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hábito, y no la pasión, nos liga con estrecha amistad. En<br />
fin, si es justo conceder sus favores á los que los desean<br />
con más ardor, seria preciso en todos los casos obligar,<br />
no á los más dignos, sino á los más indigentes, porque<br />
libertándolos de los males más crueles, se recibirá por<br />
recompensa el más vivo reconocimiento. Así pues, cuando<br />
quieras dar una comida, deberás convidar, no á los amigos,<br />
sino á los mendigos y á los hambrientos, porque ellos<br />
te amarán, te acompañarán á todas partes, se agolparán á<br />
tu puerta experimentando la mayor alegría, vivirán agradecidos<br />
y haráij votos por tu prosperidad. Pero tú debes<br />
por el contrario favorecer, no á aquellos cuyos deseos son<br />
más violentos, sino á los que mejor te atestigüen su reconocimiento;<br />
no álos más enamorados, sino álos más dignos;<br />
no á los que sólo aspiran á explotar la flor de la juventud,<br />
sino á los que en tu vejez te llagan partícipe de todos<br />
sus bienes; no á los que se alabarán por todas partes de su<br />
triunfo, sino á los que el pudor obligue á una prudente<br />
reserva; no á los que se muestren muy solícitos pasajeramente,<br />
sinoá aquellos cuya amistad, siempre igual, sólo<br />
concluirá con la muerte; no á los que, una vez satisfecha<br />
su pasión, buscarán un pretexto para aborrecerte, sino á<br />
los que, viendo desaparecer los placeres con la juventud,<br />
procuren granjearse tu estimación.<br />
» Acuérdate, pues, de mis palabras, y considera que los<br />
amantes están expuestos á los consejos severos de sus amigos<br />
, que rechazan pasión tan funesta. Considera, también,<br />
que nadie es reprensible por no ser amante, ni se le<br />
acusa de imprudente por no serlo.<br />
»Quizá me preguntarás, si te aconsejo que concedas<br />
tus favores á todos los que no son tus amantes; y te responderé,<br />
que tampoco un amante te aconsejará la misma<br />
complacencia para todos los que te aman. Porque favores<br />
prodigados de esta manera no tendrían el mismo derecho<br />
al reconocimiento, ni tampoco podrías ocultarlos,<br />
Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 2, Madrid 1871