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ien, volviendo al tema de los verdaderos amigos, por<br />
cierto término este que yo considero muy complejo,<br />
quiero aprovechar para destacar la ayuda que me<br />
brindaron cuatro personas que jamás podré olvidar. Se<br />
trata de Frank Utrera, cuyo favor nunca podré<br />
pagárselo. Andrés Segundo Rodríguez todas las<br />
semanas me regalaba dos mil bolívares y me decía:<br />
Toma, debe alcanzarte para una harina pan y<br />
mortadela. Todos los lunes, Margarita Mota me<br />
mandaba al abasto para que le comprara la comida de<br />
la semana, después que verificaba que todo estaba<br />
como ella había ordenado, me regalaba mil quinientos<br />
bolívares, un paquete de arroz o de azúcar, y José<br />
Francisco Mota todos los Diciembres mes regalaba o un<br />
pantalón o una camisa, y yo me sentía contento con el<br />
gesto de este amigo, y aunque alguien por allí considere<br />
estos gestos como banalidades, trivialidades, es decir<br />
cosas de poca importancia, para mi jamás lo serán. Por<br />
ejemplo, en el caso de Mota era lo único que yo<br />
estrenaba en las Navidades, a pesar de que desde hace<br />
muchos años no pertenezco a la llamada sociedad de<br />
consumo. Además, los presentes y los favores por más<br />
pequeños que sean, nunca tendrán precio, y más si<br />
estos vienen revestidos de buena fe. Bien, motivado a lo<br />
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