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porque ellos fueron gobierno por muchos años acá en<br />
San Sebastián, y como no tenían oposición no había<br />
quien los controlara, y por ello se despachaban y se<br />
daban el vuelto. Por lo tanto, quiero decir con ello, entre<br />
otras cosas, que algunos comerciantes que eran adictos<br />
al gobierno, no pagaban impuesto, de ello puedo dar fe.<br />
De igual forma presencié que cuando hacían este tipo de<br />
exoneraciones le daban un recibo al interesado que<br />
nunca pasaba por el Departamento de recaudación de<br />
rentas. Había dicho que comenzaba a escribir sobre el<br />
tema de los trabajadores de las haciendas productoras<br />
de caña, tocando la parte menos dramática en<br />
comparación con los sucesos bochornosos,<br />
infrahumanos, que leerán a continuación. Tenemos el<br />
caso del trabajador Justo Álvarez, por cierto padre del<br />
amigo profesor y escritor Luis Álvarez. Justo trabajó en<br />
la hacienda El Guárico, léase bien, la cantidad de 58<br />
años. Nada más y nada menos que en la llamada Sala<br />
de Pailas donde se cocinaba el guarapo o jugo de la<br />
caña y para ello se requería de altas temperaturas. Es<br />
decir, que en este sitio el calor era intenso. Cuando yo<br />
digo nada más y nada menos, es porque el trabajo en<br />
ese lugar era muy duro y de paso era o mejor dicho es<br />
un arte. Entonces, una vez lo invadió a Justo una fiebre<br />
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