LA FILOSOFÍA EN BOLIVIA - andes
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que la primera cuenta fue la Concepción de María porque ésta es luz y la luz fue la primera obra de<br />
Dios.<br />
En tiempos del p, Aguilar la Virgen de Guadalupe de Chuquisaca debía ser ya famosa por<br />
sus joyas, pues en uno de sus sermones hecho en la ciudad decía de ella el orador: "Mandó Zeusis<br />
a un discípulo suyo que sacase una imagen de Venus. Dispuso el lienzo, formó idea, entró colores<br />
al rostro; mas, reconociendo bastardo el pincel a su hermosura, formóle de piedras preciosas todo<br />
el cuerpo, para suplir con lo rico defectos de lo hermoso. En este tiempo acertara, pues fuera<br />
pintura al uso. Presentó la obra a Zeusis que burlándose dijo: "Hicístela rica porque no pudiste<br />
hacerla hermosa". ¡Oh, imagen soberana! Hermosa y rica te hizo Chuquisaca: ¿qué mucho si<br />
gobierna toda su piedad el pincel? Todo el cielo por rostro y el cuerpo formado de joyas,<br />
diamantes, perlas y piedras preciosas, que ha dedicado la devoción ardiente".<br />
Durante su permanencia en Chuquisaca, Aguilar preparó y probablemente acabó de<br />
escribir su Curso de filosofía que apareció en tres gruesos volúmenes, con un total de cerca de<br />
1,500 páginas, impreso en Sevilla el año 1701.<br />
No nos ha sido posible consultar la obra íntegra porque en la Biblioteca Nacional de Sucre<br />
no existe sino un volumen. Sin embargo de las informaciones que al respecto da Felipe Barreda y<br />
Laos en su libro sobre la Vida intelectual del Virrey nato del Perú, se desprende que, si bien Aguilar<br />
permanecía dentro de la concepción del mundo aristotélico-medieval, tenía algunas preferencias<br />
por PIatón y por San Agustín. “Aguilar admite los arquetipos, las ideas de Platón —dice Barreda y<br />
Laos —.Cree que la relación de las cosas con esas formas eternas, con esos modelos divinos,<br />
determina para nosotros el criterio supremo de la verdad", Seguía a San Agustín en una especie<br />
de existencialismo que caracterizaba al Obispo de Hipona. "Pensar es vivir, dice nuestro filósofo<br />
—escribe Barreda y Laos—. Esta doctrina es semejante a la sustentada por Descartes en su duda<br />
metódica. El cogito ergo sum del colegial de la Fleche y el si fallor sum, proposición que defendió<br />
brillantemente San Agustín en la Ciudad de Dios, han influído sobre Aguilar, quien expresó los<br />
mismos pensamientos con esta frase: "pensar es vivir".<br />
En el segundo tomo de la obra, que es el que existe en la Biblioteca de Sucre, Aguilar<br />
expone sus teorías cosmológicas, que fueron las que profesaban los estudiantes de Chuquisaca a<br />
fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII. Era una concepción en que si bien lo sustancial era<br />
medieval, se advertían algunas tentativas tímidas de renovación.<br />
"El mundo no es eterno —expresaba Aguilar — sino creado por Dios en un tiempo libre y<br />
no necesario, como dice Aristóteles. El mundo es uno y no hay múltiples universos. Contiene en su<br />
variedad todos los seres a fin de que en su maravillosa subordinación, tanto al hombre como a<br />
Dios, éstos se encadenan entre sí. El mundo permanecerá indefinidamente porque la materia de<br />
que está constituído es incorruptible y debe por lo mismo ser perenne”.<br />
En cuanto a la estructura de la naturaleza, Aguilar pensaba que sobre la tierra estaba el<br />
agua, sobre el agua el aire y sobre el aire el primer cielo, el cual era fluido y dentro de él giraban en<br />
torno nuestro, como los pájaros en el aire, la luna, los planetas y el sol. Sobre ese primer cielo<br />
colocaba Aguilar el cielo sólido, llamado firmamento, en el cual estaban las estrellas y los astros<br />
fijos como clavos en una tabla, como diamantes en un anillo. Se seguía el último cielo que, en<br />
parte por lo menos, era sólido y se llamaba Empíreo, siendo la sede de Dios y el cielo de los<br />
bienaventurados.<br />
Salía, pues, Aguilar parcialmente de la visión ptolemaica del mundo al aceptar un cielo<br />
fluido en el cual los planetas se movían según leyes. " Así como la piedra va por el aire fluido a su<br />
centro, siguiendo una ley y un camino ciertos; así los planetas se mueven con un ímpetu natural”.<br />
Aguilar se planteaba una pregunta que era muy importante; en su época: ¿Es que los<br />
astros son animados y vivientes? Respondía: "No se puede decir que los astros posean vida<br />
intelectiva y sean capaces de vicios y virtudes y que Cristo hubiera muerto no sólo por los hombres<br />
sino también por los pecados de los astros".<br />
En cuanto a la mecánica celeste, se preguntaba Aguilar si los astros se movían empujados<br />
por los ángeles. Aguilar se inclinaba a aceptar la opinión de los astrónomos en sentido de que los<br />
astros se mueven por fuerzas extrínsecas y no por impulso angélico.<br />
Aguilar escribió también una obra teológica en cinco volúmenes titulada Tratationes<br />
Posthumae in Primam Partem Divi Thomae. En la dedicatoria de la obra, el padre Pérez de Ugarte<br />
que la publicó decía: "El sapientísimo padre José de Aguilar, después de siete volúmenes de<br />
sermones, tres de filosofía no hace mucho tiempo publicados, recibidos en el mundo literario con<br />
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