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alas antes, á menos que baya cultivado la filosofía<br />
con un corazón sincero ó amado á los jóvenes con un<br />
amor filosófico. A la tercer revolución de mil años, si<br />
ha escogido tres veces seguidas este género de vida, recobra<br />
sus alas y vuela bácia los dioses en el momento en<br />
que la última, á los tres mil años, se ha realizado. Pero<br />
las otras almas, después de haber vivido su primer existencia,<br />
son objeto de un juicio: y una vez juzgadas, las<br />
unas descienden á las entrañas de la tierra para sufrir allí<br />
su castigo; otras, que han obtenido una sentencia favorable,<br />
se ven conducidas á un paraje, del cielo, donde reciben<br />
las recompensas debidas á las virtudes que hayan practicado<br />
durante su vida terrestre. Después de mil años, las<br />
unas y las otras son llamadas para un nuevo arreglo de<br />
las condiciones que hayan de sufrir, y cada una puede<br />
escoger el género de vida que mejor le parezca. De esta<br />
manera el alma de un hombre puede animar una bestia<br />
salvaje, y el alma de una bestia animar un hombre, con<br />
tal que éste haya sido hombre en una existencia anterior.<br />
Porque el alma que no ha vislumbrado la verdad, no<br />
puede revestir la forma humana. En efecto, el hombre<br />
debe comprender lo general; es decir, elevarse de la niultiplicidad<br />
de las sensaciones á la unidad racional. Esta<br />
facultad no es otra cosa que el recuerdo de lo que nuestra<br />
alma ha visto, cuando seguía al alma divina en sus evoluciones;<br />
cuando, echando una mirada desdeñosa sobre lo<br />
que nosotros llamamos seres, se elevaba á la contemplación<br />
del verdadero Ser. Por esta razón es justo que el<br />
pensamiento del filósofo tenga solo alas, pensamiento que<br />
.se liga siempre cuanto es posible por el recuerdo á las<br />
esencias , á que Dios mismo debe su divinidad. El<br />
hombre que sabe servirse de estas reminiscencias, está<br />
iniciado constantemente en los misterios de la infinita<br />
perfección, y sólo se hace él mismo verdaderamente perfecto.<br />
Desprendido de los cuidados que agitan álos hom-<br />
Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 2, Madrid 1871