El Merengue: Música y Baile de la República Dominicana - Claro
El Merengue: Música y Baile de la República Dominicana - Claro
El Merengue: Música y Baile de la República Dominicana - Claro
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
GÉNESIS DEL MERENGUE, RAÍCES, TRAYECTORIA Y DIFUSIÓN EN EL SIGLO XIX<br />
238<br />
GÉNESIS DEL MERENGUE, RAÍCES, TRAYECTORIA Y DIFUSIÓN EN EL SIGLO XIX<br />
239<br />
FRADIQUE LIZARDO Y<br />
LA CUBIERTA DE UNA<br />
DE SUS OBRAS.<br />
si empezaba el baile. Ahora hay que esperar a que los viejos acaben, para que<br />
quiten <strong>la</strong> mesa.<br />
–C<strong>la</strong>ro que tenemos que esperar, hija, porque el café hay que tomarlo sentado.<br />
–¿Y no sería mejor bai<strong>la</strong>r en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> <strong>de</strong>l bohío<br />
–¡Que va! Es muy chiquita. A<strong>de</strong>más, el piso no es mejor que éste, que<br />
aunque <strong>de</strong> hormigón, es bueno y liso.<br />
En cuanto los comensales se pusieron <strong>de</strong> pie para abandonar el cobertizo, acudieron<br />
apresuradamente algunos jóvenes y en cortos instantes <strong>de</strong>spejaron el lugar.<br />
–¡A bai<strong>la</strong>r se ha dicho, señores! –gritó una voz.<br />
–¡Que venga <strong>la</strong> música! –dijeron otros.<br />
Los músicos se acomodaron en uno <strong>de</strong> los bancos; y Felipe empezó a cantar<br />
una seguidil<strong>la</strong>. Andrés lo acompañaba, haciéndole <strong>de</strong> segundo.<br />
–¿Te atreverías a bai<strong>la</strong>r un fandango –dijo Lico tomando <strong>de</strong>l brazo a Altagracia–.<br />
¿Lo sabes bai<strong>la</strong>r<br />
–¿Qué muchacha no sabe en estos tiempos bai<strong>la</strong>r fandango, si ese baile<br />
gustaba tanto a los soldados españoles<br />
–Pues vamos, antes <strong>de</strong> que se organice <strong>la</strong> gente para <strong>la</strong> tumba. Ya <strong>de</strong>ben<br />
estar buscando por ahí al doctor Moscoso, a quien esperan para empezar.<br />
–Vamos.<br />
–¡Felipe, tócate el mejor fandango que sepas, para bai<strong>la</strong>rlo con mi novia, o<br />
sigue con esa seguidil<strong>la</strong>, que para el caso es lo mismo!<br />
Se arremolinó <strong>la</strong> gente al ver a Altagracia avanzar hacia el centro <strong>de</strong>l espacio<br />
libre, seguida <strong>de</strong> Lico. Felipe inició una modu<strong>la</strong>ción, <strong>de</strong> un rasgueo en otro fue<br />
<strong>de</strong>scendiendo <strong>de</strong> tonalidad, y arrancó <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cuerdas <strong>de</strong> <strong>la</strong> guitarra suaves y quejumbrosos<br />
acentos, en tono menor. Cobró <strong>de</strong>spués animación aquel acompasado<br />
ritmo ternario, y Altagracia se alejó <strong>de</strong> Lico taconeando. La siguió él, y cuando<br />
parecía próximo a en<strong>la</strong>zar<strong>la</strong> se <strong>de</strong>svió el<strong>la</strong> con presteza, y volvió a alejarse <strong>de</strong>l<br />
galán que <strong>la</strong> perseguía, mientras <strong>la</strong> garganta <strong>de</strong> Felipe, a cuyos acentos se interpo<strong>la</strong>ban<br />
los tonos graves <strong>de</strong> <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> Andrés, pob<strong>la</strong>ba el recinto <strong>de</strong> agudos rotundos<br />
como toques <strong>de</strong> c<strong>la</strong>rín. Taconeando volvieron a encontrarse los bai<strong>la</strong>dores, y nuevamente<br />
fingía el<strong>la</strong> entregarse en los brazos <strong>de</strong> su perseguidor para <strong>de</strong>jarlo bur<strong>la</strong>do<br />
otra vez, alejándose, erguido el busto, con <strong>la</strong> siniestra en alto cual si fuera a reafirmar<br />
<strong>la</strong> altiva peineta que coronaba su cabeza, mientras con <strong>la</strong> diestra levantaba<br />
levemente <strong>la</strong> falda, que arrancaba tenue nube <strong>de</strong> polvo al rozar con el piso.<br />
–¡Olé! –gritó Felipe–. ¡Que sólo te faltan <strong>la</strong>s castañue<strong>la</strong>s!<br />
La música cambió a tono mayor, y el baile se hizo más veloz. Los bai<strong>la</strong>dores<br />
se aproximaron, convulsos, siempre marcando el compás con febril taconeo,<br />
cada vez más aprisa, y recorrieron estremecidos el recinto, hasta que el galán<br />
pudo oprimir con su brazo aquel<strong>la</strong> cintura tantas veces esquiva a su rec<strong>la</strong>mo,<br />
y un enérgico rasgueo rubricó el final <strong>de</strong> <strong>la</strong> melodía.<br />
Los espectadores rompieron en ap<strong>la</strong>usos. ¡Bien valía aquel espectáculo el<br />
haberse retardado <strong>la</strong> hora <strong>de</strong> bai<strong>la</strong>r <strong>la</strong> tumba! Las muchachas ro<strong>de</strong>aron a Altagracia.<br />
Moscoso, que avanzaba dando el brazo a <strong>la</strong> señora <strong>de</strong> García, se<br />
apoyó en el hombro <strong>de</strong> Lico, diciéndole:<br />
–Muy bien, muchacho. Pero, más que tú, es tu novia <strong>la</strong> que merece una<br />
felicitación. ¡Qué garbo y qué gentileza!