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4. Verdades y<br />

mentirosos<br />

Víctor Gritter, antaño caballero<br />

de la orden del espejo de Mórr,<br />

esperaba pacientemente. No había<br />

tenido ningún problema hasta el<br />

momento y había llegado a aquel claro<br />

de bosque sin ningún tipo de problema.<br />

Aquellos bosques, con sus caminos<br />

intrincados y sus sendas secretas, eran<br />

un segundo hogar para él. Y aquel claro<br />

en concreto era un lugar realmente<br />

especial. Cuando era pequeño y era<br />

reprendido por alguna trastada de<br />

chiquillo, venía corriendo a este claro.<br />

Quizá fuera la calma que se respiraba<br />

en el bosque, aderezada por el susurro<br />

de la brisa en las hojas y el cantar de los<br />

pájaros, o quizás realmente aquel era<br />

un bosque mágico, como decían los<br />

campesinos de la zona, y aquel era uno<br />

de esos "claros de las hadas" donde ser<br />

consigue la felicidad. Al menos su<br />

caballo era feliz, o eso parecía mientras<br />

pastaba tranquilamente.<br />

En aquellos momentos parecía<br />

que nada hubiera pasado. A la calma del<br />

bosque no le importaban las cosas de<br />

los hombres. La vida no dejaba de dar<br />

vueltas e iba de nacimiento a muerte<br />

incesantemente, con toda su dicha y<br />

majestuosidad, su injusticia y su<br />

crueldad. Y sin embargo Víctor debía<br />

admitir que era una canción bella. Todos<br />

tenían su lugar en el bosque y todos<br />

tenían una función. Pero sí había<br />

pasado. Y Víctor tenía dudas. Al fin y al<br />

cabo el Maestre había sido un gran<br />

amigo toda su vida. Ahí estaba el<br />

problema, quizás. De ahí venía todo. No<br />

era un bloque de piedra sin corazón,<br />

como se supone que debe ser un<br />

caballero de Mórr. Tenía remordimientos<br />

y dudas. ¿Había hecho lo correcto?<br />

¿Era aquello lo que debía hacer?<br />

¿Tenía acaso alguna alternativa? No<br />

podía saberlo. Por ello quizás había<br />

acudido a aquel claro secreto. Él<br />

vendría.<br />

Había dado muchas vueltas y<br />

dejado varios rastros falsos que<br />

llevarían a sus perseguidores a alguna<br />

que otra sorpresa. Sin embargo cuando<br />

el Maestre sintiera su proximidad y la del<br />

cráneo, y la sentiría, se adelantaría.<br />

Vendría a solas a hablar con él. Desde<br />

luego. Y no sólo por su amistad, sino por<br />

que hablarían de cosas que el resto no<br />

podrían escuchar. Hablarían de la<br />

verdad y la mentira. Hablarían del<br />

cráneo. ¡Oh sí! hablarían del cráneo<br />

largo y tendido. O a lo mejor no. A lo<br />

mejor le mataba nada más verle.<br />

Era una posibilidad. Pero ahora<br />

no le importaba. Podía sentir el hechizo<br />

del nigromante creciendo en su piel. A<br />

solas en su habitación había visto<br />

maravillado cómo el sortilegio se<br />

manifestaba como extraños dibujos en<br />

su cuerpo, extendiéndose poco a poco y<br />

tomando formas difíciles de ver. Cientos<br />

de runas diminutas se desplegaban por<br />

su brazo, formando espirales<br />

danzarinas, círculos misteriosos y<br />

curvas sinuosas. Eso había sido hace<br />

unos días. Ahora el hechizo debía<br />

ocupar buena parte de su cuerpo, y<br />

sentía cómo crecía y crecía y crecía.<br />

Había tomado el torso y las<br />

extremidades. Pronto su rostro se<br />

llenaría también de runas danzarinas.<br />

Un pájaro cantó su saludo al<br />

amanecer y Víctor contempló el cielo<br />

acompañado de su melodía. Desde<br />

luego no era un mal lugar.<br />

Víctor sintió un estremecimiento<br />

en el suelo. Se acercaba, lo sabía. No<br />

había ninguna visión, ni ninguna<br />

sensación de magia, ni ninguna<br />

clarividencia. Simplemente lo sabía.<br />

Estaba cerca.<br />

Llamó a su corcel con un silbido,<br />

silenciando el canto al amanecer del<br />

