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Los 39 escalones - John Buchan

Richard Hannay era joven, era rico y se aburría. Y cuando por puro aburrimiento escuchó la extraña historia que le contaba su vecino del piso de arriba, no se imaginó que acababa de meterse en una trampa infernal, y que debería desentrañar el misterio de los 39 escalones si quería salvar a Europa de una intriga siniestra y librarse él mismo de una muerte segura.

Richard Hannay era joven, era rico y se aburría. Y cuando por puro
aburrimiento escuchó la extraña historia que le contaba su vecino del piso de
arriba, no se imaginó que acababa de meterse en una trampa infernal, y que
debería desentrañar el misterio de los 39 escalones si quería salvar a Europa
de una intriga siniestra y librarse él mismo de una muerte segura.

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froté las morenas mejillas con gran cantidad de tierra. <strong>Los</strong> ojos de un picapedrero<br />

tenían que estar inflamados, de modo que me metí un poco de tierra en los míos, y a<br />

fuerza de una vigorosa fricción conseguí lo que me proponía.<br />

<strong>Los</strong> bocadillos que sir Harry me había dado acababan de desaparecer con mi<br />

chaqueta, pero el almuerzo del picapedrero, envuelto en un pañuelo rojo, estaba a mi<br />

disposición. Comí con avidez varias rebanadas de pan con queso y bebí un poco de té<br />

frío. Dentro del pañuelo había un periódico local atado con un cordel y dirigido al<br />

señor Turnbull, evidentemente destinado a solazar su descanso del mediodía. Volví a<br />

hacer el envoltorio, y dejé el periódico bien visible junto a él.<br />

Mis botas no me satisfacían, pero a fuerza de dar patadas entre las piedras las<br />

reduje a la superficie granítica que caracteriza el calzado de un picapedrero. Después<br />

me mordí y raspé las uñas hasta que los bordes estuvieron resquebrajados y<br />

desiguales. <strong>Los</strong> hombres con quienes debía enfrentarme no pasarían ningún detalle<br />

por alto. Rompí uno de los cordones de las botas y volví a atarlo con un torpe nudo, y<br />

aflojé el otro para que mis gruesos calcetines sobresalieran por encima de la caña.<br />

Aún no había señales de ningún vehículo en el camino. El coche que yo había<br />

visto hacía media hora debía haber regresado a su punto de partida.<br />

Una vez terminado mi arreglo, cogí la carretilla y empecé mis viajes al montón de<br />

piedras que había a unos cien metros de distancia.<br />

Recordé a un viejo amigo de Rodesia, que había hecho muchas cosas raras en sus<br />

buenas épocas, y una vez me dijo que el secreto de interpretar un papel era<br />

identificarse con él. «Jamás lo harás bien —me dijo—, si no logras convencerte de<br />

que tú eres realmente el personaje.» Por lo tanto deseché todos mis pensamientos y<br />

me concentré en la reparación del camino. Pensé en la casita como en mi hogar,<br />

evoqué los años que había pasado con mi rebaño en Leithen Water, y me regocijé con<br />

la perspectiva de dormir en una cama de paja y beber una botella de whisky barato.<br />

Aún no se veía nada en aquel largo camino blanco.<br />

De vez en cuando una oveja aparecía entre los brezos y me contemplaba. Una<br />

garza descendió a un remanso del riachuelo y empezó a pasear, haciéndome tanto<br />

caso como si hubiera sido una piedra. Seguí trabajando, arrastrando la carretilla con<br />

los cansinos pasos de un profesional. No tardé en sudar, y el polvo de mi cara se<br />

convirtió en una capa sólida y duradera. Ya estaba contando las horas que faltaban<br />

para que el atardecer pusiera fin al monótono trabajo del señor Turnbull.<br />

De repente oí una voz en el camino y, al levantar los ojos, vi un pequeño Ford de<br />

dos plazas y a un hombre joven de cara redonda con un sombrero hongo.<br />

—¿Es usted Alexander Turnbull? —preguntó—. Yo soy el nuevo inspector de<br />

caminos. ¿Vive usted en Blackhopefoot, y está a cargo de la sección de Laidlawbyres<br />

a los Riggs? ¡Bien! Ha hecho un buen trabajo, Turnbull. Sin embargo, hay que<br />

limpiar los bordes un poco mejor. No deje de hacerlo. Buenos días. Volveremos a<br />

www.lectulandia.com - Página 42

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