Els mapes del territori de Catalunya durant dos-cents anys, 1600-1800

lización previa de una plancha hecha con diferentes materiales:
madera y cobre, especialmente.
Al cabo de más de cien años de la publicación de los primeros
mapas, por lo tanto hacia 1600 o incluso unos años antes,
nos encontramos con una situación absolutamente diferente en
cuanto a la calidad de sus resultados. El paso de la elaboración
de los grabados hechos sobre una plancha de madera, las xilografías,
a los grabados hechos sobre una plancha de cobre, calcografías,
fue decisivo para alcanzar una calidad y precisión
cartográficas notables. Destacaron en este arte, y de manera
muy especial, los grabadores que trabajaron en la ciudad flamenca
de Amberes.
Los objetivos y finalidades de la publicación del material cartográfico
(mapas, planos, vistas de ciudades, perfiles y otros)
pueden ser variados. Los más habituales son los siguientes:
– Militares. Cartografía elaborada principalmente por ingenieros
militares para facilitar el conocimiento del territorio a las
tropas que habían de invadir un país.
–Comerciales. Cartografía mayoritariamente destinada para
uso de los transportes vía terrestre y vía marítima.
– Políticos. Cartografía relacionada con las divisiones administrativas
del territorio, que, en el caso de Cataluña y durante
los dos siglos objeto de la exposición, se trató de las vegue rías
–con diferentes límites según el momento–, y de los corregimientos,
a partir de 1716, año de la implantación del decreto
de Nueva Planta. También afectó a otras divisiones como la
territorial, que, en cuanto a Cataluña, se refieren a la unidad
comarcal y a la división eclesiástica.
– Científicos. Cartografía elaborada con la finalidad de tener
un buen conocimiento del territorio y de sus accidentes geográficos
de acuerdo con la aplicación de las últimas técnicas
de cada momento.
Tipología de los mapas impresos
Mapas murales o sueltos
Como su nombre indica, se trata de mapas que eran publicados
de manera individual –en el sentido de no formar parte
de ninguna colección ni recopilación– con el objetivo de ser exhibidos
en las paredes para ornamento de las residencias de sus
propietarios: casas particulares de familias cultas y acomodadas,
monasterios, iglesias, palacios, locales públicos, entre otros.
Aparte del territorio cartografiado, que podía abarcar diferentes
áreas geográficas (un país, un territorio no necesariamente
ligado a unas líneas fronterizas, una ciudad u otras), el mapa a
menudo iba enmarcado por una orla hecha a base de vistas de
ciudades o de elementos decorativos de tipo vegetal o animal.
Para la decoración propia del mapa, se encuentran elementos
como barcos, sirenas, peces, rosas de los vientos, etc. o cartelas
muy decoradas con motivos florales o personajes de la mitología.
Todo ello, muy identificado con las tendencias barrocas propias
del momento.
Estas características ponen de manifiesto que los mapas
murales gozaban de un grado de comercialización bastante aceptable
ya que eran objeto del interés de un colectivo relativamente
amplio. Ahora bien, sus propias características físicas los
convertían en documentos fungibles dada la vulnerabilidad ante
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los elementos externos: polvo, humedad, humo, luz solar, el
mismo contacto humano y, como consecuencia de esta situación,
su conservación ha sido muy exigua y han llegado muy pocos
ejemplares hasta nuestros días con respecto a los que cabe suponer
que se publicaron.
Su historial editorial pasa en una primera fase por su presentación
en una sola hoja. Más adelante, aparece ya la publicación
en varias hojas correspondientes a otras tantas planchas,
que permitían, una vez realizado el proceso de impresión, acoplar
todas las hojas y construir un mapa de grandes dimensiones.
Estas planchas tenían un formato máximo que estaba
determinado por las posibilidades de la manufactura del papel:
aproximadamente de 60 x 70 cm.
Los Países Bajos estuvieron en cabeza de la producción de
mapas murales.
La recopilación de mapas. Los futuros atlas
Muy pronto surgió la idea de presentar los mapas en forma
de recopilación con la intención de agruparlos en una unidad
temática, que podía ser de características muy variadas. Así
surgió un tipo de publicación –que más adelante se llamará
atlas– que tenía aspecto y forma de libro y que era formada por
un número diferente de mapas acompañados de sus respectivos
comentarios de carácter histórico o documental. Para dar a conocer
estas nuevas publicaciones, que eran parte del resultado de
los avances que a grandes pasos se producían en el arte de la
imprenta, se tuvo antes que resolver el problema de la adaptación
de los documentos que en origen eran de diferente formato
y escala a las medidas reales del libro del que habían de formar
parte.
Hay que citar, aunque sea brevemente, las recopilaciones
cartográficas consideradas como protoatlas. Se trata, por un
lado, de las ediciones de la obra del astrónomo del siglo II, Tolomeo,
que vivió en Alejandría, griego de origen aunque ciudadano
romano, publicadas durante el período del Renacimiento básicamente
en Italia. La obra tolemaica, titulada indistintamente
Geographia o Cosmographia, se publicó desde 1477 y es considerada
como el primer atlas impreso que se conoce, en el sentido
de recopilación cartográfica de formato único. Los mapa eran
grabados sobre planchas de madera (xilografías), o bien sobre
planchas de cobre (calcografías). Hasta 1492 vieron la luz 6 ediciones,
incunables, de esta obra. Aparte de los mapas en sí, el
científico griego estudió los cálculos de duración de los meses y
de los años y la fecha de los equinoccios. Era consciente de que
el calendario juliano vigente en su tiempo, consistente en 365
días y un cuarto, no era del todo correcto.
El segundo ejemplo de publicaciones consideradas como protoatlas
corresponde a la obra del editor francés instalado en
Roma Antonio Lafreri. En los diez años que van de 1563 a 1573
dominó el comercio de las cartas geográficas hechas especialmente
sobre planchas de cobre. Fue al autor de dos famosas
Raccolte Lafreri, basadas también en la obra tolemaica. Se trata,
de hecho, del primer atlas geográfico impreso, aunque el hecho
de que los volúmenes no fueran siempre encuadernados con los
mismos mapas ni en el mismo orden hace que su contenido varíe
mucho de un ejemplar a otro.
En ambos casos, el grado de comercialización fue escaso y
poco relevante. La idea de producir colecciones cartográficas