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que un porrazo en una bola. Pero lo que más me dolió<br />
fue que una amiga mía, le preguntó el por qué me había<br />
dejado por un bicho tan feo, siendo yo un catire ojos<br />
verdes, no mal parecido, y me iba a casar con ella, y<br />
ésta le contestó: lo que tú no sabes es que él calienta el<br />
horno pero no sabe apagarlo; es como el mamón<br />
macho, florea pero no carga. Después de la pelea de los<br />
perros había reinado nuevamente la paz, hasta que<br />
llegaron unos pavos de Caracas, con sus cortes de pelo<br />
tipo totuma, par de zarcillos y chores de florecitas, se<br />
instalaron en el alero de un rancho que estaba en frente<br />
y tomaron asiento en lo que una vez se llamaron<br />
muebles de mimbre. Para amenizar aquella reunión<br />
destaparon “sendo” litro de anisado y hasta allí llegó la<br />
paz. Encendieron un equipo de sonido con una “música”<br />
estridente, de esas que llaman guachiguachi, que solo la<br />
mamá de ellos la entendería. Desde luego está, que esto<br />
es parte de la transculturización que nos han venido<br />
vendiendo a través del tiempo, sobre todo los medios de<br />
comunicación. Seguidamente salieron del mencionado<br />
rancho, unas muchachas con unas ojeras que para que<br />
les cuento, supongo que se acababan de levantar<br />
porque se estaban deslagañando, y a pesar del<br />
estridente ruido de la “música”, oí cuando una de las<br />
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