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muchas veces el pobre tiene que tragar grueso. Me dio<br />
unas cuatro lochas, que no alcanzaban para mucho,<br />
pero no había más remedio. Inmediatamente, compré<br />
cuatro latas de sardinas, dos kilos de ñame y una panela<br />
de papelón para el dulce de ciruelas que suele ser<br />
tradicional para la época. Medio orondo llegué a la casa<br />
con mi cargamento y le dije a mi consorte: Magdalena,<br />
aquí está para que hagas una tremenda sopa de<br />
sardinas con ñame, y el papelón para el dulce. Los<br />
zagaletones, al igual que la mujer, pusieron cara de<br />
pocos amigos; caro está, que yo enseguida les entendí<br />
el gesto, a lo mejor ellos estaban pensando, que yo me<br />
les iba a aparecer con un tremendo lebranche, un carite,<br />
o un bagre rayao, pero que barro si no ha llovío, para<br />
estas cosas se necesita mucho dinero. Aquí cabría lo que<br />
decía uno de los “bellos” presidentes que hemos tenido.<br />
¡güevonote se arropa hasta donde le alcance la cobija!.<br />
Yo me quedé como solemos decir en criollo, mascando<br />
el freno, hasta que reaccioné y les dije: entiendo que<br />
ustedes esperaban de mi algo mejor, pero cuál es el<br />
problema, en la vida del pobre se presentan momentos<br />
tal cual como este, donde algunas circunstancias a<br />
veces se hacen necesarias para que aunque uno no<br />
quiera aplicar por ejemplo, la psicología ¿Qué quiero<br />
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