La Leyenda del Caballero Sol – Libro 1 (V

Siendo un caballero tengo que portar una espada e
invertir dinero afilándola. Tengo que portar armadura y gastar
dinero reparándola, cuando el enemigo la corte en pedacitos.
Pero si fuera un sacerdote no tendría que preocuparme
sobre gastar en una espada, aunque ellos si tienen que comprar
un báculo, pero a juzgar por mi poderosa habilidad de juntar luz
santa, ¡Estaría bien incluso con una simple rama de un árbol!
Además, como sacerdote tampoco necesito una
armadura. Aunque los sacerdotes tienen que comprar su set de
togas, repito, a juzgar por mi poderosa habilidad de juntar luz
santa, ¡Estaría bien incluso si uso un pedazo de tela!
La diosa me ha otorgado todos los talentos necesarios
para ser un sacerdote, pero yo estúpidamente me fui a convertir
en un caballero. Y lo que es peor, no puedo dejar este trabajo,
no puedo cambiar de profesión, solo puedo continuar siendo un
Caballero Sol hasta que me retire o muera, lo que venga
primero…
Ah, el arrepentimiento…
.
“¡Sol, Sol!” Esos gritos interrumpieron mis lamentos.
Sacudí mi cabeza y vi que una pequeña y borrosa
sombra estaba saltando en todas direcciones mientras
desesperadamente gritaba mi nombre. Viendo tal situación,
rápidamente liberé la luz santa.
“Au, Au ¡Duele!” La pequeña sombra se ocultaba en una
esquina mientras lloraba lamentablemente.
Toda la casa se veía diferente ahora, porque mi luz
santa había roto el hechizo de ilusión del nigromante. Las
numerosas telarañas habían desaparecido, dejando atrás una
casa de apariencia limpia, y luego… …
¡Rosado! ¡Rosado! ¡Rosado! ¡Todo era color rosado!
No hay necesidad de conjurar un hechizo de ilusión
para ocultar el hecho de que un nigromante vive aquí.
¿Quién creería que esta casa que tiene paredes rosadas,
mesas y sillas rosadas, una cama rosada, y hasta muñecas y
peluches rosados que llenan todo el lugar, es en realidad la casa
de un nigromante?
¡Incluso la descuidada casa llena de telarañas de antes
se parece más a un lugar donde un nigromante viviría!
“Sol…” La pequeña sombra tímidamente tiraba de mi
capa tímidamente.
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