Els mapes del territori de Catalunya durant dos-cents anys, 1600-1800

maniobra militar alguna. Unos signos gráficos diferentes para
cada caso ayudan a distinguirlos a simple vista sobre el mapa.
Tal como en el caso del mapa de Aparici, se han conservado
unos textos que en opinión del autor habían de acompañar al
mapa y que fueron acabados también en 1726. Tampoco fue
posible conseguir la publicación de esta interesante memoria
hecha a partir del contenido del mapa.
Se trata de tres ejemplares manuscritos titulados –con muy
pocas variaciones de puntuación y vocabulario– “Guia de los
caminos mas principales del Principado de Cataluña, asi carreteros
mas quebrados por los quales pueden transitar ejercito,
artilleria, carruajes y destacamentos hechos por el coronel
conde de Darnius”, obra de manos diferentes, y con un texto
casi único para las tres versiones. Dos de ellos llevan un mapa
manuscrito plegado, muy similar al que se publicó, pero sin
ninguno de los muchos elementos de decoración claramente
barroca que aparecen en la versión impresa. El título del mapa
es “Mapa del Principado de Cataluña con la frontera de Francia
Aragon y Valencia...”. Ambos están presentados con la misma
encuadernación exacta, lo que hace suponer que provienen
de un mismo fondo. El tercer ejemplar (Ms. 10529) no contiene
el mapa; en cambio incluye al final del texto una “Tabla
de los caminos, que contiene este libro, por orden alfabético”,
o sea un índice, ya que a parte de los topónimos facilita el
folio donde aparecen citados. Este ejemplar, concretamente,
proviene de la colección del duque de Osuna. 13
Estos textos se conservan encuadernados en forma de libros
en la Sección de Reserva de la Biblioteca Nacional de España
en Madrid (1965, 6332=R.205, 10529). Aparte de la descripción
y el estado de conservación de los diferentes itinerarios,
de acuerdo con la intención del mapa, el texto pone un cierto
énfasis en detalles como, por ejemplo, los lugares de alojamiento
para los ejércitos y las precauciones a tomar en caso
de que se produjera algún incidente. En este supuesto caso,
podrían ser “socorridos por todas partes”.
5. Como representación de la aportación española a los mapas
de Cataluña también hay que poner un cierto énfasis en la
planta del Principado que dibujó el cartógrafo Tomás López
(1731-1802). Ostentó el cargo de “geógrafo de los Dominios
de Su Majestad”, al mismo tiempo que fue miembro de varias
academias.
A mediados del siglo XVIII la formación científica de nuestros
cartógrafos se encontraba a una distancia bastante considerable
respecto a la de los cartógrafos europeos. Tomás López
fue enviado a estudiar a París entre 1752 y 1760 a fin de intentar
ponerse a la altura de las circunstancias, de manera que
se pudiera partir de una base tan simple como la de conocer
la verdadera posición de pueblos y ciudades y las distancias
reales entre ellos. Se trataba de la primera vez que un cartógrafo
español entraba en contacto directo con los estudios
de nivel superior que se impartían en Europa.
13. GALERA I MONEGAL, MONTSERRAT: “Guerra i cartografia a Catalunya. Segles
XVII-XX”, La cartografia catalana: Cicle de conferències sobre història de la cartografia:
10è curs, 2000, pág. 151-154.
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López estudió matemáticas y otras ciencias necesarias para
la formación de un cartógrafo y también se preparó en el perfeccionamiento
de la técnica del grabado, todo ello con un
único objetivo: que cuando se incorporara a Madrid estuviera
lo bastante preparado como para confeccionar un mapa de
la península que pudiese competir con los de los otros países
del continente. Aun así, Tomás López no pudo realizar observaciones
sobre el propio terreno y, como consecuencia, su cartografía
contiene ciertos errores geográficos.
Su planta de Cataluña lleva fecha de 1776; por lo tanto, fue
acabada al cabo de unos cuantos años de su regreso de París.
Constan en ella los 12 corregimientos vigentes en aquel momento,
junto con el distrito especial para la Val d’Aran. Está dibujada
a escala 1:330 000 aproximadamente. Fue incluida en
un atlas publicado en 1810 y corresponde a la lámina número
60 del catálogo.
Aparte de aplicar sus conocimientos científicos, Tomás López,
de acuerdo con el texto que de manera bien explícita hace
constar en el título que aparece en la cartela barroca, tuvo en
cuenta los mapas de Cataluña que se habían publicado hasta
aquel momento: el de Aparici y el del conde de Darnius –ambos
formando parte de esta corta selección– y también el de
Francisco Javier de Garma i de Duran, publicado hacia 1770
(lámina 58 de este catálogo). Igualmente, López se inspiró en
el gran mapa de los Pirineos de Roussel y La Blottière, elaborado
a finales del siglo XVII y publicado en ocho hojas hacia
1730, y, siguiendo sus propias palabras, también se inspiró
“en otros manuscritos y buenas relaciones”. Estas consultas
están en la línea de la observación anterior según la cual
Tomás López hacía un trabajo cartográfico de despacho o de
gabinete, a base de examinar y comparar documentos relacionados
con el mapa que preparaba.
Conclusiones
Finalmente, pues, la exposición ha constado de 64 mapas
del Principado de Cataluña. Al siglo XVII le corresponden 38 y
al siglo XVIII el resto. Y, si contamos las diferentes versiones que
se publicaron de cada uno de los 64 mapas, nos encontramos
con la importante cifra de 241 documentos. Su relación detallada
ha quedado reflejada en la descripción cartobibliográfica
que acompaña a cada lámina del presente catálogo.
Desde el punto de vista de los objetivos de la publicación de
los mapas, su resultado corresponde a los temas que hemos esbozado
en los preámbulos de este estudio: militares, comerciales,
políticos y científicos. Se observa una cierta alta proporción de
mapas hechos con finalidades militares, ya que durante este
período de 200 años el Principado de Cataluña fue escenario de
guerras casi continuas, las más significativas de las cuales fueron
la Guerra de los Segadores (1640-1652) i la Guerra de Sucesión
Española (1702-1715), que, sumadas a sus respectivas secuelas,
ocuparon buena parte del resto de ambos siglos.
Con respecto a sus autores, debe destacarse la participación
de cartógrafos de los Países Bajos y de Francia, coincidiendo con
el auge que alcanzaron en estos países los conocimientos científicos
durante este período; entre ellos se cuenta la ciencia cartográfica.
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la contribución
de los cartógrafos autóctonos equilibra esta proporción en favor
de las aportaciones locales.