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LA FILOSOFÍA EN BOLIVIA - andes

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quería reducir la fuente de todo conocimiento al método experimental. Y después de referirse a la<br />

propia vida de Comte que era, para él, un desequilibrado, dedicaba cuatro capítulos a demostrar<br />

que el positivismo no era sino materialismo, ateísmo y fatalismo.<br />

Menos brillante, sin duda, pero también interesante, es otro escritor que intervino en la<br />

polémica: el cura Martín Castro, que publicó en Sucre varios folletos con el título ¿De dónde vienen<br />

y adónde van?<br />

En uno de esos folletos, el más voluminoso estudiaba La fe ante la ciencia moderna. Este<br />

trabajo del Padre Castro estaba destinado a refutar la aseveración de que con "los descubrimientos<br />

de la ciencia moderna la fe se hacía de todo punto imposible", Después de afirmar que lo que "ellos<br />

(los positivistas y masones) tienen la osadía de llamar ciencia no es tal ciencia ni cosa que se le<br />

parezca", el Padre Castro examinaba una por una, en capítulos diferentes, catorce objeciones de la<br />

ciencia contra la religión católica. Terminaba declarando que lejos de estar en contradicción con la<br />

ciencia, el catolicismo había contribuído siempre a su progreso y enriquecimiento.<br />

28<br />

EL COMTE <strong>BOLIVIA</strong>NO<br />

Pocos son en el país los amantes de la historia de nuestra cultura que no han oído hablar<br />

de Benjamín Fernández. Quienes ignoran que fue el fundador del Liceo Libertad de Sucre, están<br />

informados de sus polémicas con Miguel de los Santos Taborga. Los que no conocen la fama que<br />

se le dio de materialista y ateo, tienen noticia de su labor periodística. Pero todos saben que fue el<br />

paladín del positivismo en nuestro país y que se lo llamaba por eso el Comte boliviano.<br />

Su nombre ha quedado, pues, y se sienten aún en la Universidad de Chuquisaca, los<br />

efectos de la influencia que ejerció sobre sus numerosos discípulos.<br />

Pero, como ocurre con muchos hombres de su tiempo, su fama es mayor que el<br />

conocimiento que se tiene de su persona y de su obra. Ya en vida de él se formó una leyenda<br />

oscura, alimentada por la imaginación popular, que ve algo de diabólico y de perverso en los<br />

hombres de pensamiento audaz, en aquellos que chocan con las creencias tradicionales y<br />

especialmente con las poderosas fuerzas de la Iglesia. Y esa leyenda hizo borroso su recuerdo.<br />

La ignorancia con respecto a Fernández, se debe en gran parte a que no dejó ningún libro.<br />

Escribió mucho, enseñó durante Ia mayor parte de su vida. Pero sus producciones se publicaron<br />

en periódicos de su época, de los que actualmente no queda casi nada. Y sus discípulos, si bien<br />

algunos fueron fecundos escritores, apenas hablaron de él y de las lecciones que les diera.<br />

Fue, sin embargo, una de esas personalidades en torno de las cuales debe mantenerse<br />

encendido el fuego del recuerdo. Perteneció a la categoría de los hombres que dan nuevas<br />

orientaciones a su tiempo, que luchan y sufren persecuciones por sus ideas renovadoras, que<br />

abren nuevos cauces al pensamiento de sus pueblos.<br />

Trataremos aquí de esbozar su silueta con los elementos que después de algunas<br />

investigaciones, hemos encontrado en los archivos y bibliotecas públicas y particulares de Sucre,<br />

haciendo con el varón ilustre algo de aquello que decía el poeta:<br />

Retengo entre las sombras<br />

el perfil que se esfuma".<br />

I<br />

Benjamín Fernández nació en Potosí el año 1838. Muy joven vino a Sucre, donde hizo<br />

todos sus estudios.<br />

Fue discípulo de Manuel María Caballero. Cuando Fernández seguía los cursos de<br />

secundaria, su maestro, que tenía alrededor de treinta años, era el pensador huraño pero ya<br />

prestigioso, que estudiaba con fervor las obras de los enciclopedistas y al mismo tiempo enseñaba<br />

la doctrina moral de Jesús, y cuya fama de filósofo incrédulo alarmaba a los espíritus católicos de<br />

la ciudad. Fernández sufrió el influjo de esa personalidad serena y luminosa, que vivió consagrada<br />

a la meditación y a la docencia en la ciudad universitaria.<br />

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