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LA FILOSOFÍA EN BOLIVIA - andes

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La guerra de la independencia no se libró, pues, ciegamente, ni obedeciendo sólo a<br />

impulsos primitivos como algunos pretenden, sino calculadamente, midiéndose de una y otra parte<br />

los recursos materiales, morales y políticos que se tenían a la mano.<br />

Afortunadamente, han quedado documentos que son la prueba de ello, tanto de parte de<br />

los realistas como de la de los revolucionarios. Tales son el Dictamen a pedimento del Excmo.<br />

Señor Virrey de Pedro Vicente Cañete y el Plan de operaciones de Mariano Moreno, escritos el<br />

primero el 24 de mayo de 1810 y el segundo en agosto del mismo año.<br />

Pedro Vicente Cañete fue uno de los personajes más inquietos de Chuquisaca durante los<br />

días que precedieron a la revolución. Era paraguayo de origen. Biznieto de aquel Ruy Díaz de<br />

Guzmán que escribió en Chuquisaca el conocido libro sobre la historia del descubrimiento y<br />

conquista de las Provincias del Río de la Plata. Hizo sus estudios universitarios y se recibió de<br />

abogado en Santiago de Chile, habiéndose incorporado a la Universidad de San Francisco Xavier<br />

en 1804. Fue oidor y fiscal de la Real Audiencia, secretario del gobernador Pizarra que lo tenía en<br />

grande estima; era, además, escritor y catedrático. Extremadamente ambicioso, tenía una<br />

disposición excepcional para la intriga, siendo en el ambiente agitado y nervioso de Chuquisaca de<br />

esos días, una especie de Talleyrand, que acaso con sus manejos precipitó los acontecimientos<br />

que se produjeron en Chuquisaca el 25 de mayo de 1809.<br />

Pues bien, Cañete que, al decir de Gabriel René-Moreno, habría brillado en las páginas de<br />

la historia con fulgor extraordinario si hubiera puesto su talento al servicio de la causa<br />

revolucionaria, de la causa del pueblo, se colocó del lado de los realistas.<br />

El Dictamen al virrey Hidalgo de Cisneros es una prueba de la audacia, de la amplia visión,<br />

de la inteligencia con que desempeñaba su papel. Nos interesa sobre todo ese documento como<br />

expresión de una mentalidad, como manifestación de una ideología. Juan Ramón Muñoz Cabrera,<br />

que lo reprodujo íntegramente en su historia de la Guerra de los Quince Años, decía de él: "Su plan<br />

y medios acreditan el insigne maquiavelismo y su inmoralidad política. El doctor Cañete era un<br />

terrible consejero".<br />

Desde luego, Cañete tenía una opinión poco favorable a la mentalidad de los pueblos en<br />

general. "Se van tras el viento que los mueve", decía. No esperaba por tanto de ellos ni firmeza ni<br />

fidelidad, ni entusiasmo superior alguno. Particularmente, tratándose de los pueblos de este<br />

continente, pensaba que eran "pueblos sin ilustración, sin disciplina y sin costumbres"; pueblos que<br />

viven casi disgregados: "Cada familia se ha mirado como una isla plantada en el alta mar. Cada<br />

cual apenas ha podido por sí". Pueblos que por lo mismo carecen de disciplina y de una<br />

estructuración social.<br />

Cañete veía la independencia de esos pueblos como una verdadera calamidad. "Cometa<br />

funesto de cauda sanguinolenta", la independencia no traerá sino "las guerras civiles, las<br />

violencias, las rapiñas y los asesinatos; subseguirán los bandos y facciones entre los peruanos".<br />

"No es capaz de ponderarse —añadía— los escándalos que en cada pueblo y en cada barrio se<br />

levantarían como columnas de llamas devoradoras entre los mismos americanos por ocupar<br />

asiento en las juntas, por obtener mandos y grados, por celos y desconfianzas recíprocas, por<br />

ambición y por odio para arrebatar la fortuna los uno de los otros".<br />

Pero como la situación era difícil, como España estaba en las fauces del devorador de<br />

Europa, Cañete miraba hacia el futuro y pensando que no debían los gobernantes de América<br />

sumirse en el letargo, proponía un plan de acción hecho sobre todo de astucia y lleno de<br />

perspicacia política, ya que no había que contar en esos momentos con los recursos militares. "Los<br />

pueblos de América están en circunstancias de que ellos mismos han de ser los defensores de la<br />

patria (España). Por lo mismo, la milicia nacional americana, sin tropas de resguardo que se<br />

puedan reunir en los acontecimientos imprevistos, puede inspirar fácilmente el espíritu republicano.<br />

No hay más remedio que disimular este grande riesgo y paladear a los jefes más bienquistos con<br />

distinciones y rangos para entretener su ambición como único cimiento del edificio en que se puede<br />

salvar la república".<br />

En seguida, sugería que los cuatro virreyes se hicieran cargo del gobierno provisional<br />

absoluto de América y convocaran una reunión de Cortes en alguna ciudad céntrica de América, a<br />

fin de constituir una Regencia soberana. Esta podría ser otorgada al rey de Inglaterra o a la<br />

princesa del Portugal, Carlota Joaquina. Cañete prefería este último recurso, con ciertas<br />

condiciones: "Jurando la señora no innovar nuestro sistema, ni introducir tropas, ni elegir jefes ni<br />

magistrados extranjeros, sino únicamente auxiliares con armas y artillería para nuestra defensa<br />

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