seguí<br />

observando sus rostros, pero no me revelaron nada. No es que tuviesen un aspecto<br />

distinto; eran distintos. Me aferré desesperadamente a las palabras de Peter Pienaar.<br />

De repente algo me despertó.<br />

El anciano bajó la mano para encender un cigarro. No lo cogió en seguida, sino<br />

que se retrepó un momento en la silla, tamborileando con los dedos sobre las rodillas.<br />

Recordé que había hecho este movimiento cuando me hallaba ante él en la granja<br />

de los páramos, encañonado por las pistolas de sus criados.<br />

Fue un pequeño detalle, que sólo duró un segundo, y había un millar de<br />

probabilidades contra una de que en aquel momento yo estuviera mirando mis cartas<br />

y no lo viese. Pero lo vi, y, en un instante, el aire pareció aclararse. Las sombras de<br />

mi cerebro se desvanecieron y observé a los tres hombres de un modo muy distinto.<br />

El reloj de la repisa de la chimenea dio las diez.<br />

Las tres caras parecieron cambiar ante mis ojos y revelar sus secretos. El joven<br />

era el asesino. Ahora vi crueldad donde antes sólo había visto buen humor. Estaba<br />

www.lectulandia.com - Página 88

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!