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LA FILOSOFÍA EN BOLIVIA - andes

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La obra apareció cuando ya estaba concluida la tempestuosa lucha que se inició en el siglo<br />

XIV, entre el poder eclesiástico y el civil, lucha que hoy no se nos presenta sino como un episodio<br />

de la historia humana, pero que en su tiempo fue el problema central de la vida pública del mundo.<br />

Como es sabido, en la Edad Media, la Iglesia había llegado a adquirir, gracias a su acción<br />

espiritualizadora y unificante, una autoridad indiscutible en el mundo. Las relaciones entre los reyes<br />

y los prelados se mantenían normalmente, de acuerdo con aquella fórmula que esgrimió Bonifacio<br />

III: "Dios ha hecho dos gr<strong>andes</strong> luminarias, y lo mismo que la luna no recibe luz sino del sol, así el<br />

poder terrestre no tiene nada que no proceda del poder eclesiástico.<br />

Pero hacia fines del siglo XIII y a principios del XIV, la situación había sufrido un cambio<br />

radical. El Estado había adquirido tal poder que ya no se hallaba en condiciones de subordinarse a<br />

la Iglesia. El conflicto, que no podía dejar de surgir, se planteó entre el Rey de Francia y el Papa en<br />

la querella famosa que acaso fue la más importante que hubo en el crepúsculo de la Edad Media.<br />

La discusión pasó del terreno de la política al de la filosofía y las posiciones antagónicas<br />

fueron defendidas de un lado por el poeta más grande de Italia, el Dante, y de otro lado por el más<br />

sutil y retorcido de los escolásticos, Guillermo de Ockam.<br />

Para Dante, todos los hombres debían tener sólo un jefe y al Papa corresponderle la<br />

supremacía frente al Emperador. Ockam por su parte sostenía que la Iglesia sólo debía intervenir<br />

en lo que se refiere a la salvación de las almas y que en lo demás los hombres debían gozar de<br />

libertad.<br />

El conflicto terminó con la secularización del Estado, que es la característica de la política<br />

de la época moderna.<br />

Villarroel no estudió el asunto desde el punto de vista teórico. Cuando publicó su libro, en<br />

1658, ya el problema había dejado de serIo en el plano especulativo y en las colonias españolas de<br />

la América sólo presentaba cuestiones de orden práctico. Su propósito al escribir el libro era, pues,<br />

como lo dice en la dedicatoria al Rey, "poner en paz a los obispos y los magistrados y unir estos<br />

dos cuchillos. Los hallo no solo divididos sino encontrados". En otro lugar expresaba: "Este es el<br />

primer servicio que he hecho en estos libros: ajustar las órdenes de nuestras leyes y que vean los<br />

obispos y los magistrados que no discuerdan los dos derechos, que pueden andar juntos los dos<br />

cuchillos".<br />

Indiscutiblemente, con esa obra monumental, ampliamente documentada, en que hacía el<br />

despliegue de los conocimientos adquiridos en el estudio y en la experiencia, Villarroel ayudó a<br />

consolidar las relaciones entre los dos poderes, que frecuentemente se encontraban en conflicto en<br />

estas tierras, tratando principalmente de hacer de todo cristiano "un buen vasallo del Rey".<br />

La contribución de Gaspar de Villarroel fue, pues, importante en ese sentido, al dar la clara<br />

noción de los problemas y al poner en los espíritus los cimientos sobre cuyo conocimiento se<br />

basaba la estructura institucional de la Colonia. Si la Universidad de Chuquisaca influyó en el<br />

proceso cultural de América y tuvo importancia como centro de gravedad del pensamiento jurídico,<br />

lo debió en gran parte a las enseñanzas de este hombre que conocía el alma de las instituciones<br />

creadas por la España del siglo XVI para el gobierno del Nuevo Mundo.<br />

Gaspar de Villarroel murió en Chuquisaca siete años después de su llegada a la ciudad.<br />

Poco antes de su muerte pudo cumplir su sueño de fundar el convento de las Monjas de Santa<br />

Teresa, donde actualmente se hallan sus restos, que reposan en esta ciudad como un símbolo de<br />

lo que el espíritu del gran ecuatoriano dejó inmaterialmente entre nosotros.<br />

Dos siglos y medio más tarde saldrá de esta ciudad otro hombre, criollo como él, escritor<br />

como él. Pero si Villarroel trajo del Ecuador las simientes de una cultura que habría de dar a<br />

Chuquisaca la conciencia de su dignidad y de su ser, Manuel Rodríguez de Quiroga llevó a Quito<br />

los frutos de esa cultura, madurados ya en el propósito de la creación de una patria independiente<br />

y soberana.<br />

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