REVISTA INGENIERÍA DEL MANTENIMIENTO EN CANARIAS
Edición número 12 de la REVISTA INGENIERÍA DEL MANTENIMIENTO EN CANARIAS
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El Sistema de Molinos de Viento “Ortega”: Creación e Icono Canario
Manuel Poggio Capote - Antonio Lorenzo Tena
que en La Palma, y la utilización de lonas en las aspas
proporcionaba mayor velocidad de giro al rotor, contaron
por lo general con cuatro aspas en forma de
malla, tomadas de los molinos de torre.
En los albores del siglo XX, en Gran Canaria, el carpintero
Manuel Romero Caballero (1844-1921), construyó
también otra variante del Sistema Ortega, dotando
sus molinos de una estructura completamente
móvil, incluyendo los mecanismos de molturación
que se movían acompasando el movimiento de la torre.
Ésta se orientaba en la dirección del viento mediante
una gran cola de madera de forma trapezoidal
que permitía el giro sobre su eje de rotación. Puesto
que el iniciador y artífice de un buen número de molinos
de este modelo fue el citado Romero Caballero,
este prototipo se ha denominado –a semejanza– del
de Ortega, como “Sistema Romero”.
Foto Nº 6: Molino de Las Rosas (Agüimes).
Los molinos de viento, tanto los del Sistema Ortega
en La Palma, como sus variantes (molinas de Lanzarote
y Fuerteventura o los ejemplares del Sistema
Romero en Gran Canaria), comenzaron su declive hacía
la década de los años cincuenta del siglo XX con
la definitiva introducción y expansión de los motores
harineros. El viento había perdido su relevancia
de antaño dado que la molienda no dependía de la
fuerza de su ineludible presencia. Con ello, los molinos
eólicos cayeron paulatinamente en desuso y comenzó
un proceso de deterioro que desembocó en
la ruina de muchos y en la desaparición de otros. En
La Palma, los últimos ejemplares en perder su actividad
(entrada la década de los años setenta) fueron
los localizados en las jurisdicciones de Garafía y Puntagorda.
Afortunadamente, en esta isla se han rehabilitado
en los últimos años varios de estos ingenios
como sucede con los ejemplares de Monte Pueblo
(Villa de Mazo), Las Tricias (Garafía), o proyectos en
proceso de ejecución como el molino de Breña Alta
o el de Los Venteros, en Puntagorda.
Y es que no cabe duda de que los molinos no se
reducían a meras edificaciones industriales sino que,
además, sus aledaños se convertían en concurridos
centros de reunión. Las largas esperas para la molienda
y la necesidad de recorrer largos trayectos en
el transporte del grano, la harina o el gofio propiciaban
el encuentro vecinal, la formalización de negocios
y tratos comerciales o el cultivo de relaciones
interpersonales. Es por ello que los molinos constituyen
asimismo elementos de gran valor etnográfico,
testigos de una actividad en desuso y de una forma
de vida que caracterizaba a una sociedad agraria.
Debe reconocerse que la silueta de la torre de
madera con el rotor de aspas recortada sobre el azul
de cielo constituye un auténtico icono en el paisaje
rural de La Palma. Este hecho no pasó inadvertido
para el etnólogo Julio Caro Baroja, quién llegó a calificarlos
como verdaderas esculturas o “ruedas de
viento”. Su antiguo uso ha finalizado por el inexorable
cambio de costumbres y formas de vidas, pero su
imagen permanece en el tiempo como un auténtico
sello de identidad y, por tanto, susceptible de su utilización
como recurso paisajístico.
La monografía “El Sistema Ortega: el molino de
viento de la isla de La Palma”, de reciente publicación,
recoge la génesis, evolución, extensión y declive
del modelo diseñado por Isidoro Ortega Sánchez
durante un largo periodo que abarca desde
mediados del siglo XIX a finales del XX. Los inicios
del modelo deben vincularse necesariamente con la
mentalidad positivista y experimental de la época,
en que toda innovación era percibida como un signo
de modernidad aplicada a la mejora del discurrir
cotidiano. Mucho tuvo que ver la emigración a Cuba
desde Canarias en la propagación del Sistema Ortega
por el archipiélago ya que permitió que modestos
agricultores retornados a las islas invirtiesen en
la construcción de molinos. Y, como suele ocurrir
con toda invención tecnológica, llegó su ocaso al
aparecer nuevas fuentes motrices que relegaron la
fuerza eólica a un segundo plano. El libro recoge un
catálogo-inventario de molinos correspondientes a
este modelo y sus derivados, incluyéndose tanto los
que aún se conservan, como los desaparecidos. Se
insertan así los ejemplares pertenecientes al Sistema
Romero, propio de Gran Canaria, y las molinas de
Lanzarote y Fuerteventura, considerados todos ellos
como derivaciones del Sistema Ortega. Un repertorio
con aspiraciones de servir como referencia en el
campo de la “molinología” en Canarias.
INGENIERÍA DEL MANTENIMIENTO EN CANARIAS - N.º 12 - 2019
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