LIBRO SEGUNDO - Bicentenario

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Pero excepci6n becha de osta minorfa, todos los dema's cse fueron
a Is, cargada^; permitaseme esta f rase tan vulgar, pero que expresaba
grificamente ]a vileza humans. La mayorfa de aquellos
diputados s6lo procur6, en todw ocasiones, hartarse de sinecuras y
graDjerfas, y agruparse en torno del quo podfa repartir billetes de
Banco.
Para esss mayorfas insanas, par& esos serviles, pars P-sos indignos
son mis ma's en6rgicas censu ras. Jamds sintieron la vergfienza
ni conocieron la dignidad. Fueron c los del mont6n^, ]a comparscria
cernavalerea que en todo instante tenfa que aplaudir y vitorear al
favorito que repartia Is pitanza, fueron los que aceptaban gustosos
^la ignominia^ que pregoDaba cinicamente Pablo Macedo; !os quo
anatematizaban a Madero, quo iniciaba su apostolado, parangonindolo
con Zu'fi- iga y Miranda; los que jamH's sintieron rubores ni pudor.
Y allf estA a la vista su proceso politico completIsirrio: fueron
despuds los quese vendieron a Madero, los que lo adularon, los que
lo eugaffaron al (in, prosternindose ante el ministro Rafael flernAnder
que les ofrecia su reclecci6n, los que ban sido los cjudas^ do
todas las facciones revolucionarias. S610 podian existir en los tiempos
porflrianos^ elogjando ]a polffica de pan y circo^, y on aquellos
Congresos representaban el papel de esclavos, de viles forzados que
remaban gustosos en Is cgran galera de la ignorninia^, encorvadns
las espaldas, vibrantes los iniisculos, tendidos los bnizos, confundidos
en la innu'mera