La Leyenda del Caballero Sol – Libro 1 (V

Incluso si no podía convertirme en el Caballero Sol, ser
un sacerdote a su lado no estaría mal. Si Roland fuera escogido
como el Caballero Sol, ¡Entonces todo sería para mejor!
.Roland y yo nos conocimos en el Templo Sagrado
durante las selecciones para escoger al Caballero Sol. Cuando
solo hubo diez candidatos restantes, todos nos odiábamos el uno
al otro como enemigos malignos.
Pero Roland y yo estábamos en muy buenos términos.
Roland era muy fuerte y era el candidato más
prometedor, ¿Y sobre mi? Pues yo estaba bien consciente de
que mi propia habilidad con la espada era la peor entre todos
nosotros. ¡Probablemente solo podía desear que pase un milagro
para que fuera escogido como el Caballero Sol!
En este tipo de ambiente tan competitivo llenado de
odio por todos lados, solo el más probable y el menos probable
candidato podrían alguna vez esperar convertirse en mejores
amigos.
Pero nuestra amistad fue arruinada el día cuando el
Caballero Sol de ese entonces, quien después se convirtió en mi
maestro, anunció que me escogió para ser su sucesor…
“¿Por qué fui elegido?” Yo de niño entonces caminaba
hacia adelante un poco desconcertado para enfrentar al
Caballero Sol actual de ese momento, como la posibilidad de
ser escogido jamás se cruzó por mi mente.
“Bien, tal vez fue por tu hermoso cabello rubio,” Se rió
mi maestro frívolamente. Al escuchar su respuesta, mi corazón
se congeló, tieso por el sentimiento de que de alguna forma
había ganado por métodos deshonestos. Aún así, simplemente
no podía forzarme a decir que retractaría mi posición y que me
gustaría que Roland tome mi lugar.
Yo también quería convertirme en el Caballero Sol, ¡Y
lo quería demasiado!
Cuando finalmente giré mi cabeza para mirar, Roland
ya se había dado la vuelta antes de que incluso tenga la
oportunidad de ver su expresión. Él se alejaba muy
rápidamente, partiendo sin ninguna pista de titubeo y sin
mostrar ninguna intención de felicitarme. Aunque, dada la
situación en ese entonces, ya era lo suficientemente afortunado
de que no viniera hasta aquí a cortarme en pedacitos. Todos los
otros candidatos me miraban como si quisieran convertirme en
queso suizo con sus miradas penetrantes.
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