pájaro anónimo. La calma había llegado<br />

a su fin. Momentos después, apareció al<br />

galope entre los árboles. El que hubiera<br />

cabalgado por el bosque sin que el<br />

caballo hubiera caído ni que una rama le<br />

hubiera derribado era razón más que<br />

suficiente para demostrar el verdadero<br />

poder de aquel hombre. Si es que era un<br />

hombre.<br />

Víctor esperó mansamente en su<br />

caballo, con la lanza en ristre, hasta que<br />

el Maestre quedó enfrente de él. Se<br />

preguntó cómo comenzaría, se preguntó<br />

que le diría el Maestre. ¿Le<br />

amenazaría? ¿Le daría un ultimátum?<br />

El Maestre se levantó el yelmo y<br />

Víctor pudo ver la furia hecha carne en<br />

su rostro.<br />

- ¿Es que te has vuelto completamente<br />

loco Víctor?- espetó el Maestre.- ¿Se<br />

puede saber que locura te ha poseído<br />

para haber hecho semejante idiotez?<br />

Desde luego, eso sí que no lo<br />

había esperado.<br />

- ¿Locura? Nada de eso, Erik. No es<br />

locura lo que me ha impulsado a<br />

llevarme esto.- respondió. Y mostró al<br />

Maestre el cráneo, en toda su<br />

negrura y maldad. Los ojos del<br />

Maestre se posaron sobre el cráneo y<br />

la mirada de ansiedad que dejaron<br />

entrever sus ojos hizo que algo<br />

dentro del caballero traidor muriera.<br />

Aquello, y no otra cosa, era lo que<br />

más había temido Víctor. El Maestre<br />

38<br />

acababa de confirmar todos sus<br />

temores.<br />

- ¿Sabes?- Continúo.- Podría<br />

engañarte fácilmente. Podría decirte<br />

que la voz del cráneo me ha<br />

engañado y me ha empujado, con su<br />

susurro malvado, a realizar el acto de<br />

traición que he realizado. Pero no<br />

sería cierto. Y la verdad, es que no<br />

me apetece ponerme a tu nivel.<br />

- ¿Cómo?.- Dijo el Maestre.- Víctor,<br />

realmente estás llegando a la<br />

demencia absoluta. ¿De qué<br />

demonios estás hablando? ¿Ponerte<br />

a mi nivel? Devuelve el cráneo,<br />

Víctor. Y quizás podamos arreglar<br />

todo esto. Has sido un amigo fiel<br />

durante muchos años. Devuelve el<br />

cráneo a sus custodios, a la<br />

hermandad que lo guardará con celo<br />

hasta que sea destruido. Te dejaré<br />

marchar. No puedo, ni quiero, ni<br />

debo, perdonar tu deshonra a la<br />

orden, amigo mío. El pecado es<br />

demasiado grande. Pero lo que<br />

puedo hacer es olvidar. Miraré a otro<br />

lado y podrás huir lejos de aquí.<br />

- ¿En serio? Hagamos otra cosa, si te<br />

parece. Pongamos que vienes<br />

conmigo, escogiendo a tres testigos a<br />

tu elección. Nos vamos a lo más alto<br />

de las montañas, donde no hay<br />

absolutamente nadie, o a los<br />

desiertos del caos del norte, donde<br />

una abominación más no hará daño,<br />

y descargo un golpe de mi espada lo<br />

más fuerte posible sobre el cráneo.<br />

¿Qué me dices? Bien vale el riesgo<br />

de cuatro vidas la destrucción de<br />

este...- Víctor miró con desdén el<br />

cráneo. Parecía divertirse con el<br />

espectáculo, el muy maldito.artefacto.<br />

- ¡Sabes que no es posible!- gritó de<br />

pronto el Maestre.- ¡Da igual donde<br />

sea liberado! ¡El mal quedará libre<br />

por el mundo!<br />

- ¿Liberado? ¡Liberado!- Contestó<br />

Víctor. Y guardó el cráneo otra vez en<br />

el zurrón de su espalda.- Hablo de<br />

destruirlo, Erik. Maldita sea ¿Tanto<br />

aprecio le tienes al cráneo?<br />

- ¿Aprecio? ¿Cómo puedes decir eso?<br />

- ¡Sí! ¡Aprecio, maldito engendro!-<br />

Contestó Víctor con vehemencia.-<br />

¿Crees que no lo se? Tras tantos<br />

años debes de haberte relajado<br />

mucho. ¿Cuanto hace que vives,<br />

Erik? ¿Cien años? ¿Doscientos?<br />

¿Desde cuando engañas a tu orden?<br />

¿A tus hermanos? ¿Cuantas espadas<br />

te han dado muerte y te has vuelto a<br />

levantar? Llevas décadas jugando al

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