La Leyenda del Caballero Sol – Libro 1 (V

mi discurso, el cual incluso a mi me pareció insoportablemente
largo.
“Desde tiempos remotos la benevolencia de la Diosa de
la Luz y su amor universal cubrieron el continente, y cada uno
de los habitantes del continente es uno de Sus queridos hijos.
¿Hay alguna madre bajo los cielos la cual no se preocupe por el
bien estar de su hijo/a? Como no hay tal madre, entonces la
Diosa de la Luz también desea que cada ciudadano viva su vida
no en la miseria, sino en abundancia. Sin embargo, aunque la
Diosa de la Luz es un dios omnipotente, Ella no puede romper
el convenio que prohíbe a los dioses de acercarse a la realidad
del mortal. Por eso, ha confiado a la Iglesia de la Diosa de la
Luz con la tarea de adaptar y compartir la filosofía de su amor
compasivo y confiando a su más adorado niño a señalar
divinamente a los gobernantes de este continente…”
Aquí, el rey groseramente dio un gran bostezo, ¡sin
parar a pensar en mis sentimientos en lo absoluto!
Tú, estúpido viejo gordo, solo tienes que escuchar. ¡No
tienes idea de cuan molesto es para mí tener que decir esto!
“…Sin embargo, los impuestos estos últimos años han
permitido que Su querida gente caiga en una vida de insegura
pobreza. Yo soy solamente un bajo Caballero Sol y por eso no
puedo expresar los pensamientos de la Diosa de la Luz, pero
incluso yo puedo entender esto: ¿Cómo es posible que la Diosa
de la Luz pueda permitir que sus hijos aguanten tanto
sufrimiento? ¡Santo cielo! Cuando la vida de su gente es dura
cuanta tristeza la Diosa de la Luz debe sentir. Su pena, me lleva
a mí, el Caballero Sol, a sentir tanta culpa, pensar que por eso
he fallado a la Diosa de la Luz en la tarea que me confió, al
permitir que las vidas de sus hijos se volvieran tan
peligrosas…”
El rey empezó a cabecear (de sueño). A su lado, sus dos
consejeros clave trajeron los documentos y empezaron a
consultar al Príncipe Heredero que estaba sentado cerca. Quien,
de hecho, es él que gobierna de verdad actualmente, él comenzó
a revisarlos y a hacer algunos ajustes a los documentos que el
consejero le dio.
A mi lado, Tormenta ya había terminado de dar a todas
las mujeres de la sala de audiencia un giño coqueto y estaba a
punto de empezar de nuevo.
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