154 Georg <strong>Hegel</strong>Habíamos dicho que lo primero es la unidad del espíritu con la Naturaleza.¿Qué quiere decir eso? El espíritu es conciencia de sí y, entanto que es esto, conciencia de objetos, de fines, etc., por consiguiente,representando, queriendo, apeteciendo. En tanto que laconciencia de sí está en esta etapa, es el círculo de su representartanto como el contenido de su querer, de su apetecer, un círculo finito;por tanto, es lo finito en general. El estar sumergido del espírituen la Naturaleza encierra inmediatamente la finitud de la inteligenciay de la voluntad en sí. Esta es la determinación del oriental; y sedebe saber esto para no tener esta unidad por la condición más perfecta.Es la condición de la más elevada finalidad. Pues ¿qué debíade tener, por fin, una conciencia semejante? Los fines aún no sonaquí un universal por sí. Si yo quiero el derecho, la moralidad, elbien, entonces yo quiero algo universal; porque el derecho, la moralidad,son universales, fines, los cuales no son ya individualidades naturales.Este carácter de lo universal tiene que tomar por base a lavoluntad. Si un pueblo posee leyes justas es que lo universal ha sidoelevado a objeto. Esto supone un fortalecimiento del pensar. Talpueblo quiere y piensa lo universal. Si la voluntad quiere lo universal,entonces comienza a ser libre; porque el querer universal encierrala referencia del pensar (es decir, de lo universal) a lo universal.Así es el pensar el espíritu en sí mismo; por consiguiente, libre.Quien quiere la ley, quiere poseer la libertad. Un pueblo que sequiere como libre, subordina sus apetitos, sus fines particulares, susintereses, a la voluntad general, es decir, a la ley. Por el contrario, siel objeto de la voluntad no es universal, se sigue que aún no existe elpunto de vista de la libertad. Si lo querido es solamente algo particular,entonces la voluntad es una voluntad finita; y esta finitud de lavoluntad comienza solamente allí donde el pensar llega a ser librepor sí, donde nace lo universal. El carácter oriental, el estar sumergidoel espíritu en la Naturaleza, considerado desde el lado de la voluntad,se ha sometido, por tanto, a la finitud.La voluntad que se quiere como finita, aún no se ha concebido comouniversal. Si solamente existe la condición de señor y la condición desiervo, existe la esfera del despotismo. Si esto es expresado comosentimiento, entonces es el temor la categoría dirigente. En tantoque el espíritu está sumergido en lo natural, todavía no es libre porsí, sino que aún es la misma cosa con lo particular, aún está sujeto alo finito; entonces el espíritu puede ser apresado a este particular, alo finito, y tiene conciencia de que puede ser comprendido allí, quelo finito es destruible, que puede ser puesto negativamente. Este sentimientode lo negativo, que algo no puede durar al hombre —y conello el hombre mismo—, es el temor en general. En cambio, la libertades no ser en lo finito, sino en el ser por sí, en un infinito ser en sí;esto no puede ser atacado. Por consiguiente, el temor y el despotismoson lo dominante entre los orientales. O está el hombre bajo eltemor, es decir, tiene miedo, o domina por medio del temor; por
Introducción a la historia de la filosofía 155tanto, es siervo o señor. Ambos están en una misma etapa. La diferenciaes sólo la diferencia formal de la menor o mayor fuerza, de laenergía de la voluntad. La voluntad del señor se basa en su interésparticular; puede querer sacrificar todo lo finito a su fin particular.En cuanto que su propósito es finito, su voluntad es accidental. Lavoluntad del señor es, por tanto, libre arbitrio, porque, sorprendidoen los propósitos finitos, obra solamente por el temor. El temor es,por consiguiente, la categoría dominante en el Oriente.En Oriente, la religión tiene, necesariamente, el mismo carácter. Allíel momento principal es el temor al señor. Pero la religión ha resultadono solamente de este temor, sino que tampoco ha salido fuerade él, no lo abandona. «El temor del Señor es el comienzo de la sabiduría»*,dice la Sagrada Escritura. Esto es verdadero; y el hombretiene que haber conocido, haber sentido, haber experimentado el temor.Tiene que haber conocido sus propósitos finitos en la determinaciónde lo finito, de lo negativo. Pero tiene que pasar a través deltemor también, tiene que dominarlo. Si ha renunciado a los propósitosfinitos como algo último, entonces ya no está ligado a algo negativo,es libre del temor; pues no hay en él nada en que fuera atacable.Pero si el temor es no solamente el comienzo, sino que el fin es,por consiguiente, la categoría dominante, entonces es afirmada laforma del despotismo, de la servidumbre. Por tanto, la religión poseetambién este carácter. En tanto que la religión ofrece satisfacción,ésta estará, por fin, en esta fase misma, es decir, en una fase tal queexiste parcialmente en lo natural. Por una parte, son los poderes y lasfuerzas naturales los que son personificados y honrados en los pueblosorientales; por otra, en tanto que la conciencia se eleva sobreellas a lo infinito, la determinación principal es el temor a este poder,de manera que el individuo se siente frente a este poder sólo comoalgo accidental. Esta dependencia, esta perseverancia, este estarsumergido en lo finito puede adoptar dos aspectos y tiene que ir deun extremo al otro. Lo finito, esto es, lo que existe para la conciencia,puede tener la forma de lo finito como algo finito; pero, por otraparte, la forma de lo infinito, que, no obstante, es solamente algoabstracto (infinito abstracto), y por eso iguala a lo finito, es mismamentealgo finito. Como en la práctica pasa de la pasividad de la voluntad(esclavitud) al extremo opuesto, a la más elevada energía dela voluntad, al más elevado poder del despotismo, que es solamentelibre arbitrio, del mismo modo encontramos en la religión el sumergirseen la más profunda y brutal sensualidad aun como culto divino,y por otro lado, la huida a la abstracción más elevada y más vacía, lapura negatividad, la nada, para renunciar a esta sublimidad, a todo loconcreto. Se encuentra con frecuencia entre los orientales, preferentementeentre los indios que llevan esta abstracción al extremo de* Psalmo, CXI, 10.
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