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LA FILOSOFÍA EN BOLIVIA - andes

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entregada a un insulso pleito en que franciscanos y clérigos seculares se disputaban<br />

apasionadamente la dirección que fueron obligados a dejar los jesuitas por razón de la expulsión<br />

ocurrida en 1767, la de Chuquisaca ardía como una fragua del saber y de las inquietudes políticas.<br />

En sus aulas se formaron, entre muchas otras más, las personalidades de Moreno,<br />

Castelli, Monteagudo, animadores de la revolución argentina; de Manuel José Quiroga, nacido en<br />

Chuquisaca y gestor de la revolución de Quito en febrero de 1809; de Mariano Alejo Alvarez, autor<br />

del Discurso sobre las preferencias que deben tener los americanos en los empleos de América y<br />

precursor de la independencia peruana; de Jaime de Zudáñez, protagonista de la revolución del 25<br />

de mayo de 1809, redactor de las constituciones de Chile, Argentina y Uruguay y fundador de la<br />

Corte Suprema de este último país.<br />

Para la vitalidad de la Universidad contribuyó el hecho de que en Chuquisaca tenía su sede<br />

la Real Audiencia de Charcas con jurisdicción en todas las provincias del Alto Perú y del Río de La<br />

Plata, así como el, Arzobispado del cual eran sufragáneos los obispados de Buenos Aires, Potosí,<br />

Santa Cruz, La Paz, Asunción y Tucumán.<br />

Pero la circunstancia de encontrarse situada en una región que en la época colonial tenía<br />

una grande importancia económica dio a la Universidad un sentido humano que no tuvieron las<br />

demás.<br />

"La cultura universitaria del Alto Perú — dice el escritor peruano Barreda y Laos — tenía el<br />

contacto directo con la dolorosa realidad social y económica ofrecida por la región contigua de<br />

Potosí. Aquellos cerros mineralizados que, al decir de Giménez de la Espada, se cubrían de noche,<br />

merced al trabajo de los indios mineros, bajo el régimen riguroso de mitayos y encomenderos, de<br />

luminarias de guairas fundiendo plata".<br />

Sólo en Chuquisaca pudieron haberse escrito las impresionantes páginas del Discurso<br />

sobre la mita de Potosí de Victorián de Villava, o de la Disertación jurídica sobre el servicio<br />

personal de los indios de Mariano Moreno. Sólo aquí pudo encenderse la polémica que Villava<br />

mantuvo con el gobernador de Potosí Paula Sanz sobre la explotación de los indígenas.<br />

Pues bien, también aquí apareció una de las producciones más genuinamente<br />

revolucionarias, digna de ser colocada entre las que acabo de citar y casi desconocida entre<br />

nosotros, de la cual voy a ocuparme en este artículo.<br />

Me refiero al Diálogo entre Atahuallpa y Fernando Séptimo, que circuló en Chuquisaca en<br />

los primeros meses de 1809.<br />

Los escritores bolivianos que han hecho la historia de esos agitados y dramáticos meses<br />

han dado algunas referencias acerca de la obra. Monseñor Miguel de los Santos Taborga, por<br />

ejemplo, dice: "Por esos días Monteagudo había escrito el diálogo de Atahuallpa y Fernando VII,<br />

que pasaba de mano en mano, afanándose cada cual en sacar una copia". Manuel José Cortés en<br />

su Ensayo sobre la Historia de Bolivia escribe que los revolucionarios de Chuquisaca ocultaban sus<br />

verdaderos designios políticos, pero que, en cambio, "más audaz que sus compañeros prefería<br />

Monteagudo los medios directos y escribió el diálogo de Atahuallpa y Fernando Séptimo que avivó<br />

el ansia de la independencia". Y Alcides Arguedas, en su Fundación de la República expresa: "Los<br />

discursos de corrillos, los papeles manuscritos que anónima y secretamente circulaban, las frases<br />

intencionadas que habían prendido en la imaginación del pueblo sacadas del diálogo de Atahuallpa<br />

y Fernando Séptimo, compuesto en esos días por Monteagudo, traían enfiebrados de esperanza a<br />

los doctores agitadores y a los descontentos".<br />

El diálogo circuló, pues, manuscrito, como circulaban entonces todas las producciones que<br />

se quería llevar al conocimiento público. Como no existían imprentas, que sólo mucho más tarde<br />

aparecieron en el país, la libelación, como dice Gabriel René-Moreno, era una institución pública.<br />

Los pendolistas tenían oficinas en las cuales hacían copias que pasaban después a la circulación.<br />

Existían también, como es de suponer, oficinas cl<strong>andes</strong>tinas y pendolistas de ocasión, que<br />

entraban en funciones cuando se trataba de manuscritos de carácter anónimo o subversivo. Las<br />

producciones de esta última especie se fijaban en las paredes o circulaban de mano en mano<br />

secretamente. Boleslao Lewin cuenta, por ejemplo, en su documentado libro sobre Túpaj Amaru,<br />

que el siguiente pasquín apareció fijado el 22 de marzo de 1782, en la puerta de la Real Audiencia<br />

de Charcas, aludiendo a la sublevación del fallido caudillo indígena:<br />

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