que, la publicidad, constituye un criterio negano sirve para conocer lo justo, pero sí para dislo injusto, tal como explica en el último de los acon que cuenta HacÜl la paz perpetua, un apartmisión es estudiar las posibilidades de lograr udo entre la ética y lo político, armonizando enda de lo posible sus respectivos intereses 246 •En el citado artículo secreto, Kant se permitecon el emblema de losjuristas, a quienes ahorta como meros representantes <strong>del</strong> poder estDicho emblema contiene la balanza propiacho y la espada de una implacablejusticia. Sigo, nos dice socarronamente Kant, esa espadse usa para mantener alejado cualquier elemtraño que pudiese alterar el perfecto equilibride la balanza, y también suele utilizarse compeso <strong>del</strong> platillo que no interesa ver vencido.tación de inclinar la balanza en provecho prolo que debe combatir el filósofo moral con sus246 A este respecto resulta provechoso consultar el artículo deCAFFARENA, «<strong>La</strong> conexión de la política con la ética (¿Lograrguiar a la serpienle?).. , recogido en el volumen colectivo <strong>La</strong>'osmojXJ/ita de la ilustraci6n (A propósito <strong>del</strong> bicentenario de .Haciatua tk Kantlt, ed. ciL., pp. 65 Yss. Caffarena subraya en su trabato de Kant: «Aunque la Política es en sí un arte dificil, su conla Moral no es ningún arte; ya que ésta corta el nudo que aqdía desatar en cuanlo surgen desavenencias entre ambaslt (cgen Friedm, Ak. VIU, 380).129
que aquí se ha bautizado como síndrome decido por los encantos <strong>del</strong> poder, que por añle recubrirle a uno con el manto de la impurá a un lado la lealtad o lo que sea necesarsu conquista. En cambio, un espectadorsido hechizado por sus encantos, como serfilósofo moral, podrá recordarle al goberpre que sea necesario, «que el juego de la pjuega con fichas, sino con hombres de verhumanos de carne y hueso, cuyo bienestardependen de dicho juego,,245. Este olvidoreprocha Cassirer a Maquiavelo, el cual, fala brillantez de ciertas estrategias, no haben la deshumanización de sus ganadores faPara paliar este olvido en que suele incpolítica, Kant ofrece una receta bastante seconsiste sino en arrebatar al politico su canillo de Giges, a fin de impedir que su comto sea invisible, declarándose así como inUI Al fin yal cabo. Kant estaría llevando hasta sus últimlo razonado por Maquiavelo en el prólogo de El prind~nes dibujan el paisaje se sitúan en el punto más bajo de ltudiar la naturaleza de las montañas ylos lugares más elevdiar la de las más bajas planicies ascienden al punto mámontes, de la misma fonnalt (cfr. ed. casl. cit., p. 32), lmonarca, encerrado en las torres de su palacio, debermentada por quien habita en la plaza pública, esto es, po... Cfr. E. CAssIRER, El mi/(¡ tÚl Estado, ed. cit., p. 170.128
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nos nueve tiranos entre los que fue
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