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LA FILOSOFÍA EN BOLIVIA - andes

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lado la libertad de enseñanza representaba para él la base misma de la libertad del pensamiento.<br />

“La libertad de la enseñanza plena y completa, está en la libertad de doctrina”.<br />

Pues bien, queriendo hacer realidad esos principios, Fernández fundó el Liceo Libertad. La<br />

empresa le costó muchos afanes. Hizo referencia a ellos en el discurso que pronunció en la<br />

ceremonia de inauguración realizada el 31 de enero de 1874, diciendo: “Sin más títulos ni<br />

antecedentes, es cierto, que nuestro entusiasmo por todo lo grande, noble y generoso, lanzamos al<br />

público la iniciativa. Ni una sola voz contestó a nuestro llamamiento. Contábamos con la<br />

cooperación del Gobierno, que debe una decidida protección a toda institución naciente. Nos<br />

dirigimos al Ministro de Instrucción de entonces con el propósito de restablecer bajo la vivificante<br />

acción de la libertad, la Universidad que la citada disposición echaba por tierra. El resultado fue<br />

una negativa con infracción de la ley. Miramos en torno nuestro. Creíamos hallar apoyo al menos<br />

en aquellos que hasta entonces se habían consagrado a la enseñanza, pero sólo hallamos<br />

egoísmos e indiferencia”.<br />

Fernández se proponía organizar una Universidad completa. Al terminar su discurso se<br />

refirió a esa aspiración diciendo: "¿Podrá llegarse a la Universidad libre y existente por sí misma,<br />

como el poder social encargado de representar y difundir la ciencia? lo dudamos; pero tal es<br />

nuestra tendencia y el objeto culminante de nuestro propósito.<br />

El Liceo funcionó primero sólo como Facultad de Derecho, siendo sus profesores, además<br />

de Fernández, Telmo Ichazo, Atalía Vargas y Manuel Molina. Después incluyó también un colegio<br />

secundario. El establecimiento se desenvolvió con éxito por la calidad del personal docente y<br />

porque concurría a él lo mejor de la juventud de Sucre.<br />

IV<br />

El campo especulativo de su predilección fue la filosofía. No sabemos en qué<br />

circunstancias ni cuándo conoció la obra de Comte. Pero a su difusión se entregó con fervor en el<br />

Liceo Libertad. Fernández predicaba el abandono de las ilusiones teológicas y metafísicas que, por<br />

lo demás creía que habían sido ya superadas por el progreso humano. Por eso se burlaba de los<br />

u}tramontanos diciendo que éstos "atribuían la evolución que se verificaba en las ideas a la<br />

perversión de los que las profesaban". Pero la causa de esa evolución estaba, según él, "en el<br />

medio social que ha creado el siglo en que vivimos, en la celeridad con que se transmiten los<br />

conocimientos y las ideas; en el contacto que la facilidad de comunicaciones procura entre los<br />

pueblos, en la difusión de la prensa, del folleto, del libro". "Sería menester — añadía — destruir<br />

todos los progresos que admiramos: caminos de hierro, telégrafos, teléfonos, ciencias, artes; sería<br />

menester destruirlo todo y entonces la juventud que no leería, que no sabría lo que pasa en los<br />

distintos pueblos, que no se pondría en contacto con la civilización creciente, no se corrompería".<br />

Como positivista, tenía fe en la acción del pensamiento. "Los pueblos viven — decía —, por<br />

una idea que se encarna en la conciencia pública y toma su forma en un gobierno".<br />

Y como político boliviano se preguntaba: "¿Cuál es la idea que ha presidido la marcha de la<br />

República y cómo la ha servido?” La respuesta era desalentadora: "Los principios democráticos<br />

que alumbraron la república en el momento de su fundación, se han eclipsado más de mil veces<br />

entre el humo de las discordias civiles y hemos continuado nuestra vida de servidumbre bajo la<br />

presión de autocracias militares salidas de los motines de cuartel”. "Cincuenta años de guerras<br />

intestinas, de motines de cuartel, de demagogia. Y en medio de ese caos de egoísmo, de lucha,<br />

ninguna revolución". Pues bien, la verdadera revolución la traía el positivismo.<br />

Fernández daba a la doctrina comtiana un aspecto novedoso. Para él las doctrinas<br />

positivistas significaban un cambio radical en la actitud del hombre frente a la sociedad y al mundo.<br />

Antes del positivismo, en la época que Fernández llamaba de la civilización subjetiva, la ley de la<br />

existencia era la lucha del hombre contra el hombre. Después del positivismo, dentro de la<br />

civilización objetiva, la actividad obedecía al principio de la lucha del hombre contra la naturaleza.<br />

"Ya no se trata, — decía — de someter a los disidentes para procurar la uniformidad, ya no<br />

se trata de emprender una guerra de exterminio a consecuencia de un dogma. Semejantes<br />

extravíos son propios de una civilización subjetiva que ha pasado y que no volverá. La lucha hoy<br />

no es de hombre a hombre. No se tiende a dividir la sociedad por creencias, por doctrinas, por<br />

ideas. El terreno de discusión de las doctrinas es el de la lógica objetiva, cuyas armas son la<br />

observación y la experiencia. La lucha se empeña con la naturaleza, para descubrir sus secretos,<br />

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