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curso social nos construye. En este sentido, me parece que la discusión respecto<br />

de las políticas de reconocimiento y en torno del debate acerca de la<br />

exclusión y la discriminación -que particularmente en países como los nuestros<br />

no sólo reconoce fuentes culturales sino también modelos sociales y<br />

económicos-, en este reconocimiento, en algún sentido, yo soy el otro. Con<br />

esto quiero decir que la construcción de toda identidad -individual o socialno<br />

se realiza de una manera autopoyética: la identidad no se construye a sí<br />

misma, sino a partir de lo que los otros ven en nosotros y de lo que nosotros<br />

vemos en los que nos rodean. Por eso las sociedades que padecen altos niveles<br />

de fragmentación social y de exclusión (sociedades en las cuales los<br />

otros son, generalmente, más parecidos a “mí mismo”) excluyen del campo<br />

social a muchos millones de personas, entre las cuales se cuentan las mujeres<br />

y los niños, aunque en diferente grado, y ocurre que una sociedad con<br />

estas características piensa en un modelo de humanidad, un modelo de ser<br />

humano, completamente acotado: prácticamente está dejando fuera todo<br />

aquello que es distinto.<br />

Por eso no es posible entender el problema de las identidades -qué es ser<br />

mujer o ser niño en esta época- sólo desde el derecho, sólo desde la perspectiva<br />

de las normas, porque aunque el papel normativo sea central en el<br />

derecho, el derecho es un discurso social que prescribe, y prescribe legitimando,<br />

reconociendo, otorgando la palabra a algunos y negándosela a otros.<br />

En este sentido, quiero subrayar como ejemplo la importancia que en la<br />

Convención sobre los Derechos del Niño tiene el reclamo de que el niño<br />

tiene derecho a ser escuchado. Es una excelente expresión del sentido con<br />

que el derecho nos construye como sujetos. Y el derecho nos construye<br />

como sujetos en la medida en que nos otorga el uso de la palabra, porque el<br />

uso de la palabra produce efectos jurídicos: se es más sujeto de derecho<br />

como mujer, o más sujeto de derecho como niño, en tanto y en cuanto el<br />

derecho haya legitimado nuestra intervención, nuestra voz, lo que otorga un<br />

lugar reconocido no sólo en el nivel de la ley sino también por el efecto que<br />

el discurso del derecho produce, tanto en la comprensión racional del<br />

mundo social en que vivimos, como en la aparición de creencias y de mitos:<br />

es en el imaginario social donde se construye el modelo que reconocemos<br />

como hombre, como mujer, como niño.<br />

Quiero ahora hacer una referencia, aunque tangencial, a una cuestión<br />

teórica que me parece importante para aclarar los presupuestos desde los<br />

cuales hago estas afirmaciones. Un primer presupuesto es que la realidad<br />

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