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Kasbah 2011 - Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

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do sordina a nuestros cuchicheos, como si adivináramos la<br />

gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> los sentimientos que por aquellas calles se habían<br />

paseado a lo largo <strong>de</strong> los siglos. Si el Guggenheim nos<br />

sobrecogió por su vanguardismo y el resplandor <strong>de</strong>l titanio, la<br />

Plaza <strong>de</strong>l Obradoiro pareció ponernos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los ojos toda<br />

la Edad Media <strong>de</strong> golpe. A los pies <strong>de</strong> la escalinata, se nos figuró<br />

el Ciego <strong>de</strong>l Lázaro <strong>de</strong> Tormes (sí, ya sabemos que por allí<br />

no llegó el Lazarillo, pero sería uno muy parecido); contra la<br />

pared <strong>de</strong>l Hostal <strong>de</strong> los Reyes Católicos, vimos los comerciantes<br />

<strong>de</strong> las mercancías más variadas discutiendo su precio con<br />

los peregrinos que, como los actuales turistas <strong>de</strong> nuestras<br />

medinas, buscaban recuerdos que llevarse a sus países para<br />

<strong>de</strong>mostrar la veracidad <strong>de</strong> sus viajes; subiendo por la escalinata<br />

<strong>de</strong> la Plaza <strong>de</strong> la Quintana, <strong>de</strong>scubrimos riadas <strong>de</strong> personas<br />

que ascendían hacia la Puerta Santa. Con una sacudida <strong>de</strong><br />

cabeza, alejamos nuestras imaginaciones <strong>de</strong>l pasado para centrarnos<br />

en el presente. Sí, las riadas <strong>de</strong> gente seguían allí,<br />

subiendo pacientemente las escaleras hacia la muchas veces<br />

centenaria Puerta Santa, con sus cámaras en ristre y con el<br />

ansia <strong>de</strong> atrapar el universo dibujada en sus caras. A nosotros<br />

también nos tocó hacer cola. La suficiente para tener tiempo<br />

<strong>de</strong> contemplar <strong>de</strong>tenidamente la catedral, sus piedras milenarias,<br />

sus esculturas <strong>de</strong>limitando la puerta como si hicieran<br />

guardia, las creencias y los mitos que esas esculturas representan,<br />

y otra vez volvimos a imaginarnos a los peregrinos medievales<br />

sobrecogidos por el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su religión, amenazados<br />

por la fuerza <strong>de</strong> sus santos.<br />

Pero si la Plaza <strong>de</strong>l Obradoiro nos transportó a la Edad Media,<br />

el interior <strong>de</strong> la catedral nos sacó <strong>de</strong>l tiempo. Un lugar <strong>de</strong> oración,<br />

cualquier lugar <strong>de</strong> oración <strong>de</strong> cualquier religión, es un<br />

lugar <strong>de</strong> recogimiento, allí don<strong>de</strong> el ser humano tiene más<br />

fácil hablar consigo mismo, asomarse a su propio interior. Eso<br />

fue lo que sentimos al contemplar la catedral por <strong>de</strong>ntro, a<br />

pesar <strong>de</strong> los turistas que invadían todos los rincones, a pesar<br />

<strong>de</strong> las constantes exclamaciones <strong>de</strong> asombro, a pesar <strong>de</strong>l sin-<br />

fín <strong>de</strong> comentarios más o menos atenuados que acompañaron<br />

nuestra visita.<br />

Cuando terminamos <strong>de</strong> recorrer las naves y <strong>de</strong> contemplar las<br />

maravillas esculpidas en las diferentes partes <strong>de</strong>l templo, y salimos<br />

a la calle, confirmamos la vocación que nos asaltó en la visita<br />

al Guggenheim, pero ahora intensificada: viajar, viajar para<br />

conocer todos los pueblos <strong>de</strong>l mundo, para intentar compren<strong>de</strong>r<br />

todas las creencias, para apreciar la enorme capacidad <strong>de</strong>l ser<br />

humano <strong>de</strong> crear belleza.<br />

Es cierto que el viaje no terminó en Santiago. Luego fuimos a<br />

Madrid, pero eso lo <strong>de</strong>jaremos para cuando tengamos más espacio.<br />

140 <strong>Kasbah</strong> IEES Severo Ochoa Nº 22

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