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LA FILOSOFÍA EN BOLIVIA - andes

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Y esa personalidad no podía ser otra que la de Bernardo Monteagudo, flamante abogado<br />

de la Real Audiencia y defensor de pobres en lo penal. A pesar de no tener sino diecinueve años,<br />

Monteagudo, que se había dedicado en la Universidad al estudio del derecho y de la filosofía, era<br />

un vigoroso escritor y un ferviente revolucionario.<br />

Monteagudo fue, sin duda, una de las personalidades más brillantes y más potentes que la<br />

Universidad de Chuquisaca dio a la gesta de la independencia americana. Dotado de un genio<br />

ardiente y apasionado, sediento de vida y de acción, era, al mismo tiempo, un intelectual y un<br />

político.<br />

De mediana estatura, de porte altanero, tenía una fisonomía atrayente, que hizo de él un<br />

afortunado aventurero del amor. Sensual hasta la morbosidad, amaba los refinamientos y la<br />

elegancia, las fiestas suntuosas y las joyas. "Gustaba de adornarse con sortijas y pendientes de<br />

diamantes o piedras preciosas", escribe paz Soldán. Aunque educado en el hogar modesto de su<br />

padre que tenía un figón en una de las esquinas de la plazuela de San Agustín de nuestra ciudad,<br />

tenía gustos de gran señor. Bolívar, en una carta a Santander, dirá de él en 1823, "tiene un tono<br />

europeo y unos modales muy propios para una Corte". Estuvo condenado a muerte varias veces,<br />

gobernó en Chile y en el Perú y murió en Lima, a manos de un negro que lo asesinó en una calle<br />

sin que hasta ahora se conozca el motivo. Supo inspirar gr<strong>andes</strong> afectos. En Chuquisaca, cuando<br />

estuvo preso, después de la revolución del 25 de mayo de 1809, se negó a volver a la cárcel, de la<br />

que había fugado, alegando que, sus amigos y el pueblo provocarían trastornos y conmociones de<br />

sangrientas consecuencias. Pero también despertó intensas aversiones. Bolívar, en la carta ya<br />

aludida decía que, en Lima, Monteagudo era aborrecido por "su tono altanero cuando mandaba".<br />

Este pagano de la América, que seducía con su prestancia juvenil y con la ardorosa<br />

elocuencia de su verbo y que dominaba con el brillo de su prosa periodística, parecía descender de<br />

alguno de los personajes que Suetonio describe en sus Doce Césares. Cuando Castelli mandó<br />

fusilar el 15 de diciembre de 1810 a Nieto, Sanz y Córdoba, Monteagudo estuvo presente y más<br />

tarde se refería al hecho diciendo: "Me he acercado con placer a los patíbulos de Sanz, Nieto y<br />

Córdoba, para observar los efectos de la ira de la patria y bendecirla por su triunfo".<br />

La sangre que corría por sus venas era hispánica. Su padre Miguel Monteagudo había<br />

venido de la ciudad española de Cuenca. Su madre fue una mestiza de Tucumán. Sin embargo, la<br />

extraña fortuna de este hombre hizo que ya en Chuquisaca se dudara de su genealogía y se le<br />

atribuyeron extrañas ascendencias. Heredó sin duda del español emigrante la pasión por las<br />

aventuras, la desmesura en las pretensiones. Y así desde esta ciudad de Chuquisaca, donde<br />

formó su espíritu, se lanzó a la vida azarosa de la política de entonces. Y, al decir de Valentín<br />

Abecia, en el firmamento de América brilló más que como una estrella como un cometa fulgurante.<br />

Nunca reveló ni amor por su padre, que murió en la pobreza sin haber nunca recibido de él<br />

ayuda alguna, ni por la tierra de su nacimiento, a la que nunca recordó dejándola en esa sombra<br />

que hoy los eruditos quieren disipar. Y sin embargo se daba a sí mismo el título de ciudadano de<br />

América, a que sin duda alguna tiene derecho.<br />

Fue un gran luchador por la independencia del continente, aunque nunca fue muy<br />

consecuente con sus ideas. Y, así, si bien comenzó en Chuquisaca como un ardoroso republicano,<br />

en el Perú pretendió establecer una monarquía constitucional. Y por la misma razón si en la<br />

Universidad profesaba la filosofía revolucionaria de los enciclopedistas, en la tesis que presentó el<br />

25 de mayo de 1808 para obtener el título doctoral, escribió los siguientes conceptos: "El Rey<br />

asegurado en su trono, reina pacíficamente y, rodeado del resplandor que recibe de la misma<br />

divinidad, alumbra y anima su vasto reino. Ninguna idea de sedición llega a agitar el corazón de<br />

sus vasallos; todos lo miran como la imagen de Dios en la tierra, como fuente invisible del orden y<br />

el astro predominante de la sociedad civil".<br />

Este hombre contradictorio, ardiente, fue el autor del diálogo, de ese documento que, como<br />

hemos dicho, constituye la más genuina expresión del espíritu revolucionario de Chuquisaca.<br />

El diálogo apareció en momentos en que el ambiente de la ciudad, como el de todas las<br />

colonias hispanoamericanas, estaba llegando al ápice de la agitación provocada por los<br />

acontecimientos que se sucedían en Europa y a raíz de los cuales España se encontraba<br />

totalmente maltrecha. Se sentían las repercusiones de las conquistas napoleónicas, de los<br />

derrumbes de tronos y coronas europeas, de las resistencias provocadas por las opresiones y<br />

despotismos, de las intrigas internacionales, de las invasiones inglesas a Venezuela y al Río de La<br />

Plata que contribuyeron a desarrollar rápidamente la conciencia de su propia fuerza entre los<br />

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