LA FILOSOFÍA EN BOLIVIA - andes
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característica sobre los indios, que de ella había nacido una mitología, que revelaba "la admiración<br />
del espíritu indio ante la grandiosidad de la naturaleza; sólo un ser sobrenatural omnímodo y<br />
poderoso, pudo haber sido autor de la naturaleza inmensa y al mismo tiempo misteriosa que se<br />
presentaba a sus ojos".<br />
El prestigioso investigador de las ruinas de Tiahuanacu, Arturo Posnansky, sostiene que el<br />
"signo escalonado" que se encuentra en todas las decoraciones indígenas, es un símbolo sagrado<br />
que representa el cielo y la tierra de los Andes. "Ese símbolo —dice— no sólo era de significado<br />
teogónico sino también la expresión de un concepto cosmológico".<br />
Si fueran exactas tales afirmaciones, es indudable que el pensamiento indígena habría<br />
llegado a formular una interpretación filosófica del mundo, es decir a tener una visión por lo menos<br />
parcialmente objetiva de éste y una cierta noción de la regularidad de los fenómenos naturales.<br />
Pero la verdad es otra. Si bien no se puede hacer una afirmación categórica con respecto a<br />
este asunto porque no se lo ha estudiado debidamente, parece ser que los indios no habían<br />
pasado en sus concepciones de aquella que es característica de las mentalidades primitivas y que<br />
no puede denominarse una filosofía.<br />
Los indios vivían dentro del mundo en una especie de inmersión mística y mágica. Para<br />
ellos las piedras, las montañas, las fuentes, los animales, los astros y los meteoros eran objetos<br />
animados, dotados de vida y de poderes maravillosos. Estaban en ese estado del pensamiento<br />
para el cual las fuerzas naturales son manifestaciones de una voluntad que poseen todos los seres<br />
del mundo, voluntad caprichosa y arbitraria que no está sujeta a orden alguno. Carecían, por lo<br />
tanto, de los elementos lógicos indispensables para llegar a la concepción del mundo como una<br />
realidad ajena a ellos mismos.<br />
Los indios veían, sin duda, la tierra, los montes, los astros pero no podían concebir las<br />
cosas como una totalidad y como una unidad independiente del hombre. No podían tener idea del<br />
"universo". Por consiguiente, tampoco podían llegar a la concepción de una causa primera,<br />
creadora de ese universo que eran incapaces de concebir.<br />
De acuerdo con las informaciones más dignas de fe que nos han transmitido los cronistas,<br />
los indios reconocían dos gr<strong>andes</strong> categorías de seres mágicos: los que tenían influencia sobre las<br />
personas y los grupos familiares y los que extendían su influencia a las colectividades. Los<br />
primeros se llamaban "conopas"; los segundos " huacas ".<br />
Las "conopas" eran una especie de amuletos. Los indios las guardaban cuidadosamente y<br />
con grande respeto. Eran generalmente objetos pequeños dotados de alguna particularidad<br />
excepcional. Eran "conopas" las piedras bezares, los cálculos, y los cristales pequeños. Habían<br />
"conopas" artificiales, hechas de piedras labradas. Tenían la forma de las cosas a cuya protección<br />
se destinaban. Las zara-conopas, por ejemplo, eran unas mazorcas diminutas y servían para<br />
amparar el maíz; las papa-conopas, de forma de patata, protegían el cultivo de ese tubérculo. Las<br />
llama-conopas salvaguardaban los rebaños de llamas.<br />
Las "huacas", eran los objetos mágicos venerados por todos los pobladores de una región<br />
o de una provincia. Así, las montañas eran "huacas", especialmente las montañas nevadas. "Hay<br />
otra adoración que se llama Illimani, que es una sierra alta cubierta de nieves", decía Diego<br />
Cabeza de Vaca refiriéndose a las huacas de la región del Titicaca. Eran también huacas las rocas<br />
y las piedras, que merecían tanta mayor veneración cuanto más caprichosa era la configuración<br />
que tenían. Eran huacas los ríos, los lagos, las fuentes, la tierra que se llamaba pachamama, el<br />
mar, que se llamaba mamacocha. También lo eran los astros, especialmente el sol y la luna, el<br />
rayo, el trueno, etc.<br />
Las huacas como las conopas eran adoradas no como representación de seres invisibles<br />
sino por sí mismas, por los poderes mágicos que les atribuían los indios dentro de su concepción<br />
animista del mundo.<br />
Paulatinamente, las creencias indígenas fueron enriqueciéndose. Surgieron complicadas<br />
mitologías. Fueron apareciendo fábulas y leyendas según las cuales seres humanos se<br />
metamorfoseaban en piedras o animales. Se establecieron afinidades entre las huacas de una<br />
misma región y se llegó a atribuir el origen de ciertos individuos, grupos sociales o pueblos a<br />
determinadas "huacas". Estas fábulas y leyendas variaban de pueblo a pueblo, de provincia a<br />
provincia. La mitología indígena precolonial llegó por eso a hacerse extraordinariamente<br />
heterogénea.<br />
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