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1. La acción racional con arreglo a fines: sucede cuando el actor tiene en<br />
cuenta tanto los fines a los cuales se orienta como los medios para lograrlo y<br />
adecua de la mejor manera unos a otros, teniendo en cuenta las<br />
consecuencias de su acción y cómo estas se acercan al fin propuesto. Es, de<br />
algún modo, la acción racional por excelencia. Si quisiésemos buscar un<br />
ejemplo de la realidad que se pareciera a este tipo ideal probablemente solo<br />
lo encontraríamos en un juego de estrategia (y en un muy buen jugador)<br />
como por ejemplo el ajedrez.<br />
2. La acción racional con arreglo a valores: a diferencia de la anterior, la<br />
“racionalidad” de este tipo de acción no se encuentra tanto en su buena<br />
adecuación al fin que se propone, sino en el acatamiento a ciertos valores<br />
que el actor posee (recordemos que poco importa si estos valores nos<br />
parecen justos o no). Actúa de esta manera aquel que no valora tanto las<br />
consecuencias de su acción como las propias convicciones le ordenan. Si<br />
pensamos en un ejemplo podríamos encontrarlo en un jugador de fútbol que<br />
accidentalmente tocara la pelota con la mano pero que tiene una alta<br />
valoración de la sinceridad y el no mentir. Nuestro actor, en este caso,<br />
admitiría su accionar aun cuando ello le implicara un perjuicio para él o su<br />
equipo.<br />
3. La acción afectiva: decimos que actuamos afectivamente cuando nuestra<br />
acción está orientada por sentimientos o afectos actuales. Ya sea en el caso<br />
de un abrazo como en el momento de pelearnos con alguien.<br />
4. La acción tradicional: la acción tradicional es aquella que está orientada por<br />
una costumbre arraigada. Es tal vez el tipo de acción que más se acerca a<br />
una conducta desprovista de sentido, en la medida que por tratarse de<br />
actitudes rutinarias (como lavarse los dientes, por ejemplo) muchas veces<br />
están en el límite de tener un sentido reconocido por el actor.<br />
Viendo entonces estos tipos ideales de acción podemos suponer que nuestras<br />
acciones cotidianas tienen, en términos vulgares, “un poco de todo”. De allí,<br />
precisamente, que sean modelos puros de acción que no se encuentran en la<br />
realidad, pero que sirven para ordenarla y comprenderla. Así, gracias a estos<br />
tipos ideales es posible aproximarse a los motivos subjetivos de la acción, es<br />
decir, al sentido que las personas otorgan a sus actos o, como decíamos antes,<br />
el “para qué” o el “por qué” de la acción humana. La idea de Weber al construir<br />
esta tipología no era describir la acción tal como sucede en la realidad, sino<br />
brindar elementos teóricos que permitan comprenderla. Así, de un modo más<br />
general, diremos que los tipos ideales son:<br />
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