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enfrentarse a una serie de adversidades, pero lo grande de<br />
esta dama es que jamás se rendía. Me contaba en esas<br />
largas conversaciones amenas que sostuve con ella, una<br />
expresión muy criolla. Sarmiento, yo le “sacaba tripas a un<br />
garrote” cuando la “jambre”, así como suena, apretaba, es<br />
decir, que la situación se ponía “pelia aguda”, yo me iba a<br />
trabajar a las haciendas donde sembraban tabaco y allí<br />
levantaba los cobres para darles de comer a mis hijos. Ella<br />
tiene algunas anécdotas de ese mundo de limitaciones que<br />
le tocó vivir. Me contaba que las mujeres que su abuela<br />
parteaba, la faja que les ponía la sacaban de las hojas o<br />
mejor dicho de las conchas de la mata de topocho o de<br />
cambur, conocido con el nombre de “bajero”. Le pregunto<br />
porque usaba este bajero, y me contesta con una<br />
expresión que no sé como llamarla: Hijo, la situación, con<br />
qué iba a comprar una pobre mujer una faja en estos<br />
tiempos tan difíciles. En verdad, cuánta razón tenía ella<br />
cuando decía estas cosas, porque además para nadie es un<br />
secreto las drásticas restricciones a las que históricamente<br />
hemos estado sumidos los pobres y más en la época de<br />
aquella aldea donde nos criamos. María con ochenta y dos<br />
años aún tenía la mente bastante lúcida. No sé si llamarla<br />
sorpresa, lo cierto es que al siguiente día de haber estado<br />
hablando con ella, mientras una de sus hijas le daba de<br />
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